La boda del heredero
Capítulo 49

Capítulo 49:

“Irina dice que tengo memoria selectiva… Que solo recuerdo lo que me conviene”.

“Ah, claro… Creo que tú hermano también sufre de eso”, respondió a modo de broma.

Aunque no pude relajarme, sabía perfectamente que la mujer no tenía ni un solo pelo de tonta, y al contrario, era peligrosamente astuta, por mucho que Emmett intentara irse por la tangente.

“Quizás sea de familia”, siguió Emmett, apostando todo a aquel chiste.

“Seguro que sí”, la sonrisa forzada me confirmó que no se había tragado del todo la mentira de Emmett y eso me preocupaba.

“Bueno, creo que mejor entramos a la casa, ¿No?”, pregunté, tratando de acabar con aquel momento de una vez.

“Sí, deberían”, respondió ella con una sonrisa.

“Allá los están esperando, desde ayer no hacen más que hablar de ti, Emmett”.

“Algo me dice que eso no es bueno”, murmuró él, aparentando que le preocupaba.

“Últimamente nunca lo es”

Fue la respuesta de Nadine antes de sonreí.

Aquello me dio escalofríos.

“Yo seguiré un rato más, aún me faltan dos kilómetros… Deberías intentarlo alguna vez, o la maternidad te dejará con caderas de tractor”.

Se marchó al trote antes de que pudiera responderle algo.

“P$rra”, gruñí entre dientes, la condenada mujer jamás podía irse sin escupirme algo de veneno.

“Olvídala, vamos adentro”, murmuró Emmett poniendo una mano sobre mi hombro.

Subimos las escalinatas hasta la entrada principal en silencio y antes de llegar a la puerta, esta se abrió y Juliet apareció ante nosotros.

“Bienvenidos, Señor Emmett, su madre pide que vaya al despacho”.

“Subiré las maletas y luego iré”.

“Lo siento, señor; pero la Señora Gioconda ha dicho que sea tan pronto como entrara a la casa”, enfurecí al oír aquello, en esa maldita casa parecían haber olvidado quién era Emmett.

“Vaya y dígale a mi madre que yo dije que iré tan pronto como termine de instalarme en mi habitación… no antes”

Siseó él, haciendo que la respingada mujer diera un paso atrás y asintiera en silencio.

‘Pero él está aquí para recordárselos’, me dije a mí misma con satisfacción.

Emmett me miró e hizo un gesto para que subiéramos las escaleras mientras Juliet se hacía a un lado.

Cuando estuvimos en la habitación, dejé a Elliott en la cama, un tanto extrañada de que no hubiese despertado a pesar del agite, pero cuando Emmett se acercó a la cama a dejar mi bolso, me puse de pie.

“¿Qué crees que pase?”, pregunté cruzándome de brazos.

“Probablemente sea sobre los fondos congelados”, abrí los ojos de par en par al oír aquello.

“¿Mandaste a congelar sus fondos? ¿Por qué?”.

“Porque ha pasado una semana y solo Paulette me ha dado parte de las operaciones en duda”.

Se encogió de hombros.

“Si ellos no van a colaborar… Cerraré su fuente de ingresos”.

“¿No te estás buscando demasiados problemas con esto? ¿No es mejor esperar los resultados de la auditoría?”.

“No, Irina… alguien se atrevió a utilizar la empresa que con tanto esfuerzo mi bisabuelo fundó, a la que mi padre le dedicó toda su vida; y no solo eso… lo hicieron cuando yo no estuve… quisieron aprovecharse de mi condición, y por eso los haré pagar… sea quien sea, pero de momento ellos son los que parecen más ofendidos por el asunto”.

“Bueno, eso sí… Te entiendo, solo me preocupa que tengas tanto estrés, aún estás en recuperación”, dije, realmente preocupada.

“Descuida, estaré bien. Por ahora iré a ver qué quieren”.

Entornó los ojos y salió de la habitación.

Yo salí unos minutos después. Caminé tan solo medio corredor cuando me encontré con Martha, una de las sirvientas.

“Buen día, Señora Irina, qué gusto verla”, saludó la joven.

“Hola, Martha; gracias… Creo que nos quedaremos el fin de semana, así que creo que está vez sí podré ayudarte con el caso ese que me comentaste la vez pasada… El de tu papá, ¿No?”.

“Mi tío”, me corrigió ella con una sonrisa.

“¿En serio? ¡Se lo agradecería muchísimo!”.

“Descuida, busca toda la documentación y si quieres me recuerdas esta noche, eso no debe tomar mucho tiempo”.

“Muchas gracias, Señora Irina”.

“Ya, ya… no es para tanto, mujer”, sacudí mi mano para restarle importancia.

“Pero sí voy a necesitar que me des una mano con Elliott, está dormido aquí en la habitación y…”.

“Descuide, yo me encargo, estaré pendiente de Elliott”.

“Gracias, Martha”.

La mujer asintió y entonces seguí mi camino.

Apenas si había terminado de cruzar hacia las escaleras cuando me topé con Nadine otra vez. Parecía estar regresando de su caminata, pero se encontraba apoyada de la pared.

“Tú siempre queriendo congraciarte con la servidumbre”, dijo entornando los ojos.

“No intento congraciarme, solo soy amable… No espero que lo entiendas, Nadine, pero a mí me enseñaron modales… y las personas que trabajan aquí, son eso, personas, merecen respeto”.

“Modales… ¿Con esa gente?”.

Soltó un resoplido burlón que me hizo querer arrancarle el cabello.

“Hay una línea que no se debe cruzar, Irina, hay límites, pero tampoco espero que lo entiendas…A fin de cuentas sigues siendo una de ellos, Emmett podrá comprarte lindos vestidos, pero sigues siendo una obrera más”.

“Aclaremos un par de cosas, Nadine… Primero, yo nunca fui obrera aquí, mi padre lo es, pero no me avergüenza, querida; es un hombre honrado…Y libre, bueno… igual que tu papá, porque al final sí pagó la fianza, ¿No?”.

Me alejé un tanto y asentí con satisfacción cuando la vi tensar la mandíbula; a la pretenciosa Nadine Moureu no le gustaba que le hablaran de su padre y sus polémicos escándalos por evasión de impuestos.

“Y segundo, Emmett no me compra vestidos, cariño… Yo trabajo y me he ganado todo, que es mucho más de lo que se puede decir de ti”.

“¿Por qué tendría que trabajar? Me casé con un hombre rico para que pudiera satisfacer todas mis necesidades, no necesito trabajar”, respondió con prepotencia.

“Bueno… es obvio que disfrutas ser un parásito, pero yo no, y no pienso discutirlo contigo, no sé cuál es tu necesidad de venir a buscarme problemas cada vez que piso esta casa, pero te recuerdo que esas peleas siempre las gano yo”.

“Estúpida p$rra “siseó en respuesta… Tampoco le gustaba que le recordaran sus derrotas.

“Sí, sí…”, dije mientras empezaba a bajar las escaleras.

“¿Sabes? Yo tú estaría muy preocupada, porque Gioconda no está nada contenta contigo, y la presión que tendrá Emmett para dejarte será gigantesca”.

Dejé salir una risa cínica que logró su objetivo… hacerla enfadar más.

“¿Quiere hacer que Emmett me deje? ¿No es estúpido de tu parte contarme su brillante plan de supervillanos? Yo no tengo nada de qué preocuparme, Nadine. Emmett no es el que acostumbra a deshacerse de quien deja de serle útil, ¿Sí? Si vamos a hablar de preocupaciones… tú deberías preocuparte porque Damien no te bote por la de Recursos Humanos a la que se f%lla cada dos días… solo digo”.

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