La boda del heredero
Capítulo 86

Capítulo 86:

“Lo sé, lo sé… lo siento”.

Emmett se pasó ambas manos por el rostro y resopló con frustración.

“No supe qué pensar al comienzo, no tuve demasiado tiempo para pensar en ello, quería hablar con el doctor primero, pero luego nos enteramos de lo de esa mujer… Tú acusaste a Damien y yo le pedí a Adrien que investigara sobre el vehículo que se dio a la fuga y… resultó que es una camioneta igual a la que recuerdo”.

“Los dos crímenes están relacionados…” susurré con labios temblorosos.

“No lo sé… Solo intento descubrir qué diablos pasa, Irina”.

“¿Fue Damien?”

Hice la pregunta, esta vez sin saber la respuesta. No dudé en culparlo por la muerte de aquella mujer, ¿Pero era capaz de matar a su propio hermano?

Mi cabeza empezó a traer viejos recuerdos, de tiempos en los que Damien era el centro de mi universo. Siempre pude notar su ambición, siempre quería sobresalir y sus ataques de furia cuando Emmett terminaba siendo el protagonista de la situación. Era un hombre mezquino y ruin, sin escrúpulos para obtener lo que quería, pero las palabras de Adrien retumbaron en mi cabeza…

Ser un ladrón, una mala persona, no te convierte en un asesino.

Pero yo había sido engañada demasiadas veces por Damien, sabía lo bien que se le daba manipular, manipularme a mí en particular. Jamás volvería a creer en nada de lo que dijera, sería estúpido de mi parte.

“Sé que fue él, Emmett”, dije con seguridad.

“¿Por qué no puedes verlo?”

“Irina… Desde que desperté todo ha sido un maldito caos, descubrir que él estaría involucrado en todo esto… terminaría de arrebatarme a mi familia. Estoy trabajando en ello, ¿Entiendes? Llegaré hasta el fondo y descubriré todo, pero justo ahora no quiero sacar conclusiones apresuradas”.

“¿Por qué?”

“Porque si me enfrasco en una guerra con él y resulta ser inocente… Podríamos estar en peligro real”.

La intensidad de sus palabras me provocó escalofríos, pero terminé asintiendo.

“¿Qué vamos a hacer?” pregunté, dejando que él me estrechara entre sus brazos.

“Por ahora creo que deberíamos permanecer tranquilos, sea quien sea que esté detrás de todo esto no hará nada si no se siente amenazado… Esta semana viajaré nuevamente a Obernai, hablaré con Caspian, trataré de descubrir algo más sobre toda esa plantilla fantasma a la que les pagamos todos los meses, y le seguiré la pista a la camioneta de mi recuerdo. Pero quiero que estés tranquila, ¿De acuerdo? Todo va a estar bien”.

Asentí y oculté mi rostro en su cuello dejando que su olor me embriagara, pero no siquiera eso logró apartar los horrores de mi cabeza. Pensé en todo lo que estaba ocurriendo y traté de dar con una verdadera mente maestra, ¿Quién podría estarse beneficiando realmente con todo aquello?

Por desgracia mi cabeza estaba demasiado abrumada en ese momento para dar con alguna respuesta coherente, pero las cosas se hicieron un poco más sencillas al día siguiente, aunque también más frustrantes.

Aproximadamente a las nueve de la mañana recibí una llamada de Emmett para que me acercara a su oficina; fui consciente de que todo el mundo me miraba mientras caminaba hacia allá, y odié un poco más a Damien por el hecho de haberme puesto bajo la lupa del escándalo. Dudaba que alguien realmente me creyera una asesina, pero la acusación había llegado a oídos de todos, y era bastante humillante.

“Hola, ¿Qué ocurre?” pregunté tan pronto abrí la puerta, pero entonces quedé muda al ver a dos hombres sentados frente a su escritorio.

Uno de cabello castaño y largo, atado en una coleta; el otro tenía un aspecto más prolijo, pero ambos tenían un aire similar… ferocidad.

Vestían de forma ligeramente casual, pero lo primero que se me vino a la mente cuando los vi fue que Emmett había contactado con la policía y estos eran dos agentes.

“Irina, te presento a Edmond y Nicolaj Roux”, dijo Emmett señalando a los hombres, que se pusieron de pie y me tendieron su mano a modo de saludo.

“Un placer conocerla, Señora Lefebvre”, dijo uno de ellos.

“Igual… un placer…”

Balbuceé y miré a mi esposo, pidiendo una explicación.

“Ellos son escoltas de una empresa de seguridad muy reconocida, y a partir de hoy estarán asignados a acompañarte a ti y a Elliott día y noche”.

Abrí la boca de la sorpresa sin poder evitarlo, ambos hombres inclinaron sus cabezas en un gesto respetuoso, pero yo solo podía mirar a Emmett, que parecía estar tanteando mi estado de ánimo y decidió hablar antes que yo.

“No es negociable”.

Su tono tajante me hizo torcer los labios, pero mi gesto al menos logró darme un par de minutos.

“Caballeros, ¿Podrían darme un momento a solas con mi esposa?”

Ambos hombres asintieron y salieron de la oficina, les seguí con la mirada y para cuando miré nuevamente a Emmett, él seguía con la misma expresión en el rostro.

“Te repito, Irina… no es negociable”.

“Anoche dijiste que no me preocupara, que todo saldría bien”.

“Y así será, pero mientras… tú y Elliott tendrán escoltas”.

“¿Pero qué pretendes? ¿Que uno de ellos pase el día afuera de la guardería?”

“Eso es justo lo que hará”.

“Pero, Emmett, por Dios, esos hombres no están para eso, ellos…”

“Ellos harán lo que yo les diga que hagan, para eso los contraté”, argumentó con impaciencia.

“Te dije que no dejaré que nada les pase y esta es la forma de hacerlo”.

“No lo sé, Emmett… Me sentiré incómoda con un hombre de esos siguiéndome a todos lados”.

“Pero estarás a salvo, y de momento es lo más importante”.

Torcí un gesto una vez más, su lógica era bastante simple y negarme a aceptar sería inmaduro de mi parte, así que no me quedó de otra más que asentir.

“De acuerdo. ¿Pero has encontrado algo sobre el conductor de la Bronco?”

“Nada, la policía no tiene nada tampoco, al parecer quitaron las placas, porque en las cámaras de seguridad no se ve nada, pero es cuestión de tiempo”.

“De acuerdo… ¿Y sobre D’vine?” pregunté, y como si hubiese escuchado su señal para entrar en escena, la puerta se abrió y Adrien entró a la oficina.

“Tengo anuncios importantes que hacer”.

Emmett y yo intercambiamos miradas con complicidad mientras él ponía una carpeta sobre el escritorio y la abría ante nosotros.

“Estuve investigando, ya saben que hay muy poco en el portal web de D’vine, pero luego pensé… Aunque no venden nada aún, sí están produciendo, así que deben tener personal y ¿Qué necesitas para poder tener empleados en E$tados Un!dos?”

“Un EIN”, respondió Emmett.

“Correcto”.

“¿Un qué?”

Los miré extrañada.

“Número de identificación fiscal, lo que sería un SIREN para nosotros, ¿Entiendes? Toda empresa necesita uno, pero para poder obtenerlo…”

“Debe hacerlo la presidencia de la empresa”, siguió Emmett, que obviamente sabía más del asunto que yo.

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