La boda del heredero
Capítulo 59

Capítulo 59:

“Es mi familia, Irina… Papá lo dio todo por ellos, por años yo me esforcé en hacer lo mismo y… si alguno de ellos intentó perjudicar a la empresa… ¿Qué va a pasar?”.

“Siento mucho que debas pasar por esto, Emmett. Y en serio me gustaría saber qué decirte, pero me temo que no tengo nada”.

“¿Nunca has tenido a un posible defraudador en tu familia?”, preguntó frunciendo el ceño, haciéndome reír al instante.

“No”.

“Los ricos y nuestros problemas, ¿No?”.

“Supongo… Pero lo mejor que puedes hacer, suponiendo que sí sea uno de ellos… es confrontarlo primero en privado, ¿No? Pedirle explicaciones y… ver qué pasa”, comenté no muy convencida, porque en el fondo no estaría de acuerdo si decide perdonarlos, pero era su familia después de todo.

“Claro… Eso haré. Pero primero debo ver qué quiere el auditor, ¿No? Quizás solo llama para pedir más tiempo o más dinero… No me preocuparé antes de tiempo”.

Se puso de pie y se alisó la chaqueta.

“Exacto, además… recuerda que el doctor te dijo que el estrés no te ayudaba en nada”.

Me acerqué y acomodé el nudo de su corbata mientras él esbozaba una sonrisa llena de picardía.

“Ya sabes lo que realmente recomendó el doctor”.

“¿Seguirás usando esa carta eternamente?”, pregunté mirándolo con reproche, aunque en el fondo estaba encantada.

“Es por mi salud”.

“Por tu salud…”, resoplé al verlo reír.

Emmett me tomó por la cintura e inclinó su cabeza para besarme.

No fue un beso desenfrenado, hacía ya unos días que la urgencia parecía haberse calmado, siendo sustituida por una intensidad que me derretía y me abrumada a partes iguales.

Su lengua se hizo camino entre mis labios y me embriagó en el proceso, sus dedos entre mi cabello me mantenían presa, pegada a él… Pero eso estaba bien, primero moriría antes de alejarme del placer que era besarlo.

Mis labios respondieron a los suyos con una sincronía pausada, se suponía que aquel era un beso casto, todo lo casto que podíamos al menos, pero estaba teniendo el efecto opuesto.

Empecé a sentir la húmeda muestra de mi excitación, solo quería tener sus manos sobre mí… todo en mi interior clamaba por eso, no podía tener su abrasador cuerpo pegado al mío y no querer me reclamará como suya, y entonces, como si nuestras mentes estuviesen conectadas y hubiese escuchado mis ruegos…

Posó su mano libre sobre uno de mis pechos.

El suspiro que escapó de mí garganta fue devorado enteramente por su beso, ese beso que se hacía más demandante a medida que apretaba mi cumbre sensible.

“¡Oh, diablos!”.

Escuchamos la exclamación a su espalda y ambos dejamos caer nuestras manos y él apoyó su frente contra la mía, tratando de controlar su respiración.

“En un momento voy, Adrien”, dijo un minuto después.

Y entonces me sentí aliviada de que al menos hubiese sido Adrien y no alguien más.

“Sí, seguro… Tómate tu tiempo”, respondió nuestro amigo, que ya había salido de la oficina y nos hablaba desde el pasillo.

“Pero no tanto tiempo, ¿Eh? Mira que nos esperan”.

Me llevé una mano a los ojos, avergonzada y divertida, pero él me obligó a mirarlo, a ver el fuego que resplandecía en el abismo de su mirada, una mirada oscura y cargada de deseos que me provocó una punzada en el v!entre de pura anticipación.

“¿Alguna vez te hice el amor aquí en la oficina?”, preguntó con voz ronca.

“No”.

“Ah… Entonces lo que tengo en la mente justo ahora es una fantasía y no un recuerdo… Curioso”.

Sonreí nerviosa y él volvió a besarme.

“Te veré más tarde, ¿De acuerdo?”.

“De acuerdo”, alcancé a susurrar antes de que se alejara de mí y saliera de la oficina.

Me tomó un par de minutos recomponerme, y únicamente logré relajarme un poco ante el pensamiento de que solo tendría que esperar hasta la noche para tenerlo.

Di un largo suspiro y pretendía volver a mi asiento cuando otro llamado a la puerta me hizo volverme, está vez la visión no fue tan grata.

“¿Qué se te ofrece, Damien?”.

“¿El espectáculo acabó ya?”, preguntó en tono burlón, haciéndome fruncir el ceño.

“¿De qué hablas?”.

“¿Olvidas que la ventana de mi oficina da a la tuya?”.

Alzó una ceja y entonces apreté los labios al pensar que nos había observado.

“¿Y solo viniste a decirme eso?”.

“Es que… Me intriga, Emmett siempre me pareció un tipo aburrido y tú no eras la amante más entusiasta que he tenido… ¿Cómo terminas dejando que toque las tetas en la oficina?”.

“Basta, Damien”, siseé furiosa.

“¿Qué es lo que buscas? Porque, disculpa, pero no voy a ser juzgada por el hombre que se f%lla a sus compañeras de trabajo, para luego ir a f%llarse a su mujer embarazada… ¿Ya sabes el se%o del bebé, por cierto?… De alguno de los dos, me refiero”.

Damien chasqueó la lengua y sacudió la cabeza.

“No tienen pruebas de nada, es mi palabra contra la de una insignificante recepcionista, así que déjate de tonterías, Irina. ¿Pero sabes qué es lo que ocurre?… Que yo me f%llo a las mujeres que quiero porque soy un ganador”.

“No serás tan ganador cuando empieces a recibir demandas de manutención, jodido idiota… Nunca fuiste el más listo, pero esto es demasiado incluso para ti”.

“¿Ahora me crees un idiota? Antes te morías por mí, ¿Recuerdas?”.

“Sí, claro… Porque antes yo era la idiota”.

Me encogí de hombros.

“Ya sabes… todo el mundo tiene su pasado”.

“Esto también te lo enseñó él, ¿Cierto? Debo admitir que el hombre hace un trabajo estupendo”.

“¿Qué? ¿De qué hablas?”.

“De esta actitud de estoy por encima de todo lo que me digas, esa maña de tener una respuesta para todo… tiene el sello de Emmett grabado en todas partes. Todos estos chistes sobre manutención, ciertamente te volviste una versión femenina de mi hermano… Nadie que te vea pondría en duda que eres suya. Y eso me emputa como no puedes imaginarte… porque tú fuiste mía primero, y ver que intentan borrar mis huellas… Me frustra”.

“No digas tonterías, Damien… ¿A eso viniste? ¿A hablar cosas sin sentido, dolido porque estoy con tu hermano? Yo que tú tendría cuidado… quien te escuché podría pensar que no me olvidas”, respondí con sarcasmo, enfadada hasta el núcleo.

Los años podían pasar y yo jamás me acostumbraría al hecho de que ese hombre era dañino solo porque le nacía serlo.

“Tal vez no lo hago, quizás por eso me afecta tanto… Tal vez necesito demostrarles a ambos que jamás podrán sacarme del camino; pueden intentarlo con todo lo demás, pero no contigo”.

Lo miré confundida mientras empezaba a acercarse a mí.

Di un paso atrás y le apunté con el dedo.

“Te me acercas y rompo la nariz”.

“Admito que me gusta está fiereza que logró despertar en ti mi hermanito, si pudiera preguntarle cómo lo hizo… lo haría, pero no creo que esté dispuesto a ayudarme, ¿O sí?”.

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