La boda del heredero -
Capítulo 53
Capítulo 53:
“¿Qué ocurre?”, susurré acercándome a él.
“¿Crees que sea buen momento para decirle a Damien sobre el embarazo de la secretaria de Giroud?”.
“Aguarda, aguarda… ¿Qué? ¿Cómo que la secretaria de Giroud?”, pregunté en un jadeo de sorpresa.
“Pues sí, la llamada que recibí temprano… Era del doctor, hubo un problema en el consultorio y tendremos que cancelar la cita del lunes, pero me dijo también que ya había descubierto qué pasó con ese informe sellado que llevó Damien a la Junta Directiva”.
“¿Se lo entregó ella?”.
“Exacto, según me cuenta el doctor… Ella argumentó que no le pareció que estuviera haciendo nada malo porque él es mi hermano y solo quería el informe detallado, y que se lo dio porque, a conocimiento de ella, ellos están juntos”.
“Pobre ilusa”, susurré sintiendo pena por aquella tonta chica.
“Pero ¿Cómo sabes que está embarazada?”.
“Ella se lo dijo al doctor cuando él dijo que la despediría”.
“Ay, Dios…”.
“Exacto. El doctor dice que está muy apenado, y que no quiere participar más en este drama, que lamenta lo sucedido y que procurará estar más atento a lo que hacen sus asistentes. Yo estaba sorprendido con la noticia, además que Adrien asegura que él se acuesta con alguien de la empresa también”.
“Con Clarissa… Sí, todo el mundo lo sabe”.
“Bueno… Esperemos que Clarissa no salga embarazada también”.
“Esperemos que no, porque ese infeliz no se hará responsable de esos niños”, gruñí un poco enfadada, mientras Emmett se limitaba a mirarme en silencio.
“¿Qué pasa, Emmett? ¿No vas a felicitar a tu hermano?”, preguntó Gioconda mirando hacia nosotros.
“Claro…”.
Emmett se puso de pie, fue hasta Damien y lo abrazó, un gesto forzado que se tensó mucho más cuando le dijo algo al oído, haciendo que se hermano frunciera el ceño y lo mirara con desprecio.
Torcí la boca al imaginar que había mencionado el asunto del otro bebé; no sabía si él realmente estaba emocionado por el asunto, pero que le arruinara el momento…
Eso me dio cierto placer.
Recordé con amargura el mal rato que él me había hecho pasar cuando fue nuestro turno de anunciar que Elliott estaba por llegar, la rabia y la humillación de ese momento aún retumbaban en mi interior.
Yo había salido del comedor, donde Emmett seguía discutiendo con su madre. Tan pronto habíamos anunciado mi embarazo las cosas se fueron caldeando, Damien había lanzado un comentario de que solo lo hacíamos por el dinero y la herencia, y Gioconda le había seguido la corriente.
Haciendo caso a la petición de Emmett de salir para no alterarme con aquella pelea, me dirigí a la terraza, donde intenté respirar profundo para dejar salir el enojo.
Pero todo afuera estaba tan en calma que escuché cada una de las pisadas que se acercaban a mí; y al girarme me topé con el rostro furioso de Damien, que se apresuró hacia mí, tomándome por el brazo sin miramientos.
“¿Te embarazaste de él? ¿En qué diablos estabas pensando?”.
“Suéltame, idiota”, gruñí, sacudiéndome de su agarre.
“Sí, estoy esperando un hijo de Emmett, es mi esposo… ¿Qué te sorprende?”.
“¿Qué me sorprende? ¡Me sorprende lo oportunista que resultaste ser! ¿También te dijo lo de las tierras para el primer heredero, no?”.
“¿De qué hablas?”.
“Las tierras en los viñedos que papá le dejó al Primer Nieto Lefebvre… Han confabulado una y otra vez en nuestra contra para dejarnos sin nada”.
“Por Dios, Damien… ¿Qué falta me haría a mi o a mi hijo un pedazo de tierra? Soy la esposa del heredero de toda esta maldita tierra”.
“¿Por eso te casaste con él? ¿Para ser la gran señora, la reina de Obernai?”.
“No”, me apresuré a decir, pero entonces él resopló entre risas.
“Ay, Irina… ¿Vas a seguir con eso de que siempre estuvieron enamorados? ¡Y una m!erda con eso! Tengo muy bien grabadas tus reacciones cuando te daba sobre el suelo de las bodegas, y ahora quieres dártelas de la Gran Señora Lefebvre”.
“Cállate”, gruñí al borde del llanto, sintiendo que nunca me arrepentiría tanto de algo como de haberme entregado a alguien tan vil como él.
“¿Qué me calle? ¿Prefieres que te lo recuerde?”, dijo, alzando su mano y pasando sus dedos por mi cuello, haciéndome estremecer de asco.
“Tal vez deba recordarte cómo era, y quizás así entenderías de una buena vez que esta farsa que tienes con Emmett no durará… No cuando tú sigues siendo mía, y te juro que ese niño será un tormento para ti por atreverte a negar algo tan claro como el agua”.
Damien se inclinó hacia mí con la intención de besarme, forzarme a hacerlo, pero nunca lo logró… Emmett había salido a la terraza en ese momento y lo tomó de la camisa para echarlo al piso, y tan pronto como el hombre se puso de pie, le atinó un golpe y cuando hizo el amago de levantarse dio otro golpe en el rostro que lo derribó una vez más.
“Emmett, no”, susurré asustada, tomándolo por el brazo, pero él se sacudió mis manos y se agachó frente a su hermano.
“Que esta sea la última vez que te atreves a tocarla. Irina es mi esposa ahora, la madre de mi hijo, y si vuelves a ponerle tus manos encima… te mataré, Damien. Irina es mía, que eso no se te olvide nunca más”.
Sacudí la cabeza ante aquel recuerdo, la expresión de Emmett seguía grabada en mi memoria como si hubiese sido ayer.
Ese suceso resultó no ser una advertencia solo para Damien, sino para mí también, la fiereza con mostró ese día me hizo no tener dudas al respecto…
Yo era de Emmett.
Pero las cosas no se hicieron más sencillas luego de esa noche, todo ahí en la mansión se tornó más y más tenso, la idea de mudarnos surgió poco después; y esa noche Emmett me dejó en la habitación, se aseguró que estuviera bien antes de dormir, pero no pasó la noche contigo, al día siguiente descubrí que había pasado la noche en las bodegas.
Ese día odié un poco más a Damien.
Esta vez por interferir entre Emmett y yo, en retrospectiva quizás fue ese día que empecé a ser consciente de que me dolía no estar bien con mi esposo.
Miré a Emmett, que regresaba a mi lado con expresión satisfecha mientras su hermano parecía sacado de lugar.
Me hubiese gustado que se expusiera el tema, daría todo por ver la expresión de Nadine al oírle, pero en el fondo sabía que no era correcto.
En parte porque no cambiaría nada de lo que pasó, y en parte porque eso nos rebajaría a su nivel… Emmett no era así, y yo no quería serlo tampoco.
“¿Qué le dijiste?”, susurré cuando se sentó de nuevo.
“Lo felicité por ambos bebés, y le dije que más le vale hacerse cargo de ambos a menos que quiera que todo el mundo se entere”.
“¿No dirás nada, entonces?”, pregunté, confirmando mis pensamientos.
“No, de momento… Primero debo confirmar que sea cierto, luego decidiré qué hacer, por ahora seremos discretos, pero lo que es un hecho es que no dejaré que ese bebé pase necesidades por tener la mala suerte de haber sido engendrado por Damien”.
“De acuerdo… Ser discretos”.
Asentí lentamente, viendo a Damien tomar asiento; la preocupación estaba marcando su rostro, eso me hizo feliz, pero aún sentía esa espina en mi pecho, así que me puse de pie, tomé mi copa y la alcé ante los ojos de todos.
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