La boda del heredero
Capítulo 68

Capítulo 68:

“Y aclaremos algo… La única cosa que puede matar a Damien es una bala en el cráneo, no un pistacho”, bromeó Emmett.

“¿Intentarás mejorar tu relación con Elliott?”, pregunté, ignorando su broma.

“Lo haré, lo prometo. De hecho… Creo que deberíamos ir este fin de semana a París, ya que no podemos ir al exterior. Encontraremos algo que hacer… Los tres. Mañana terminaré unas cosas pendientes en la oficina y regresaremos el martes en la tarde, luego de mi cita con el doctor. Creo que nos hace falta algo de descanso”, propuso Emmett.

“¿Hablas en serio?”, pregunté sintiéndome en shock.

“Muy en serio, de hecho, solo tengo que confirmarle a la aerolínea y tendremos todo listo”, aseguró.

“¿Y no estás molesto por lo de esta mañana… o por lo que pasó en la oficina?”, pregunté tímidamente.

“Hablé con Nadine, llegó bien a casa; y lo que pasó en la mañana… lo discutiremos luego, todo lo discutiremos luego, ¿De acuerdo?”, respondió Emmett con calma.

“De acuerdo”, logré murmurar.

“Vale… Iré a darme una ducha entonces”, anunció él.

Dicho esto, se inclinó para besar mi frente y se alejó.

Le vi perderse en el corredor sin saber realmente qué estaba pasando, pero esa pequeña llama que ardía en mi interior, esa que había ido creciendo por el avance de nuestra relación, esa noche ardió como si hubiesen rociado gasolina.

Me dejé caer de espalda en el sofá y sonreí, si realmente Emmett hablaba en serio…

¿No estaría consiguiendo con eso todo lo que quería?

¿No seríamos una familia plena ahora?

‘Salvo que no me ama’, me dije un poco pesimista, pero sacudí la cabeza y aparté esos pensamientos, ese no era el momento.

Me levanté para ir a darle un vistazo a Elliott, si Dios así lo disponía, tal y como dijo Emmett, pronto nos olvidaríamos de todo eso…

En París…

Como una familia.

“Buen día, George”, dije al entrar a la oficina de Recursos Humanos.

“Buen día, Señora Irina, ¿En qué puedo ayudarle?”, respondió el joven con una sonrisa.

“Tengo esto para ustedes”.

Entregué la hoja que llevaba en manos.

“Son unos números de cuenta, necesito que me den los nombres de todos los titulares”.

“¿Son parte de la plantilla?”, preguntó el chico al ver la extensa lista.

“Si no lo son quiero saberlo”, afirmé.

“De acuerdo, en seguida lo buscaré”, aseguró George.

“Gracias, George”, agradecí antes de salir de la oficina.

Afuera, choqué con Adrián, que venía pasando.

“Lo siento”, dijo sosteniéndome.

“¿Vienes de Recursos Humanos? ¿Qué te dijeron?”.

“Acabo de dejar la lista que me pasaste ayer, Giselle no está, pero creo que George podrá hacerlo. ¿Tú conseguiste algo de D’vine?”, pregunté.

“No mucho, es muy nueva, y hay muchos intermediarios… eso nunca es bueno, pero no me rendiré. Iré a ver a Emmett para discutir algunas cosas, ¿Vienes?”, ofreció Adrián.

“No, llamaré a casa, a ver cómo va todo con Elliott”, respondí.

Él asintió y se alejó mientras yo marcaba a casa desde mi celular.

Hablé tendido con la niñera sobre cómo estaba pasando el día el niño, pero aparentemente todo estaba en orden, por suerte había superado ya todo el drama del día anterior, así que todo parecía apuntar a que ese fin de semana sí podríamos relajarnos en París.

Pero en mi día no todo pintó para bien, un par de horas después, llamaron a mi puerta.

“Adelante”, dije sin apartar la mirada del ordenador.

“Buen día, Irina, ¿Cómo estás?”.

Saludó Giselle, la Gerente de Recursos Humanos, al entrar.

“Algo ocupada, ¿Qué ocurre?”.

Desde que supe que era una de las amantes de Damien, esa mujer había dejado de agradarme.

“Un poco intrigada, George me dijo que le has solicitado unos nombres”.

“Correcto, ¿Qué pasa con eso?”, pregunté.

“Que es una lista extensa y eso nos resta algo de trabajo”, explicó ella.

“Bueno, lo lamento, pero la información es necesaria”, dije encogiéndome de hombros.

“¿Puedo saber al menos para qué lo hacemos?”, insistió Giselle.

“De momento no, solo quiero sus nombres… ¡Ah! Que incluyan el cargo que ocupan también, y números de teléfono, por favor”, especifiqué.

“Me temo que eso no podré hacerlo”, respondió de inmediato.

“¿Por qué no?”, cuestioné.

“Esta es una plantilla especial”, dijo ella.

“¿A qué te refieres con ‘especial’?”, indagué.

“Confidencial”, fue su escueta respuesta.

“Mh…Ya veo, ¿Y puedes decirme al menos quién presentó esos nombres?”, presioné.

La mujer dudó unos segundos antes de responderme y entonces lo supe antes que abriera la boca…

Siempre lo supe.

“El Señor Damien lo hizo, hace ocho meses”, confesó finalmente.

“¿Y él pidió que fuese confidencial?”.

Alcé una ceja y la vi asentir, la mujer estaba renuente a hablar conmigo, y eso no hacía nada para apaciguar mi desconfianza.

“Sí, señora”, confirmó.

“¿Y por qué crees que una orden de Damien está por encima de la mía?”, mi pregunta claramente le creó conflicto, supuse que no esperaba meterse en problemas cuando Damien se lo pidió.

Una parte de mí se preguntó si no sería ese el motivo por el que la eligió a ella entre todas las demás para follársela.

“Solo recibí la orden de mantener esta información privada, Señora Irina”, se justificó Giselle.

“Bien, entonces yo, que tengo el mismo cargo y la misma autoridad que Damien, te pido que me des esa información… Recuerda Giselle, que tus asuntos personales no deben influir en tu trabajo”.

La mujer respiró con pesadez y meneó la cabeza, al parecer no le gustó saber que se estaba juzgando su relación con Damien.

“No es tan sencillo”, argumentó.

“Oh, yo haré que sea sencillo”, dije poniéndome de pie.

“Sígueme”.

Me dirigí a la oficina de Emmett y tuve que controlar mi mal genio al ver que Charlotte estaba otra vez con él.

“Charlotte, danos un momento, por favor”, pedí tan pronto entré.

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