La boda del heredero -
Capítulo 69
Capítulo 69:
La mujer me miró con mal gesto.
“Pero…”
“Danos un momento”, repitió Emmett antes de que ella pudiera decir algo más.
“Llévate el informe y haz las correcciones que te pedí, cuando lo hagas lo vuelves a traer”.
Charlotte aceptó a regañadientes y un minuto después estábamos los tres solos.
“¿Qué ocurre?”, preguntó Emmett, haciéndome un gesto conciliador al notar mi enfado.
Torcí los labios y retomé mi objetivo.
“Llevé la lista de cuentas a Recursos Humanos, como pediste, pero Giselle me está diciendo que es información confidencial, y aparentemente no estoy autorizada para saberlo”.
La mujer se removió inquieta ante la mirada intrigada de Emmett.
“¿Confidencial? ¿Quién lo hizo confidencial?”
“El Señor Damien”.
Pude ver cómo el rostro de Emmett se crispó al oír el nombre de su hermano… confirmando parte de sus temores.
“Bien, Giselle, te voy a explicar algo… En esta empresa, no hay ningún archivo que esté prohibido para mí, ¿Entiendes eso?”
“Sí, señor”, susurró la mujer.
“Perfecto, entonces vas a regresar a tu oficina, vas a imprimir toda la información referente a esa plantilla, y me la traerás acá a mis manos, antes de que el día acabe, ¿Entiendes eso?”
“Sí, señor”.
“Sin que nadie lo sepa… Es una orden”, siguió Emmett en gesto amenazante.
Giselle asintió y salió de la oficina.
Cuando estuvimos solos nos quedamos tan solo un par de segundos en silencio antes de que yo decidiera hablar.
“Bueno, te dejo continuar…”.
Empecé a darme la vuelta pero su voz me detuvo.
“Aguarda”.
Detuve el paso y me giré otra vez para encontrar que se acercaba a mí, se me aceleró el pulso, pero lo que hizo fue pasar a mi lado y cerrar la puerta y pasarle seguro. Entonces el espacio pareció reducirse a la mitad.
“¿Por qué siempre que me ves con Charlotte terminas odiándome?”, preguntó en un susurro mientras se acercaba a mí.
“¿Por qué cada vez que te dejo solo un rato te encuentro con ella?”, pregunté en respuesta, eso le hizo sonreír con picardía.
“Yo solo estoy trabajando, te recuerdo que ella es la contadora principal de la empresa y justo ahora necesito hacer revisión de finanzas, ¿Recuerdas?”
“Qué conveniente”, dije entornando los ojos, pero al final tuve que ahogar un suspiro cuando sentí su aliento sobre la piel de mi cuello.
“No, no es para nada conveniente, porque eso solo hace que te enfades conmigo”, siguió mientras, para mi amargura, se alejaba un paso de mí.
“¿Y cómo no voy a molestarme? Siempre estás con ella, ayer te vi pasar con ella y eso me enfureció tanto que tuve que irme”.
“Pero por qué eso te incomodaría… Soy hombre de una sola mujer, y esa mujer eres tú, lo juré ante una iglesia”.
Sonrió, pero luego torció el gesto confundido.
“¿Lo juré en una iglesia, no?”
Entorné los ojos y sacudí la cabeza.
“No, Emmett, lo hiciste ante un puto juez de la ciudad, y luego montamos un circo frente a la gente del pueblo para hacer feliz a Gioconda”.
“Ya veo… Pero como sea, lo juré y mi palabra la cumplo, ¿Entonces cuál es el problema?”
“El problema es que no me gusta, ¿Entiendes? Esa mujer te come vivo cada vez que te mira y no me gusta, ¿acaso te sentirías cómodo si el caso fuese al revés?”
“No me sentiría amenazado”, dijo con petulancia.
“¿No?”
“No, estoy bastante seguro de poder satisfacerte en todos los ámbitos, y confío en que tú me serás fiel”.
Se encogió de hombros con las manos en los bolsillos del pantalón, como si fuese bastante simple el asunto.
“¡Pues bien por ti!”, exclamé alzando las manos para luego apuntarlo.
“Pero a la z%rra pelirroja no la quiero cerca de ti”.
“De acuerdo, ¿Qué te parece si mis reuniones con ella las hago en presencia de Adrien? ¿Estaría mejor?”.
Alzó una ceja sonriendo, mientras yo lo meditaba.
Sabía que estaba siendo extremista, pero al menos estaba logrando un avance, y aunque él parecía burlarse… imaginé que cumpliría su palabra.
“Vale, para empezar estaría bien”.
Accedí arrancándole otra sonrisa.
“Bien… ¿Y yo qué gano?”, preguntó agudizando la mirada.
“A ver… ¿Tienes que ganar algo?”
“Yo no hago ningún trato si no obtengo algún beneficio, sería un mal hombre de negocios si lo hiciera”.
“Bueno, no sé… Lo tienes todo, ¿Qué quieres?”
“Quiero una noche”, dijo conteniendo una sonrisa al ver mi expresión.
“¿Una noche? ¿A qué te refieres? ¿No me tienes ya todas las noches?”
“No, pero esta vez será diferente… Hablé con Paulette, estará en París este fin de semana, se verá con Adrien, pero puede cuidar a Elliott la noche del domingo, así que… Esa noche saldremos, haremos lo que yo diga, y no podrás refutar nada… eso quiero”.
“Ah, como una prisionera”, murmuré con sarcasmo.
“No como una prisionera… Mi prisionera”
Que me siguiera el juego se me hizo encantador.
“¿Hay alguna diferencia?”
“El lunes por la mañana no te quedarán dudas”
Solté una fuerte carcajada.
“¿Dónde aprendió esas frases de conquista, Señor Lefebvre?”
“¿Tenemos un trato o no?”, preguntó con divertida impaciencia. No pude evitar sonreír, solo había una respuesta obvia…
¿Acaso no ganaba yo con eso?
“Vale, vale… Una noche, sin abrir la boca ni quejarme, vale… Pero a Charlotte la quiero lejos”
Le apunté una vez más.
En ese momento Emmett se inclinó sobre el teléfono y marcó, unos segundos después, escuché la voz de Charlotte en altavoz.
“¿Ya estás libre?”, preguntó la mujer en tono meloso, haciéndome entornar los ojos.
“Sí, pero necesito que vengas con Adrien, dile que yo solicito su presencia aquí”, respondió antes de cortar la llamada y mirarme.
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