La boda del heredero
Capítulo 82

Capítulo 82:

Recordaba la noche en la que le pedí a Irina que se casara conmigo, recordaba el día de nuestra boda, o al menos eso creía, podía verla en aquel vestido lleno de extraños flecos, por el cual tendría que preguntarle luego; también recordé un par de discusiones motivadas por Charlotte, muchas otras por Damien.

Unos minutos después, vi a Irina salir de la casa con el intercomunicador de bebé en manos. Esperé paciente y silenciosamente a que se sentara frente a mí.

“En serio lo siento, Emmett”, murmuró un segundo después.

“¿Quieres explicarme cómo fue que le dijiste que tenía amnesia?” pregunté en tono calmado, no tenía sentido enfurecer ni reclamarle nada.

El recuperar la memoria había traído consigo el conocimiento de una verdad indiscutible…

Irina era una avalancha de imprudencia tras imprudencia, una fuerza de la naturaleza, y eso no lo cambiaría ninguna palabra mía.

“No se lo dije, estaba fanfarroneando, quería asustarlo un poco… Lo amenacé y luego hice un comentario de que tú no recordarás lo que dijiste”.

Chasqueó la lengua y se pasó una mano por el rostro.

“Él recordó que Nadine y Gioconda le comentaron que ya me habían escuchado decir lo de la amnesia antes… Él solo lo dedujo, ni siquiera me dejó negarlo, solo se fue y ya”.

“Ya veo…”

‘Típico de ti hablar de más’.

“¿Y puedo saber por qué y con qué le amenazaste?”

“¿Por qué? Pues porque incluso ahora me hierve la sangre por lo que hizo… ¿Entiendes cuánto tiempo perdimos por su culpa? Todo lo que me hizo, la humillación, yo… Me entregué a él, Emmett, fui una estúpida”.

“Lo que ya pasó no hay cómo cambiarlo, Irina. Tampoco me hace feliz, pero ceder a las ganas de romperle la quijada cada que le escuché decir tu nombre no hará que el pasado se esfume, solo le doy el poder de seguir manchando mi futuro… y no quiero eso”.

“¡¿Qué dices entonces? ¿Que debo poner la otra mejilla?” preguntó con amargura.

“No puedo hacer tal cosa, Emmett”.

“No es poner la otra mejilla, es simplemente superarlo… dejarlo ir, mantenerte por encima de eso. ¿Has pensado en cómo me hace sentir que después de todo este tiempo sigas mostrando esta pasión por él?”

“¿Pasión?”

“Sí, Irina. Es frustrante oírte hablar de él y preguntarme qué es más fuerte… ¿Qué es más importante, tu amor por mí o tu odio hacia él?”

“¡Qué dices! Claro que tú eres más importante para mí. Tú y Elliott son mi vida, mi norte, ustedes…”

“Entonces no lo pongas en riesgo y déjalo ir”.

“Es tan fácil decirlo… Hacerlo no lo es tanto”.

“Sé que no, ¿Sabes cómo lo sé? Porque yo tuve que tragarme mi orgullo y mis dudas con tal de estar contigo, y cuando lo conseguí tuve que soportar verte llorar por él y que me rehuyeras cada que intentaba acercarme, pero aquí estoy, ¿Entiendes? Lo toleré porque para mí era más importante estar contigo, sabía que podíamos ser felices a pesar de él, pero no lo lograremos si te sigues aferrando a esos sentimientos. Así que necesito que lo dejes ir… ¿Puedes hacer eso?”

Irina me miró en silencio y asintió unos segundos después, pero sus labios temblorosos me hicieron saber que mentía, aunque quizás yo era más consciente de eso que ella.

Las palabras de Adrien empezaron a pesar sobre mí, porque quizás él tenía razón y la venganza contra Damien era más importante para ella que nuestra relación, incluso ahora, con Elliott de por medio, eso no parecía cambiar…

Y descubrirlo me entristecía.

Pero ya podría sufrir por ello cuando estuviera solo.

“¿Con qué le amenazaste?”

Decidí preguntar, ignorando su respuesta anterior, verle sonrojar me hizo respirar profundo y esperar el golpe.

“Le dije que te convencería para poner el lote de tierra adicional a nombre de Elliott, en lugar de al de su hijo, que fue lo que me comentaste una vez”.

Cerré los ojos un tanto decepcionado. Irina parecía estar llevando todo al extremo, ¿Cómo había podido siquiera pronunciar algo así?

¿Tanta era su sed de venganza que no le importaba afectar a un niño que nada tenía que ver?

“De verdad lo siento, Emmett” repitió mientras yo masajeaba mi frente.

“Sé que me excedí, pero…”

Alcé una mano para detenerla, porque entre toda su palabrería…

Una cosa hizo ruido en mi cabeza.

“¿De verdad planeabas hacerlo?”

Al verle fruncir el ceño me incliné más hacia adelante y agudicé la mirada sobre ella.

“¿De verdad planeabas decirme que hiciera eso sin recordarme que un día se lo prometí a su hijo? ¿Ibas a usarme de esa forma?”

Le vi abrir la boca y volver a cerrarla sin decir una sola palabra…

No necesité ninguna confirmación. Decepcionado y dolido me puse de pie, dispuesto a marcharme, pero en el último instante me giré hacia ella.

“Lo haré… Dejaré las tierras a nombre de Elliott, mañana mismo llamaré a los abogados; así los hijos de Damien no podrán tener derecho alguno… Espero que eso te haga feliz, porque ya nos ha cargado un par de noches a nosotros”.

Las lágrimas empezaron a caer por sus mejillas, pero hoy no me detendría a consolarla…

Era tiempo de que conociera que su venganza estaba empezando a alcanzar un alto precio.

Entré a la casa y me di una ducha rápida para meterme a la cama… Rogando para dormirme rápido, quizás las cosas se verían distintas con la luz del sol.

Pero al final resultó que no sería así, a la mañana siguiente todo se veía igual de jodido, las cosas entre nosotros se tensaban segundo a segundo, el desayuno y el trayecto en el auto fueron incómodos y dolorosos; para cuando llegamos a Lefev’s y creí que podría librarme un poco de todo mi drama interno…

Este abrió la puerta y entró a mi oficina con la forma de Adrien, recordándome así que aún había algo pendiente por resolver.

“Hola, ¿Cómo les fue el fin de semana?” preguntó con buen humor, sin tener idea de que yo estaba por joderle la vida…

Si es que algún día se me ocurría algo para abordar el tema.

“Pues… el fin de semana estuvo grandioso. Mi lunes, por otro lado… fue asqueroso”.

“¿Tanto así, hombre? ¿Qué ocurrió?”

“Pues… descubrí que Damien tiene a mi personal de confianza en los viñedos vigilado, que mi familia emboscó al padre de Irina para que no siguiera tus consejos; recuperé gran parte de mi memoria, y luego mi esposa me dio a entender que su deseo de venganza es más fuerte que todo el amor que dice tenerme”.

“¡Diablos! Debes tener los niveles de… ¡Aguarda! ¿Recuperaste la memoria?” Preguntó genuinamente feliz ante la noticia.

“Ayer mismo, iba en carretera y de repente… todo volvió a mí”.

Torcí el gesto, aún no le había mencionado a nadie sobre el hecho de que sí fue un accidente provocado, pero no tuve demasiado tiempo para pensar en eso, porque mi teléfono empezó a sonar justo en ese instante.

“¿Bueno?”

“Emmett, un gusto saludarte, soy el doctor Giroud”.

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