La boda del heredero -
Capítulo 65
Capítulo 65:
“¿Qué quieres?”
“Estoy buscando a Damien, y no lo veo en su oficina”.
Sentí una especie de alivio al oírle, no sanaba el daño que llevaba por dentro, pero sin duda me daría algo de satisfacción…
¿Por qué tenía que ser yo la única sufriendo ese día?
“Oh, ¿Lo estás buscando?”, sonreí.
“Tranquila, yo te diré exactamente dónde está tu esposo”.
Me levanté y cerré la puerta de la oficina, me sentía Hades deambulando por el Inframundo, desprendiendo rencor y amargura, y Nadine era coma una pobre alma cayendo en mis manos, solo que ella no era ni pura ni bondadosa, así que no merecía clemencia… mucho menos la mía.
“¿Entonces? ¿Vas a dejarte de rodeos y decirme dónde está Damien?” preguntó en tono impaciente cuando volví tras el escritorio y tomé asiento.
“Oh, bueno… Me temo no vas a poder encontrarlo, porque él está en París”.
“¿París? ¿Y qué le mandaron a hacer en París?”
“Nosotros nada, esta mañana llegamos y nos dieron la noticia de que no se presentaría en la oficina porque debía viajar a la capital”, dije encogiéndome de hombros y sonriendo ante su expresión confundida.
“Lo que me extraña es que tú no lo sepas”.
“Pues si salió de prisa seguro se le olvidó, yo igual no le avisé que vendría”, respondió poniéndose de pie.
“Pero es que esto lo estaba planeando desde ayer”, lancé como un dardo venenoso.
“¿Cómo que desde ayer?”
Sonreí al verle hacer efecto.
“Como oyes… La secretaria dijo que desde ayer estaba tramitando todo para viajar”.
Eso en teoría no era cierto, pero a esas alturas todo me daba igual.
“Ya veo… En fin, lo llamaré”.
“No creo que tengas suerte, imagino que estará sumamente ocupado”.
“Acabas de decir que no sabes a qué viajó”, siseó alzando una ceja.
“No, dije que nosotros no lo habíamos mandado a París, pero yo tengo mis hipótesis”.
Sonreí y le vi torcer los labios con impaciencia.
“¿Quieres dejarte de juegos? Tengo una cita con mi manicurista y me harás llegar tarde”.
“¿Sabías que hay un rumor de que Damien se está acostando con la secretaria del Doctor Giroud?”
Sonreí de satisfacción al verle tensar la mandíbula y mirarme con desprecio.
“¿Sí? ¿Y quién empezó este rumor?”
“El propio Doctor Giroud se lo dijo a Emmett, pero sinceramente no creo que eso sea lo importante, porque… después de todo… Damien se acuesta también con la mujer de Recursos Humanos y eso nunca ha sido un problema para ti”.
Al oír aquello Nadine frunció el ceño de la sorpresa, pero intentó disimularlo rápidamente; entonces sonreí dentro de mí y me llevé una mano a la boca, aparentando sorpresa y pesar.
“Oh, Nadine… ¿No lo sabías?”
“¿Por qué tendría que creerte?”
“No es a mí, cualquiera en esta empresa puede confirmarte esa información”, me encogí de hombros.
“Y no tienes que creerlo tampoco, puedes mandarme a la m!erda e ir con tu manicurista, pero en el fondo sabes que tengo razón, sabes la clase de hombre que es tu esposo, al punto que te acabo de mencionar dos amantes distintas… Y sabes que es muy posible”.
Nadine se quitó el bolso que llevaba al hombro y lo dejó sobre la silla antes de poner ambas manos sobre el escritorio e inclinarse hacia mí, en lo que ella consideraba una posición dominante, cuando lo cierto era que yo seguía teniendo el control.
“¿Entonces qué, Irina? A ver, dime… Me dices que Damien tiene amantes… ¿Y qué? ¿Esperas que me ponga a llorar su infidelidad como tú lo hiciste? ¿Hm? ¿Crees que me casé con él por amor?”
Tragué mi rabia, tenía que admitir que había dado un golpe certero con aquel comentario, pero esa Irina ya no existía, las cosas eran muy diferentes ahora, y ella estaba por descubrirlo.
“Oh, no, no… Descuida, no me queda ninguna duda de que te casaste con Damien por interés, con tu papá perdiendo todo su patrimonio a manos de Hacienda… Era lógico esperar que buscaras un bote salvavidas, lo comprendo… Fue una buena movida”.
Sus dientes casi chirriaron al oírme.
“Pero también estoy segura de que no te casaste con él para ser el hazmerreír de todo el mundo, ¿O sí? ¿Crees que los trabajadores de la empresa no murmuran a tu espalda cuando vienes de visita? ¿O te has puesto a pensar si se pasea con aquella mujer por las calles de París y luego hace lo mismo contigo?”
“¿Y desde cuándo te preocupa lo que me pase, cuñadita?” preguntó en tono ronco, estaba intentando hacerse la que no le importaba, pero podía ver que sí, quizás era como ella decía y no le dolía que Damien se acostara con otras mujeres, pero la humillación era imperdonable… Yo estaba apostando a eso.
“¿La verdad? No me importa, no voy a fingir contigo, Nadine… Nosotras estamos más allá de eso, pero… Desde que supe que estabas embarazada… siento este impulso, no sé cómo explicarlo, es como que… Nosotras las mujeres debemos cuidarnos las espaldas, ¿Sabes? Porque incluso si nos odiamos… Ellos son el verdadero enemigo. Y lo más drástico es que eso ni siquiera es lo peor de todo”.
“¿No lo es?” preguntó alzando una ceja.
“No, porque el rumor dice… que esa mujer podría estar embarazada, ¿Te imaginas el escándalo que sería si eso se llegara a saber? Algo así saldría en la prensa y eso sería devastador para la reputación de la familia”.
Sus ojos se convirtieron en los de una serpiente letal y vi cómo empezó a temblar de furia.
“¿Cómo puedo saber que lo que me dices es cierto?”
Siseó una vez más, esta vez con labios temblorosos, la rabia parecía estarle afectando tanto que empecé a sentirme culpable…
Era una mujer embarazada, después de todo.
“Ya te dije que no tienes que creerme… Eso queda de tu parte”.
Me encogí de hombros, pero ya no me sentía tan bien al respecto, lucía demasiado alterada.
“Más te vale que no me estés mintiendo, asquerosa recolectora… Me las pagarás muy caro si es así”, gruñó antes de darse la vuelta y abrir la puerta.
Pero en su camino de salida, se topó con Emmett, que al verla dio un paso atrás, por instinto de supervivencia, Nadine estaba hecha un demonio.
“¿Nadine? ¿Qué pasa?”
Logró preguntarle, pero cuando intentó tocarla, ella se sacudió su mano.
“¡Nada! Malditos infelices”
Le escuché despotricar mientras se alejaba.
Entonces Emmett me miró suspicaz y entró a la oficina.
“¿Qué fue lo que ocurrió?”
“Creo que acabo de cometer un error”, resoplé dejando caer la cabeza entre mis manos.
“¿Qué hiciste?”
“Le dije lo de la amante embarazada”.
“Joder, Irina”, exclamó mirando hacia donde se había ido Nadine.
“¿Por qué diablos hiciste eso? ¿No habíamos quedado en que seríamos discretos?”
“Lo sé, lo sé… pero estaba molesta y no pensé que…”
.
.
.
Si encuentras algún error (contenido no estándar, redirecciones de anuncios, enlaces rotos, etc.), por favor avísanos para que podamos solucionarlo lo antes posible.
Reportar