La boda del heredero
Capítulo 64

Capítulo 64:

Observé a Emmett por unos segundos. Aunque sabía que estaba enfadado, decidí no darle demasiada importancia…

Yo tampoco estaba contenta, lo cual, de alguna manera, equilibraba la situación.

“¿París?” pregunté a Alicia, quien confirmó con un gesto.

“¿Mencionó de qué se trataba?”

“No, señora, pero…”

Alicia miró a su alrededor antes de acercarse para susurrarme.

“Ayer pidió que contactáramos con el consultorio del Doctor Giroud, el que atendió a Señor Emmett”

“Entiendo… Pero, ¿Para qué quería hablar con el doctor?”

“No estoy segura, pero insistió en que siguiéramos intentando hasta conseguirlo… Parecía urgente”

Asentí.

“Gracias, Alicia. Por favor, mantenme informada sobre cualquier cosa que sepas de la conversación entre Emmett y Damien… Con discreción”

Alicia asintió con rapidez, visiblemente sorprendida por mi petición.

Retomé mi camino hacia la oficina, consciente de que Emmett probablemente no compartiría detalles conmigo sobre su situación actual.

Era mejor contar con Alicia para obtener información.

Ya en mi espacio de trabajo, comencé a teorizar.

Emmett podría estar buscando información del doctor nuevamente.

Era sabido por todos en la oficina que había estado yendo a chequeos más frecuentes debido a sus dolores de cabeza. Si ese era el caso, debíamos ser cautelosos.

Recordé sus palabras y cómo había reaccionado hace unos días.

“Qué idiota…”, murmuré para mí.

Otra posibilidad, aunque menos problemática pero más escandalosa, era que Emmett hubiera ido a ver a la secretaria del consultorio nuevamente…

Para hablar sobre el bebé.

Mientras esperaba noticias de Alicia, algo llamó mi atención. Emmett y Charlotte pasaron frente a mi oficina; él revisaba unos documentos mientras ella le hablaba.

No pude escuchar de qué trataban, pero lo que realmente me molestó fue ver cómo ella apoyaba su mano en la espalda de mi esposo.

‘Maldita’, pensé furiosa mientras los veía desaparecer hacia los elevadores.

¿Qué necesidad tenía él de estar con ella?

¿Y por qué justo hoy?

Mi respiración se agitó mientras recuerdos incómodos afloraban en mi mente, especialmente uno que me hizo sentir casi tan mal como en ese momento.

Era pasadas las cinco de la tarde cuando llegué a las oficinas de Lefev’s después de haber esperado una hora en casa a que Emmett viniera por mí.

Pero él nunca apareció.

Preocupada de que algo le hubiese pasado, decidí ir a buscarlo. Pero cuando llegué a la oficina… descubrí que había desperdiciado mi preocupación.

Emmett estaba en su silla, mirando hacia el ordenador y tenía varios papeles en frente, pero a su espalda, estaba esta despampanante pelirroja, el cliché de cualquier oficina… Blusa abierta para que se le vieran los pechos, faldas ajustada y corta, labios rojos y un halo de z%rra que ninguna iglesia podría quitarle.

Ella tenía sus manos sobre los hombros de Emmett, inclinándome hacia él para hablarle cerca… casi al oído. Me convertí en una antorcha humana en ese instante.

“¿Interrumpo?” pregunté dando un par de toques a la puerta.

Emmett abrio los ojos con sorpresa y un segundo después se llevó una mano a la cabeza, poniéndose de pie.

“Irina, Dios… Olvidé por completo nuestra cita”, dijo mirando el reloj en su muñeca. Luego se giró hacia la pelirroja.

“Charlotte, ella es Irina, mi esposa”.

“Es un placer, Irina”.

Ella estiró su mano hacia mí, pero yo solo me limité a mirarla…

Entendió el mensaje.

“No seas grosera, Irina”, murmuró Emmett cuando la mujer regresó al escritorio, desatando mi furia.

“¿Yo, grosera? Fuiste tú quien me dejó plantada por estar con esta”, gruñí, sacudiéndome la mano que intentó poner sobre mi hombro.

“Te pedí disculpas por eso, Irina… Fue un descuido, es todo, prometo que te compensaré cuando…”

“¿Cuando termines con ella?”

“No uses ese tono conmigo, aquí no está pasando nada”.

“Ay, por favor, Emmett… La mujer prácticamente te estaba lamiendo la cara, ¿No pasaba nada? ¿Qué pasó con tus promesas?”

“Sé a lo que te refieres, de verdad. Intento controlarlo, pero no significa que esté pasando algo, ¿Puedes calmarte?”

Él susurraba, la mujer seguía ahí, pero yo no estaba para consideraciones.

“Todos los Lefebvre son iguales”.

Lancé, completamente furiosa, y eso lo colocó a él en el mismo nivel.

“No te atrevas a compararme con él, Irina”, gruñó, en otra oportunidad su tono me habria hecho retroceder, pero en ese instante me sentía demasiado burlada para pensar en nada.

“Entonces no actúes cómo él”.

Nos observamos en silencio por un rato, podía notar la tensión en cada rincón de su rostro, quizás igual a lo que él podía ver en el mío.

Concluí que luego tendría tiempo de meditar sobre la raiz de mi arranque, pero de entrada…

No estaba dispuesta a ser la burla de otro Lefebvre, no después de sus promesas…

Al menos Damien no me había hecho promesas jamás, lo cual hacia lo de Emmett mucho peor.

“Tengo cosas que terminar aquí, Irina”, dijo Emmett un rato después.

“Llamaré un taxi para ti… Y hablaremos cuando llegue a casa”.

“Descuida… El taxi lo consigo yo”, respondí antes de salir de la oficina, ignorando su llamado, tampoco fue que insistiera.

Tomé el elevador, y me di la vuelta para ver a Emmett de pie en la puerta de su oficina, mirándome partir hasta que las puertas metálicas volvieron a cerrarse.

Resoplé ante el recuerdo… Incluso ahora podía sentir la misma tensión en la mandíbula. Pero esta vez se sentía peor…

Esta vez dolía más profundo…

Esta vez el veneno era más letal.

Mi humor se fue a la m!erda tan pronto salieron, por eso que, media hora más tarde, cuando sorpresivamente Nadine apareció en mi puerta… todas mis barreras cayeron.

“¿Qué quieres?” pregunté sin preámbulo, sintiendo que el universo me estaba jugando una broma, esa mujer jamás iba a la oficina…

¿Qué hacia ahí si no era para fastidiarme más?

“Toda la ropa fina no te quita lo hija de recolector, ¿No? Qué modales”, dijo con burla entornando los ojos.

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