La boda del heredero -
Capítulo 67
Capítulo 67:
“¿Y yo cómo iba a saber eso? Jamás me dijiste nada, y yo… No lo sé, ha comido maní un par de veces, creí que…”
“No es lo mismo”.
“¡Sé que no! ¿De acuerdo? Jamás le he dado nueces, ahora que estás fuera de peligro es que he puesto más atención a todas esas cosas, ¿Vale? Antes solo me limité a alimentarlo con lo básico… Yo…”
“Ya, te entiendo, pero igual… es una maldita guardería, ¿Cómo diablos le dan esas cosas a los niños sin saber si alguno es alérgico? Podría demandarlos fácilmente”, gruñó mirando una vez más a Elliott.
“No volverá a esa guardería”.
“¿Cómo dices?”, pregunté sorprendida.
“Que no quiero que regrese a esa guardería, es obvio que son personas descuidadas… Buscaremos otra. Y hay que hacerle pruebas de alergia a Elliott, que lleve una placa en el cuello o algo para que lo sepan”.
Emmett seguía hablando y yo no lograba entender qué estaba pasando.
¿Por qué de pronto parecía querer hacerse cargo de todo?
Y sobre todo, por qué yo me sentía tan renuente a aceptarlo.
Pero estaba tan preocupada por Elliott que dejé estar el tema, por suerte al poco tiempo un doctor se acercó a nosotros.
“¿Cómo sigue este campeón?”, preguntó el hombre tomando su estetoscopio y haciéndome señas para que me apartara de Elliott.
“Mucho mejor, doctor. Ya no pareciera que le costara respirar y ha estado bastante tranquilo”, respondió Emmett, haciéndome sentir otra vez desplazada, pero ¿Qué iba a decir?
Yo no estuve ahí.
Entonces sentí un frío desgarrador en el estómago al pensar en eso.
Si Emmett no hubiese estado ahí…
¿Quién hubiese acudido con Elliott?
En los contactos estábamos papá y yo, y papá estaba a media hora de la ciudad. Había sido una fortuna, un regalo del cielo que Elliott tuviese también a su papá en ese momento.
“Bueno, en efecto se ve mucho mejor. Pero yo aconsejaría que se quedara esta noche, a veces los síntomas pueden reaparecer debido a que el alérgeno aún está en su cuerpo, y si pasa, es necesario atención médica”, dijo el doctor.
“Gracias, doctor, pero quisiéramos llevarlo a casa, preferiríamos evitarle el trauma de la noche en el hospital… Que una enfermera venga a casa con nosotros”, respondió Emmett.
“Claro, le entiendo… Notificaré a dirección la solicitud y alguien vendrá a contactarse con ustedes”, dijo el doctor, respondiendo como lo haría cualquier empleado de Lefev’s.
“Pero hay un noventa por ciento de probabilidades de que no haga falta, es un niño fuerte el que tienen aquí, si no lo hubiese visto al llegar, les diría que no tiene nada”.
“Gracias, doctor”.
Yo me quedé callada mientras ellos hablaban, mientras Emmett seguía haciéndose cargo de todo… de dominar todo.
Me pareció curioso cómo el dinero te da poder, pero la clase de poder dependerá de ti.
Lo comprendí al entender que si yo hubiese estado sola, habría aceptado dejar a Elliott hospitalizado, tal y como pidió el doctor, pero me hubiese asegurado de que tuviera la máxima comodidad ahí; Emmett, en cambio, se sabía con el poder de controlar lo que le rodeaba.
Las cosas pasaron tan rápido que en cuestión de dos horas, Emmett, Elliott y yo estábamos de regreso a casa…
Con una enfermera que llevaba consigo el equipamiento necesario para asistir a mi hijo en caso de tener una reacción nuevamente.
Llevamos a Elliott a su habitación y me quedé con él hasta que se quedó dormido nuevamente. Cuando salí al salón principal encontré a Emmett hablando con la enfermera.
“Le aseguro que si llega a pasar, tengo conmigo todo lo necesario”
Aseguraba ella cuando entré.
“Excelente”.
Emmett me miró y abrió la boca para decir algo pero luego se lo pensó mejor.
“Acompáñeme, le mostraré la habitación del niño y dónde se quedará usted”.
Al quedarme sola, me desplomé en el sofá y oculté el rostro entre mis manos…
Y entonces empecé a llorar. Todo el estrés y las emociones de esa tarde hicieron erupción y ya no hubo forma de calmarme.
Así estuve un rato, hasta que un par de cálidas manos se posaron sobre mi espalda, tratando de reconfortarme.
“Elliott está bien, Irina. Pasará está noche de maravilla y ya mañana olvidaremos todo esto”, dijo Emmett sobre mi hombro.
“Me siento terrible, es como si lo hubiese dejado solo”, sollocé otra vez.
“Gracias por estar con él”.
“Soy su padre, no tienes que agradecerme esas cosas”, su respuesta pareció tan natural que me pareció incorrecto cuestionarle.
“¿Cómo te enteraste?”, pregunté.
“Alicia, cuando la llamaron de la guardería… vino a avisarme. Salí, tomé un taxi al hospital y… lo demás es historia”, respondió Emmett.
“Fue afortunado para nosotros tenerte ahí, tener la cabeza fría cuando todo a tu alrededor está ardiendo… es un talento que no tengo”.
Emmett continuó:
“Descuida, aquí estoy y seguiré. Pero como te digo, debemos buscar otra guardería, si no quieres que los demande… está bien, pero sería bueno darles una advertencia al menos, trabajan con niños, deben tener extremo cuidado. Y hablé con el doctor para que nos remitiera a un especialista, hay que determinar a qué más es alérgico Elliott”.
“¿Puedes parar con eso, por favor?”, pedí, un poco enfadada.
“Me haces sentir más desplazada y ¿Por qué piensas que debes hacerte cargo de todo?”.
No pretendía ser conflictiva…
Pero fui consciente de que era justo como sonaba.
“¿Intentas decirme que no tengo derecho?”, preguntó él en respuesta con una ceja arqueada.
“Es que… actúas como si fueses…”, titubeé.
“¿El padre de Elliott?”, completó Emmett.
“Sabes a lo que me refiero, ¿Qué pasa con tus dudas? Jamás hemos vuelto a hablar de la prueba de paternidad”, le lancé, no pudiendo contenerme más, ese día no podía.
“No lo mencioné más porque decidí creer en tu palabra, Irina. Tenía pruebas circunstanciales para asumir que todo lo que me decías era cierto, pero… después de hoy no creo que haga falta”, explicó Emmett.
“¿Por qué? ¿Porque Damien no puede morir por comer pistachos?”, pregunté con ironía.
“¿Si sabes que eso no dice nada, no?”.
“Lo sé, no soy estúpido, pero no, Irina… Lo digo es porque, te repito, decido creer que es cierto, hay algo en Elliott… No sé explicarte, es la forma en la que se comunica conmigo que… No hay forma en que él no sea una parte de mí, ¿Me entiendes? Es complicado, pero… lo siento así”, confesó Emmett.
Me quedé en silencio mirándolo fijamente, aquello era lo que llevaba semanas queriendo oír, pero algo seguía sin convencerme del todo, quizás pensara que era demasiado bueno para ser cierto.
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