La boda del heredero
Capítulo 66

Capítulo 66:

“¡Está embarazada, por amor al cielo!”

“¡Lo sé! ¡De acuerdo? ¡Lo sé! ¡Pero toda esta m!erda es culpa tuya!”

“Oh, no, no… A mí no me vas a culpar de tus imprudencias, mira que ya estás grandecita”, dijo apuntándome con su dedo.

“Si tú y yo tuvimos una pelea, es cosa nuestra, no tienes que ir por ahí arruinándole el día a los demás por eso”.

“Claro, eso lo dices porque tú tuviste con quién ir a liberar presiones, ¿No?”

Exclamé haciéndole fruncir el ceño, pero pareció captar la idea, porque entornó los ojos y resopló.

“No te permito que me lances acusaciones sin sentido, Irina”.

“Pues yo no te permito que me veas la cara de estúpida o me quieras provocar por placer, ¿Entiendes?”

“Baja la voz”, pidió, mirando hacia la puerta, y el hecho de que le importara más lo que alguien escuchara que lo que se discutía ahí adentro, empeoró todo para mí.

“¡Vete a la m!erda!”, exclamé, tomando mi bolso y rodeando el escritorio.

“¿A dónde vas?”

“No es tu maldito asunto”, respondí, pasando a su lado y saliendo de la oficina.

Él no me siguió, le preocupaba demasiado lo que podrían decir en la oficina, la gente de dinero era así; pero aquella era una costumbre muy arraigada en mí…

Había dejado de importarme lo que la gente dijera de mí, así que me fui.

A los pocos minutos estaba sacando el auto del estacionamiento y tomaba la avenida, alejándome de Lefev’s.

Manejé sin rumbo fijo un rato, perdiéndome entre el tráfico de la hora pico, pero un rato después decidí ir al parque de la Citadelle.

Me compré un sándwich y decidí quedarme ahí un rato… era un buen sitio para pensar, así que silencié mi teléfono y empecé a caminar por los senderos.

Un buen rato después había llegado a la conclusión de que Emmett tenía razón, ¿Qué necesidad tenía de ir y decirle todas esas cosas a Nadine?

¿Y si de verdad el estrés que le había causado afectaba al bebé? Odiaba a sus padres, pero esa criatura era inocente de todo.

¿Podría vivir sabiendo que le hice daño?

No volví a la oficina, estaba demasiado avergonzada como para regresar luego de mi arrebato… Ya hablaría con Emmett cuando volviera a casa.

Al final de la tarde me encontraba frente al estanque cuando decidí revisar mi teléfono.

La verdad era que esperaba tener algunas llamadas, sobre todo de Alicia y de Emmett, pero no me esperaba aquello.

Treinta llamadas perdidas en total.

Eran de Emmett, Alicia y, la más aterradora de todas, la guardería de Elliott. Sintiendo que el corazón se me aceleraba, abrí el último mensaje de Emmett:

[Responde el maldito teléfono].

Pero cuando me disponía a llamar a la guardería, una llamada entró en pantalla, era de la oficina.

“Alicia, ahora no, necesito llamar a la guard…”

“¡Señora, Irina! ¡Al fin responde! Llamaron de la guardería, algo le pasó a Elliott y han tenido que llevarlo al hospital, el sen…”

Dejé de escuchar después de eso, todo el aire a mi alrededor desapareció y se me hizo doloroso respirar, un par de personas se acercaron cuando las piernas me flaquearon, pero ellos no entendían, no era yo quien estaba pagando el karma de mis malas intenciones, era mi dulce bebé.

Sacudiéndome las manos de todo el mundo, empecé a correr en dirección al estacionamiento.

Subí al auto y entre maniobras desesperadas y aceleradas tomé la ruta hacia el hospital, rogando con todas mis fuerzas para que nada grave le estuviese pasando a mi hijo.

Entré a la recepción del hospital corriendo a toda velocidad, casi al punto de estamparme contra la barrera.

“¿Está herida?”, preguntó la mujer detrás de la barra.

“No, yo… mi hijo”.

Empecé a balbucear.

Sacudí la cabeza y respiré profundo.

“Me llamaron diciendo que mi hijo había sido traído acá de emergencia”.

“Nombre, por favor”.

“Elliott Lefebvre”.

“Sí, el infante aún se encuentra en el área de Emergencia, en revisión… A la derecha”, dijo señalándome el camino.

Le di las gracias y empecé a correr, al entrar me tomó un minuto encontrarlo, pero cuando lo hice, sentí alivio, culpa y sobre todo… sorpresa.

Elliott estaba en una camilla con una vía intravenosa conectada a su pequeña mano, pero pese a lo terrible que era aquella escena para mí, él estaba sonriendo… y al caminar un poco más, y pasar las barreras de cortinas azules, entendí por qué.

Emmett se encontraba sentado junto a la camilla, haciéndole muecas divertidas para hacerle reír, pero al sentir mi presencia y voltear a verme, su sonrisa se esfumó.

“¿Dónde estabas?”, preguntó con seriedad cuando yo me acerqué de prisa a la camilla y besé la frente de mi hijo.

“Estaba caminando un rato en el parque, silencié el teléfono, yo no… No podía saber que…”

Dejé de hablar cuando el llanto amenazó con hacerse presente, pero tras un largo suspiro logré controlarlo.

“¿Qué pasó?”

“Anafilaxia”, respondió torciendo el gesto.

“Al parecer en la guardería le dieron a comer tarta de chocolate con pistachos y a los dos minutos… Tuvieron que llamar a emergencia”.

“Dios”, susurré horrorizada.

“¿Pero ya está controlada?”

“Sí, le pusieron una inyección de epinefrina, antihistamínicos y volverán a hacerle un chequeo en un rato para verificar que las vías respiratorias sigan funcionando bien, pero desde que le retiraron el oxígeno ha estado bien”.

“¿Necesitó oxígeno?”, pregunté sintiéndome incluso peor.

“Sí, los primeros minutos hasta que la epinefrina hizo efecto…”

Bajó la cabeza y resopló.

“Los demandaré por esto, haré que cierren ese maldito lugar por esto”.

Me tomó unos segundos procesar la información y comprender el motivo de su amenaza, me llevé una mano a la cabeza y resoplé, agradeciendo que el asunto estuviese controlado al notar que Elliott no se veía hinchado, y su piel no estaba enrojecida…

Si en algún momento lo estuvo.

“Ellos no sabían que era alérgico al pistacho”, le respondí suspirando.

“¿No se los dijiste?”

“Yo no lo sabía, Emmett”, resoplé estresada.

“A mí no me gustan esas cosas, y tú no las comes, así que jamás he tenido pistachos en casa”.

“No los como porque soy alérgico”.

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