La boda del heredero -
Capítulo 73
Capítulo 73:
“Lista” respondí sintiendo cómo el corazón se me aceleraba cuando nuestras manos entraron en contacto, él pareció notarlo, porque sonrió con picardía y clavó su mirada en mis labios…
No sabía a dónde íbamos, pero sin duda sabía cómo terminaríamos la noche.
Treinta minutos después nos encontrábamos en Les Jules Vernes, uno de los restaurantes más prestigiosos de París, maravillándonos con la vista destellante de la ciudad.
“Salud, por una velada encantadora”, dijo Emmett, acercando su copa hacia mí.
“Si va a comenzar así… Será una velada única”
Choqué mi copa con la suya.
“¿Te gusta mi elección?”
“Me encanta, jamás había venido… es hermoso”
“Estuve pensándolo mucho, busqué todas las opciones, pero todos ofrecían lo mismo, y siempre he pensado que lo de cenar con la Torre Eiffel de fondo es demasiado cliché, así que mejor…”
“¡Me trajiste a comer a la Torre Eiffel!” pregunté sonriendo.
“Exacto, el Champ de Mars es una vista igual de hermosa, y en tu compañía es incluso mejor”
“Creo que diré lo mismo. Pero me sorprendes un poco… otra vez. No sabía que se te daba tan bien todo esto del romanticismo”
“¿Antes no hacíamos estas cosas?”
“No, eras un poco más efusivo cuando…hacíamos el amor”
Sonreí y me sonrojé un poco.
“Pero estoy empezando a creer que el accidente te desconfiguró algo aquí adentro”, comenté, sintiéndome un poco extraña por estar haciendo chistes sobre eso, pero por lo visto no le molestó.
“Ya veo… Pues entonces creo que te llevarás una sorpresa en un rato”
Bebió de su copa sin apartar la vista de mí, dibujando una endemoniadamente seductora sonrisa en el proceso.
“¿Hay más sorpresas?”
Alcé una ceja cuando él empezó a sacudir la cabeza.
“No te apresures, por ahora terminemos la cena, solo te diré que el postre lo tomaremos en otro lado”
Seguía sonriendo del mismo modo, pero hubo algo en sus palabras que me erizó la piel y me provocó un hormigueo en la parte baja del v!entre, y de algún modo… él lo supo, lo vi en el brillo de sus ojos.
“De acuerdo, tal vez podamos apresurarnos un poco”
Sonreí y me mordí el labio llena de anticipación.
Un rato después caminábamos de la mano por el Campo de Marte, a la altura de la fuente, dejando que la brisa nocturna alborotara mi cabello antes que él me guiara hacia la avenida Reclus y, sorpresivamente, me hiciera entrar a un edificio de la otra acera.
“Ya verás”, se limitó a decir mientras me guiaba hacia el elevador.
Llegamos al último piso y salimos directamente a un amplio salón repleto de grandes ventanales. Paredes de ladrillo artísticamente deslucidos y lámparas de estilo industrial, pero de toda la estructura del techo colgaban extensiones de luces…
Todo un cielo estrellado.
Uno de los ventanales estaba abierto y justo ahí una pequeña mesa con una botella de champagne y un cuenco de fresas esperaba por nosotros, y un poco más al extremo… una hermosa tienda hecha con listones de tela traslúcida, con el suelo cubierto de almohadones, colchas y… pétalos de rosas.
“¿Qué es esto?” pregunté asombrada.
“Un salón de fiesta, dan clases de tango y salsa… esas cosas, pero hoy es nuestro”, respondió mientras me quitaba el abrigo.
“¿Y qué hacemos aquí?”
“Bueno, es que… así como quiero recuperar el tiempo perdido, también quiero enmendar mis errores. Dadas las circunstancias en las que se dio nuestro matrimonio… asumiré que no tuvimos ninguna celebración, y por lo que me cuentas, puedo deducir que esa fiesta que organizó mamá fue una maldita m!erda”
Solté una carcajada y me mordí el labio mientras le veía abrir la botella.
“Así que hice esto”, gesticuló a su alrededor.
“Para que pudiéramos tener una celebración real, y creo que es romántico hacerlo frente a la Torre Eiffel”
“Mmh… Entonces… ¿Un baile, champagne y fresas? Pero… ¿Y la pequeña habitación improvisada de allá?”
Señalé la tienda con los almohadones, y eso le hizo sonreír con picardía.
“Vale, puede que también quiera tener una noche de bodas como Dios manda, eso no es un crimen, ¿O sí?”
Me dedicó un guiño y yo no podía estar más fascinada.
¿Acaso no era aquello lo que toda mujer soñaba encontrar en su amante?
Una persona que tuviera ese tipo de gestos solo porque sí. En mi caso, que lo hiciera Emmett, se me hacía incluso más maravilloso.
“Brindemos por nosotros… Y por la familia que queremos ser”.
“Por la familia que somos”
Le corregí chocando mi copa con la suya.
Él bebió tan solo un poco y tomó un control remoto de una repisa, un segundo después la música llenó el salón.
Tomó mi mano y me hizo bailar al ritmo de: ‘Save they last dance for me’ de Michael Bublé, haciéndome reír divertida, pero al mismo tiempo comprendí que me sentía inmensamente feliz.
Luego del día que habíamos pasado y todo lo que me dijo esa mañana, nada me hacía más feliz que estar entre sus brazos, y envuelta en aquella nube de gozo…
No supe controlarme.
“Amo estar contigo”, murmuré mientras apoyaba mi cabeza en su hombro, y al sentir mi tensión por aquel desliz, Emmett me apretó más contra sí.
“Luego de enterarme de que estuve en coma un año entero… Saber que estaba casado contigo fue la mejor noticia que pude haber recibido. Es como si de algún modo el universo estuviera recompensando mi desdicha”, su respuesta fue inesperada, jamás hubiese imaginado que diría eso, pero fue justo lo que quería oír sin saberlo.
Tomé su rostro entre mis manos y nos besamos lentamente.
El roce de nuestros labios era una danza acompasada pero que iba encendiendo el más violento de los fuegos en nuestro interior.
Dejé que mi lengua se deslizara sobre sus labios en un gesto descarado que le hizo respirar profundo.
“Si empiezas a hacer eso… habremos arruinado nuestro tercer intento de celebrar nuestra unión”, murmuró, pero en contraposición a sus palabras, que pedían calma, sus dientes se hincaron en mi labio inferior como una deliciosa tortura.
“¿En serio creíste que pasaríamos de la primera canción?” Mientras hablaba, empecé a soltar los botones de su saco y a deshacerme de él con rapidez.
“No, pero creí que al menos la terminaríamos, aunque…”
Hizo una pausa y suspiró una vez más cuando coló sus dedos bajo la tela de mi blusa y vio un poco del encaje que llevaba puesto, por lo visto aquello le gustó.
“¿Qué diablos iba a saber yo?”
Me tomó nuevamente entre sus brazos y empezó a besarme con pasión mientras me instaba a caminar en dirección a la tienda.
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