La boda del heredero
Capítulo 81

Capítulo 81:

“¿Qué más recordaste?”

“Todo… o no lo sé… Mucho; demasiado, quizás… Estoy hecho una m!erda, Irina. Por eso quería estar solo un momento”

“Pero… Habla conmigo, Emmett… Dime qué recuerdas que es tan terrible”.

“¿De qué hablo? Qué recuerdo, por ejemplo, las malditas noches que pasé pegado a una puerta escuchándote llorar al otro lado. Recuerdo la impotencia y el desprecio que sentía en ese momento, el odio hacia mi hermano… Recuerdo el dolor, Irina… Saber que nada de lo que te ofrecía podía hacer que lo olvidaras”.

Cada una de sus palabras fue un dardo venenoso clavado en mi espíritu, pero no podía culparle por estar enfadado; aquella había sido una conversación que jamás tuvimos…

Lamentaba que tuviéramos que tenerla de ese modo, pero ya no había escapatoria.

“Emmett, yo… en serio lamento que tuvieras que pasar por eso; lo lamenté entonces y no sabes cuánto más lo hago ahora. Tu hermano no merece las lágrimas de nadie, pero tú no mereces sentir que no eres suficiente”, sollozé avergonzada.

“Tú me diste todo, fuiste amable y paciente conmigo, comprensivo y cuando finalmente estuve lista para dejarlo ir… Me mostraste un mundo completamente nuevo y maravilloso, ¿Eso también lo recuerdas? ¿Recuerdas cómo te bastaba solo tocarme para hacerme olvidar de Damien y de cualquier otro hombre en el mundo? ¿Recuerdas cómo me entregué a ti por completo?”

“Lo recuerdo”, murmuró con la mirada perdida.

Me acerqué a él y tomé su rostro entre mis manos una vez más, obligándole a mirarme.

“Estuve perdida un tiempo, pero ya no más. Lo sabes… Soy solo tuya”.

Decir aquello fue quizás una invitación a comprobarlo, porque al tiempo que asentía repetidamente con la cabeza, Emmett me tomó por la cintura y me pegó a su cuerpo casi con violencia.

Parecía estar tan dominado por sus impulsos, que besarme lo fue lo primero que hizo…

Fue a lamerme; sujetó de mi barbilla sin miramientos y dejó que su lengua saboreara mis labios. Pero aquel lascivo gesto más que cohibirme lo que provocó fue que me encendiera como un cerillo… de fuego salvaje.

Le besé con la misma urgencia y me aferré a su camisa con fuerza, sintiendo que aquella era una barrera imperdonable entre nosotros.

Sentir sus manos en mi trasero solo me elevó; el hambre que veía en sus ojos ere indescriptible…

Ser deseada por Emmett era una sensación indescriptible.

No puse resistencia alguna cuando empezamos a movernos, y para cuando chocamos contra la mesa y él me obligó a mantener mis manos sobre la superficie, supe que, de forma consciente o no, buscada reafirmar mis palabras.

Soltó los botones de mi blusa en un segundo y al siguiente tenía su lengua sobre mis sensibles pechos, enloqueciéndome con su boca.

Saber que estábamos solo me dio la libertad de gemir sin controlarme. Había pocas cosas que amara tanto como sentir sus labios envolver mis pez0nes.

Quise dejarme caer de espalda, que me tomara sin tapujos sobre el comedor de nuestro hogar cuando e suponía que deberíamos estar trabajando, así de desinhibida me sentía…

Así de libre era cuando estaba con él.

Pero Emmett tenía mejores planes; dejó de torturar mis pechos y me obligó a darme la vuelta y quedar de espalda a él; entonces sus manos volaron hacia el sur y se colaron bajo mi pantalón y mis bragas.

Sentir sus dedos sobre el húmedo y palpitante núcleo de mi ser me desquició.

Apoyé mi cabeza sobre su hombro y dejé que se divirtiera conmigo un rato…

Eso era placentero para ambos, podía sentir lo excitado que estaba y no podía dejar de pegarme a él, no podía saber qué tanto había recordado, pero esta vez no le dejaría olvidar cómo colisionan los mundos cuando unimos nuestros cuerpos.

Pero nuevamente… sus ideas fueron mejores.

Oír el sonido de la cremallera me hizo temblar de expectativa, y cuando con una delicada mano en mi nuca me obligó a inclinarme sobre la mesa y quedarme ahí mientras bajaba mis pantalones…

El calor que había marcado el encuentro hasta ese momento se duplicó.

Entró en mí sin aviso y sin decoro, pero se sintió como si llevase demasiado tiempo esperando.

Siempre me había parecida maravillosa la forma en que lograba que gestos tan posesivos y lascivos para cualquiera, entre nosotros se vieran como confirmaciones no verbales de amor.

Al comienzo fue terriblemente lento, una tortura y un premio al mismo tiempo.

Sus movimientos me hacían consciente de cada centímetro…

Cada roce….

Para cuando le oí gruñir y tuve sus manos firmemente sujetas en mi cadera…

Yo ya me encontraba al borde de la perdición; me bastaron solo un par de estocadas para que mi v!entre se tensara y mi cuerpo entero se sacudiera por el orgasmo, sin embargo eso no le detuvo, siguió estampándose contra mí sin piedad hasta que me arrancó un nuevo grito de placer que se mezcló con el suyo, solo entonces se inclinó sobre mí.

“Te amo”, susurró contra mi oído.

“Y te juro que haré que todo eso que dijiste sea cierto… haré que todo el mundo desaparezca cuando estamos juntos, porque tú eres mía, siempre lo has sido… y pasaré mi vida entera demostrándolo, somos el mejor equipo”

Aquella última frase me hizo recordar que yo era el eslabón débil de aquel duo.

Pasé del exquisito placer al nerviosismo…

Emmet me iba a matar cuando supiera lo que hice esa mañana.

“¿Estás bromeando conmigo?” pregunté mirándola con perplejidad al tiempo que Elliott corría riendo hacia sus brazos.

“No, Emmett… No voy a bromear con algo así”. Tomó a nuestro hijo en brazos y apartó su mirada de mí para atender sus demandas y luego me miró nuevamente. “Creo que ya quiere ir a dormir, regresaré en un momento”.

Dicho aquello, mi impulsiva esposa se llevó al niño al interior de la casa mientras yo me quedaba ahí en el jardín, contemplando la luna nueva de esa noche.

Luego de nuestro encuentro en el comedor, habíamos decidido ir a buscarlo a la guardería juntos para luego salir a pasear un rato y al regresar a casa quisimos sentarnos un rato en el jardín. Ante los acontecimientos de ese día, me sentía un tanto extraño con respecto al niño y quería ir dejando eso atrás.

Ahora podía recordar lo vivido durante el embarazo de Irina, lo emocionado que estuve todos esos meses y eso era maravilloso, pero aún tenía muy fresco el recuerdo de mis acusaciones en su contra, que entendibles o no, ahora eran dolorosas no solo para ella sino para mí también… Necesitaba sacar eso de mi sistema, y quería hacerlo conviviendo más con él.

Todo marchaba bien hasta que Irina eligió justo ese momento para confesar que, gracias a ella, ahora Damien sabía sobre la amnesia.

Bebí un sorbo de agua y medité al respecto… Sabiendo cómo era Damien, y la cantidad de infamias que podía decir o hacer, ¿Qué podía esperar ahora? Seguramente intentaría sacarle provecho, pero… ¿Cómo?

Una voz en mi interior me gritaba la respuesta obvia… ponerme en contra de Irina, ese sería su objetivo principal; eso no me preocupaba, lo que más me inquietaba era si intentaría ocultar su participación en lo de D’vine, que aunque no habíamos confirmado nada concreto aún… tenía su nombre por todos lados.

‘Es una maldita fortuna que justo hoy recuperara mis recuerdos’, me dije a mí mismo, porque si bien aún tenía un desorden en la cabeza, estaba seguro de poder recordar todo.

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