La boda del heredero
Capítulo 52

Capítulo 52:

“¿La última vez? ¿Acaso están peleados?”, pregunté sin poder evitarlo.

“Solo digamos que no es nuestro mejor momento, está siendo difícil separar el asunto de la empresa con la relación”.

Asentí en silencio y sentí mucha pena por ella; Adrien la amaba, eso cualquier podría asegurarlo, pero el hombre era demasiado correcto como para pasar por alto que ella normalmente siempre estaba de lado de su hermano y su madre, que iban de trampa en trampa… Eso les estaba costando estabilidad a su relación.

“Te aseguro que todo mejorará pronto”, le comentó Emmett poniendo una mano sobre su hombro.

“Eso espero”.

“Lo siento, Pau, ¿Pero crees que puedas dejarme un momento a solas con Irina? Hay algunas cosas que debo discutir con ella”.

Le miré intrigada mientras su hermana asentía y se ponía de pie.

“Sí, claro, de hecho… creo que me llevaré un rato a Elliott, creo que se ganó un par de galletas por comerse esa sopa… Tranquila, tranquila, serán galletas de avena”, aseguró al ver mi gesto de advertencia.

Paulette tomó a Elliott en brazos y empezó a despedirse sonriendo y agitando sus manitas al aire, feliz de verse liberado de la silla, y el hecho de que Emmett le sonriera de vuelta y se despidiera también, siguió calentando mi corazón.

Cuando estuvimos solos él se volteó hacia el barandal y se apoyó en él, pero no dijo nada.

“Anda, dime… ¿Qué tan mal salió todo en el despacho?”, pregunté decidiendo dar el primer paso.

“Pues… Por más que me preparo nunca me espero todo lo que lanzan”, dijo respirando profundo.

“Me dijeron que quizás debería revisar las cuentas de tu padre, que quizás existan operaciones inexplicables ahí”.

Tan pronto como oí aquello mi sangre empezó a hervir, esa maldita familia no dejaba de sorprenderme.

“Malnacidos…”, murmuré, haciendo que Emmett me mirara fijamente.

“¿Insinúan que yo estoy sacando dinero a través de los pagos de mi padre?”.

“Algo así”.

Lancé un gruñido contenido y me puse de pie para apoyarme en el barandal igual que hacía él.

“Yo no lo decidí arbitrariamente, ¿De acuerdo?”.

“Lo sé, Caspian me lo dijo”.

“¿Por qué se lo preguntaste a él y no a mí?”, pregunté enfadada y aliviada en partes iguales.

“No se lo pregunté, el tema se dio. Y no te dije nada porque… estaba intentando pensarlo antes de abrir la boca, no quería…”, dejó de hablar de pronto y resopló.

“Irina, no soy tonto, entiendo que era mejor para ti tener a alguien de confianza en el puesto, y me cuesta, pero puedo entender que no me lo dijeras, que lo olvidaras o no sé… Pero… ¿Qué tan alto son esos pagos para que ellos crean que eso puede generar problemas entre nosotros?”.

“Bastante altos, para serte sincera… Creo que ningún otro capataz en la región cobra tanto, pero apostaría que Damien no te dijo que ese monto lo fijo él”.

“¿Él fijó el salario de tu padre?”.

“No, él pretendía poner a alguien más en el cargo, y ofreció pagarle eso… Cuando la Junta Directiva falló a nuestro favor, a Adrien le pareció justo mantener ese salario con mi padre, fue una especie de castigo para Damien. Te aseguro que mi padre no tendrá ningún problema en darte sus estados de cuenta, te apostaría que tiene todo eso ahorrado”.

“No voy a faltarle el respeto a tu padre pidiéndole estados de cuenta”.

“¿Por qué no? Lo estás haciendo con tu familia”.

“¡Sí, pero es distinto, Irina!”, exclamó exasperado, antes de contraer el gesto al notar que se excedió.

“Lo siento, discúlpame, pero Hugo no tiene control sobre nada de eso, mi familia tiene muchas más dudas encima. Lo que me intriga ahora es quién era ese hombre al que Damien quería contratar”.

“Pues esa información no la tengo, quizás Adrien sabe algo”.

“Sí, hablaré con él”, respondió bajando la cabeza, acongojándose y cerrando los ojos con fuerza.

“¿Qué ocurre?”.

Me acerqué y le puse una mano sobre la espalda.

“Me duele la cabeza, todo este enredo de m!erda me hace forzar demasiado la cabeza. Siento que todo se irá a la basura si no logro entenderlo”.

“Descuida, lo descubriremos”.

“La mayor parte de las veces me siento avergonzado de que tengas que involucrarte en esto, Irina… Cada día me decepciono más de mi familia”.

“Pues no lo estés… ¿No se supone que de eso se trata el ‘en las buenas y en las malas’?”, pregunté con una sonrisa.

Él se quedó en silencio e inmóvil por unos segundos hasta que empezó a asentir lentamente; y entonces, en ese momento, él bajó la mirada otra vez y la orientó hacia mis manos, solo entonces noté que seguían sobre su espalda y su antebrazo… Acariciándolo suavemente.

En el pasado jamás compartimos gestos como aquel, nuestro contacto se limitó a las veces que teníamos se%o o esas en las que fingíamos ser una pareja feliz ante los demás; que ahora ese tipo de cosas pasaran naturalmente me asustó.

Estaba empezando a perder el control de mis sentimientos, y no podía hacer eso con él, al menos no mientras siguiera desconfiando de todos…

Desconfiando de mí.

Cuando ese pensamiento me desanimó, intenté apartar mis manos, pero tan pronto di un paso atrás, él dio otro avanzando hacia mí. En cuestión de un segundo tuve la cadera apresada entre el barandal y su cuerpo, y sus manos sujetaron mi cuello para acercar mi rostro a él.

Tuve su aliento mezclándose con el mío, y llegué a sentir el cálido y húmedo roce de su lengua contra la mía… apenas un ápice, antes de que llegaran a interrumpirnos.

“Lo siento, Señora Irina… La Señorita Paulette la solicita en el cuarto de juegos”, anunció Martha con gesto apenado, claramente entendiendo que interrumpió algo.

Emmett mantuvo los ojos cerrados en todo momento mientras su respiración bajaba de intensidad, por lo visto aquel ligero roce le afectó tanto como a mí. Por un segundo creí que le pediría a Martha que se retirará, pero cuando su teléfono empezó a sonar supe que el momento había pasado.

“Iré a ver qué quiere Paulette”, murmuré a regañadientes, él solo se limitó a asentir antes de dar un paso atrás y darme espacio para moverme.

Entré a la casa y me dirigí a las escaleras, rogando para que mi cuñada tuviese alguna buena razón para interrumpir aquel momento.

Más tarde ese día, Emmett y yo nos encontrábamos en el salón principal, uno al lado del otro, aparentando que no había una fuerza magnética intentando hacernos solo uno.

Aún seguía sin descifrar qué ocurría, por qué ahora las cosas parecían ser diferentes, pero era un hecho que mi resistencia a él era nula de momento, y eso que estaba pasando entre los dos nos mantuvo absortos durante gran parte de la velada.

Sin embargo, cuando entramos al comedor y tomamos asiento…

Damien alzó su copa y se dispuso a hacer un brindis en honor de su madre, que me haría prestar atención a lo que diría.

“Esta noche quiero que alcemos nuestra copa por esta hermosa mujer que nos dio la vida, y que durante todos estos años se ha propuesto ayudarnos a conseguir nuestras metas, yo sí sé agradecer ese esfuerzo”.

Torcí la boca al oír aquello, por lo visto la celebración no representaba un cese al fuego.

“Te amo, madre, y hoy, delante de toda la familia, en honor a tu cumpleaños… Nadine y yo queremos hacer un anuncio… Estamos esperando nuestro primer hijo”.

Gioconda parecía un niño en el taller de Santa, se levantó y extasiada empezó a abrazar a su hijo y nuera.

“Oh, m!erda”, exclamó Emmett en voz baja.

.

.

.

Consejo: Puedes usar las teclas de flecha izquierda y derecha del teclado para navegar entre capítulos.Toca el centro de la pantalla para mostrar las opciones de lectura.

Si encuentras algún error (contenido no estándar, redirecciones de anuncios, enlaces rotos, etc.), por favor avísanos para que podamos solucionarlo lo antes posible.

Reportar