La boda del heredero
Capítulo 74

Capítulo 74:

Cuando estuvimos a la orilla de los almohadones, se inclinó frente a mí y desató las tirillas de mis tacones para sacarlos y luego empezó a deslizar sus manos desde mis tobillos hasta mi cadera.

Soltó la cinturilla de mi falda y la dejó caer al suelo, para luego deshacerse de mi camisa, tomándose un tiempo para mirarme con lujuria cuando me quité el brasier.

El lapsus de tiempo que le tomó desnudarse, lo sentí como un pestañeo, lo siguiente que supe fue que se dejó caer sobre aquella cama improvisada, llevándome con él.

“Aguarda… ¿No vas a cubrir el ventanal?” pregunté, impidiendo que me quitara la única prenda que me cubría de la desnudez absoluta frente a aquella hilera de cristales que nos daban plena vista de la ciudad.

“Otro error para enmendar, cuando me contaste sobre nuestra primera vez juntos… Me dijiste que te besé frente al ventanal pero te llevé a la habitación luego, obviamente estaba ebrio… No debí llevarte a la habitación, debí hacerte el amor ahí mismo, mirando a la ciudad, alimentándonos de su romanticismo”

“Aguarda, dices que cenar frente a la torre es demasiado cliché, ¡pero hacer el amor frente a ella no lo es?” pregunté divertida, estaba amando cada segundo de esa noche.

“Sí, bueno… hay algunos clichés que son demasiado poderosos como para pasarlos por alto”

Se encogió de hombros, haciéndome reír, pero de inmediato siguió con su tarea de liberarme de las bragas.

Con la piel erizada de expectación y el corazón latiéndome tan deprisa, hubiese sido muy fácil dejarme llevar y perderme en el placer que podía darme, lo veía brillar en sus ojos; pero luego de todo lo que había hecho…

Quise ser yo quien lo consintiera un poco.

Le hice recostarse y me senté a horcajadas sobre él, inclinándome sobre su pecho para besarlo a mis anchas, mientras él suspiraba de placer; al sentir su corazón latir con violencia por mis caricias, comprendí entonces que ninguno de los dos podría resistir demasiado.

Así que sin pensármelo demasiado, y respondiendo al anhelo de mi cuerpo, me acomodé sobre su er%cción y dejé que se deslizara en mi interior en un movimiento lento. Emmett se sujetó de mis caderas y dejó escapar un gruñido gutural que me enloqueció por completo.

La música aún sonaba, pero desde ese instante solo fui consciente de él y sus expresiones, sus respiraciones ahogadas, cada apretón sobre mi piel…

Cada una de las veces que pronunció mi nombre.

Mis movimientos alcanzaron un ritmo frenético que me llevó al borde orgasmo mucho más rápido de lo que imaginé…

Y cuando dejaba escapar aquel grito de placer absoluto y sentía mi cuerpo volverse de gelatina, sentí los temblores de Emmett en mi interior y eso estuvo a punto de catapultarme una vez más a la cima.

Me dejé caer sobre su pecho, dejando que mi cabello se desparramara sobre él, y nuestra íntima conexión se prolongara, aunque el más ligero movimiento nos sacudía por completo.

Pasaban los minutos y nuestras respiraciones no se calmaban, me sentía llena y feliz, me sentía completamente en paz, sentía que nada me podía pasar estando ahí entre sus brazos.

“Te amo”, susurré, sabiendo que se escapaba de mis labios, pero sin poder hacer nada evitarlo.

Emmett se tensó y nos hizo girar sobre el colchón para quedar sobre mí y mirarme fijamente.

“¿Me amas?” preguntó con un hilo de voz.

“Sí, te has colado en mi corazón y en mi alma… Te amo como nunca creí posible”

Sincerarme pareció librarme de un gran peso, pero lo que vino a continuación… Me liberó hasta de la gravedad.

“Yo también te amo, Irina… Te he amado siempre, esta amnesia podrá durar toda la vida, pero jamás podrá hacer que lo olvide… Siempre has sido tú”

Su respuesta me dejó inmóvil y estupefacta, porque si estaba entendiendo bien…

Había cosas de las que yo no estaba enterada, y por cómo ladeó la boca en una sonrisa apenada, supuse que él lo entendió.

Se apoyó sobre su codo y suspiró, preparándose para explicarme todo lo que yo había preguntado sin decir una sola palabra.

El silencio seguía haciéndose pesado entre nosotros mientras Emmett, acostado sobre los almohadones, se cubría los ojos con un brazo.

“Verás, Irina… Yo no recuerdo mucho sobre la noche que te pedí que te casaras conmigo, nada de lo que ocurrió después, pero… Puedo entender por qué lo hice o… por qué me arriesgué a hacerlo, y la razón es porque yo llevo años enamorado de ti” dijo finalmente sentándose una vez más frente a mí.

“¿Años?” susurré en shock, esperando que de un momento a otro me dijera que estaba bromeando conmigo.

“Sí, años… Obviamente siempre supe de tu existencia, pero quizás no fue sino hasta que llegaste a los diecisiete, creo… Que empecé a mirarte con otros ojos. Recuerdo que celebraste tu cumpleaños en el bar, Hugo nos invitó… papá y yo fuimos los únicos que asistimos, por supuesto” dijo entornando los ojos, ambos sabíamos la razón, su familia jamás se rebajaría a asistir a la fiesta de una pobre insignificante como yo.

“Recuerdo que pasaste toda la noche sentado junto a tu padre… bebiendo de la misma cerveza, creo que nunca te la acabaste” murmuré sonriendo, recordaba perfectamente esa noche… y lo recordaba a él.

Estaba saliendo del baño del bar, cuando me topé con Marie y las chicas, todas aglomeradas detrás de los materos palmeados que decoraban el local.

“¿Qué ocurre?” les había preguntado cuando las alcancé.

“Estamos admirando al bombón de dulce de leche” respondió mi amiga con gesto lascivo, haciéndome reír.

“¿Damien está aquí?”

“¿Damien? ¿Qué? Nada que ver” intervino Lorreine con una mueca.

“Hablamos de Emmett… ¿Acaso no es un sueño?”

Miré en dirección a la mesa de los Lefebvre una vez más, no había vuelto a hacerlo desde que llegaron, comprobar que Damien no había ido me había roto el corazón.

Vi lo que ellas tanto admiraban, Emmett era un veinteañero que, a ojos de cualquier mujer, estaba para comérselo, yo tampoco era inmune a eso, pero en mi caso particular, siempre le había considerado demasiado callado y distante.

Peinado hacia un lado, estaba más cerca de ser su padre que de ser su hermano; pocas veces le había visto reír…

Era guapo.

Se notaba que hacia ejercicio, también era rico, el heredero de todo el imperio Lefebvre, sí, pero a veces pensaba que sería demasiado aburrido y desapasionado estar con alguien como él.

“¿En serio les gusta?” pregunté sin comprenderlo del todo, ¿Cómo chicas como ella se fijaban en hombres como él? “No entiendo cómo es que a ti no… ¡Miralo! En mis sueños, es el chico al que le gusta esposarme a la cama”

“¡Oh, vamos, Lorraine!” exclamé haciéndolas reír.

“Yo la apoyo, además, ¿Vas a decir que no se ve se%y bebiendo de su cerveza? Es tan sofisticado y varonil… Y nosotras bebiendo de este asqueroso ponche”, se quejó Marie antes de sonreír ante una idea.

“Oye… ¿No crees que él pueda conseguirnos un par de cervezas?”

“¿Emmett Lefebvre? ¡Estás loca? Ni hablar”.

Sacudí la cabeza ante la locura que había dicho, ese era un hombre correcto y que seguía las leyes.

“Nunca les dará una cerveza”

“Pero a ti sí, eres la cumpleañera. Anda, sácalo a bailar, no te dirá que no, hablas con él, coqueteas un poco y luego le pides…” insistió Marie.

“Vamos, Irina, de seguro ni arma drama por eso, inténtalo”, suplicó Lorraine.

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