La boda del heredero -
Capítulo 84
Capítulo 84:
“¿Mencionaron el modelo?”
Seguí cuestionando.
“No lo sé, ¿Por qué?”
“¿Crees que podríamos averiguarlo?”
“Supongo que sí, ¿Pero vas a dejar de evadirme y decirme qué pasa?”
Tardé un par de segundos en tomar una decisión, pero sentí que lo mejor era dejarlos a ambos fuera de mis preocupaciones, porque si estaba en lo correcto al menos no les llenaría de preocupaciones.
“Nada, solo pienso que sería prudente saberlo, tú lo has dicho… esto no suena nada bien para Damien, y quizás eso ayude a que Irina deje de lado sus teorías”.
“No lo sé, siento que estás manipulando la verdad, ¿Sabes?”
Adrien me miró con aire suspicaz unos segundos; mi amigo no era tonto y me conocía demasiado bien. Rebusqué en mi cabeza algo que pudiera desviar su atención y cuando lo encontré me sentí aliviado.
“¿Sabes quién manipuló la verdad? Tú, diciéndome que rompí el acuerdo prematrimonial”, solté, esperando que eso fuese suficiente, al verle sonreír supe que lo había logrado.
“Bueno… ¿Qué querías que hiciera? Llegas y empiezas a decir tonterías sobre si Irina solo quería tu dinero, divorciarte y cuántas otras estupideces… Tenía que hacer algo para frenar tu impulso de idiotez”.
Se encogió de hombros y sonrió, dejándome más tranquilo. Lo cierto era que descubrir que me había mentido con lo del prenupcial, me importó poco, en ese momento solo tenía cabeza para aquella sensación de incertidumbre que crecía en mi interior.
El hecho de que en ambos casos estuviese involucrada una camioneta me preocupaba, no quería llegar a pensar que Irina pudiera tener razón, pero al mismo tiempo no podía simplemente ignorarlo, ¿Realmente podría mi hermano hacer algo así? Sabía que su ambición era más grande que él, pero aquello era demasiado.
Mis cavilaciones no pudieron prolongarse demasiado, porque gritos desde afuera de la oficina hicieron que ambos nos pusiéramos de pie de un salto.
Salimos apresurados a ver qué pasaba y encontramos a varios de los empleados intentando ver hacia la oficina de Irina, donde, para mi gran horror, estaba Damien colérico, golpeando sobre el escritorio de mi esposa.
En cuestión de segundos estuve frente a ellos, Irina se encontraba casi pegada al ventanal de la oficina, mirando con ojos abiertos de par en par a mi hermano en su arranque de furia.
“¡Dime! ¡¿Lo hiciste?! ¡¿Así querías vengarte de mí?!”
“¡Hey! ¡Aléjate de Irina!” exclamé dándole un empujón.
“¿Qué m!erda pasa aquí?”
“Pasa que tu mujercita ha enloquecido por completo, ¡¡y no me interesa lo que diga, sé que fue ella!!”
“¿De qué hablas, Damien?” siseé con el corazón acelerado, en el fondo sabía lo que diría.
“Ella la mató, ¡Sé que fue ella!”
La oficina quedó en silencio por un minuto mientras Emmett procesaba la acusación que su hermano acababa de hacerme.
Él se veía contrariado mientras que yo simplemente no podía creerme la desfachatez de Damien.
Después de lo que había hecho…
¿Cómo se atrevía a acusarme a mí? El miedo y la ira danzaban en mi cabeza, burlándose de mí sin saber cuál de las dos debía dejar salir primero.
“A ver, Damien… ¿Cómo acusas a Irina de semejante atrocidad?”
Empezó Emmett, pareciendo mucho más recompuesto que yo.
“Ella me amenazó hace unos días, dijo que me haría pagar por lo que le había hecho, y ahora ocurre esto… ¿Quieres que me quede pensando que es una coincidencia? ¡No soy imbécil! Lo que no puedo creer es que fueses capaz de algo así”.
Mi esposo se quedó sin palabras una vez más, era obvio que los dotes de actuación que estaba demostrando Damien merecían una ovación de pie.
Yo estaba más allá de lo estupefacto, pero no iba a permitir que se saliera con la suya esa vez.
“¡¿Qué diablos ganaría yo con eso?!” grité, haciendo que Emmett me mirara contrariado.
“¿Por qué mataría yo a una completa desconocida a la que te le dabas ocasionalmente? Por favor, Damien… tendrás que buscar un argumento válido porque cualquiera que se siente a analizar esto, entenderá que tú eres el mayor beneficiado. Eres el rey del descaro por pretender culparme de tus fechorías, todo el mundo sabe que estuviste en París hace unos días, ¿Vas a negar que te viste con ella?”
“¡¿Mis fechorías?! ¡¡Fui a darle un puto cheque para que pagara las consultas médicas!”
Gritó una vez más acercándose hacia mí, pero Emmett puso una mano sobre su pecho y detuvo su avance, pero no el ataque verbal.
“¡Tú no sabes una jodida m!erda de lo que era o no era ella para mí, pero ese era mi hijo, ¿Entiendes? ¡¡No tenías ningún derecho de meterlo en tu maldita venganza!!”
Esta vez mi desconcierto fue real y absoluto, me había llevado al punto en que ya no sabía si estaba fingiendo o no, pero nuevamente fue Emmett quien tomó el control.
“Damien… Necesito que te calmes, Irina estuvo conmigo todo el fin de semana, estuvimos en París, sí; pero siempre estuvimos juntos. Además… ella jamás haría algo así”.
“¡¿Pero yo sí, no?! Es lo que estás diciendo, que yo maté a mi propio hijo”.
“Nadie está diciendo eso, Damien. Es una situación jodida y comprendo que pueda ser difícil de afrontar, pero nosotros no tuvimos nada que ver en eso, es una locura tan siquiera insinuarlo. Necesito que te vayas a casa ahora y te calmes… Hablaremos de esto más tarde”.
Ambos hombres se miraron en silencio un rato, retándose uno al otro hasta que Damien se sacudió la mano de su hermano de encima con violencia, pero sorprendentemente dio un paso atrás y se marchó de la oficina, no sin antes dedicarme una mirada amenazadora.
Emmett y yo quedamos en silencio, desconcertados y agitados por el episodio. Adrien estaba en la puerta, por lo visto había dispersado a todos los demás, y al igual que nosotros parecía no poder creer lo que acababa de oír.
“Adrien… Necesito que averigües lo que te pedí”, dijo Emmett haciendo que su amigo frunciera el ceño por unos segundos.
“Es imperativo que sepamos lo de la camioneta, es la única forma en la que se puede rastrear al que cometió esta atrocidad”.
“Creo que debemos dejárselo a la policía, Emmett… Esto ya se empieza a sentir peligroso”, respondió Adrien, en un claro desafío a la orden que recibió.
“Adrien, por favor, solo necesito que me digas el modelo de la camioneta”. Aunque el hombre seguía en desacuerdo, terminó asintiendo…
No tenía caso no acceder, fuese como fuese, todo el mundo siempre terminaba haciendo lo que Emmett decía.
“De acuerdo… Veré qué puedo hacer”, respondió a regañadientes antes de marcharse.
“¿Estás bien, Irina?” le oí preguntar, pero en ese punto me sentía incapaz de responder.
Fue entonces cuestión de segundos antes de que Emmett se acercara a mí, me tomara por los hombros y me sacudiera un poco.
“Irina, dime qué te ocurre”.
Fue solo ante sus palabras que pude darme cuenta que mis manos estaban temblando sin control, y debía estar congelada, porque sus manos se sentían hirviendo ante nuestro contacto.
“Es que… Quiere culparme, quiere ponerte en mi contra, quiere…”
No lograba controlar el temblor de mis labios.
“No lo va a lograr, sé que no serías capaz de algo así; pero igual me preocupa que lo esté haciendo, Adrien tiene razón en algo… Esto ya es demasiado turbio”.
“Solo quiere inculparme, para no verse involucrado”.
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