La boda del heredero
Capítulo 48

Capítulo 48:

Seguía pensando en eso cuando regresaba a mi habitación, pero al toparme con la puerta entreabierta de Emmett tuve el impulso de entrar y darle las gracias por el gesto… Aunque quizás solo quería estar con él un poco más.

Toqué un par de veces antes de abrir por completo, pero la habitación estaba vacía, paseé la mirada de un lado a otro, pero cuando estaba por darme la vuelta y marcharme… escuché el ruido de ducha.

El hormigueo regresó a mi cuerpo mientras la idea invadía mi cabeza, lo dudé por unos segundos, pero finalmente caminé hasta el cuarto de baño y abrí la puerta.

Lo vi detrás de la pantalla opaca, y suspiré ante la visión de su cuerpo desnudo.

Emmett aún no había recuperado la definición muscular que tenía antes del accidente, pero seguía siendo un hombre que robaba suspiros a cualquier mujer, y me encontraba tan absorta en el pensamiento del agua deslizándose por su pecho y su abdomen plano, que no me fijé en que ya se había dado cuenta de mi presencia.

Su intensa mirada se encontró con la mía y me encendí como un cerillo… uno tembloroso y jadeante.

“¿Qué ocurre?”, preguntó con calma, sin dejar de enjabonarse, con una seguridad envidiable.

Medité qué responder, pero luego pensé que sería mucho mejor robar algo de esa confianza que tanto admiraba de él, así que sin decir una palabra, deslicé los tirillos de mi bata y la dejé caer al suelo alrededor de mis pies, caminé hasta él y deslicé la puerta hacia un lado.

Su desnudez, esta vez sin ninguna distorsión, fue la gota que necesitaba para desinhibirme. Me acerqué a él y lo besé, lento pero húmedo, haciendo que él me sujetara por la cadera y me pegará a él.

“¿Cambiaste de parecer?”.

“Creo que eso es bastante obvio”, respondí con una sonrisa, intentando acercarme nuevamente, pero él me detuvo y me hizo mirarle.

“Dilo”.

Aquella sola palabra se me hizo una orden imposible de ignorar, pero al mismo tiempo me pareció una señal de que el Emmett de antes, ese que se había adueñado de mi cuerpo y colado en mi corazón… No estaba tan lejos; así que con una sonrisa en los labios, me acerqué y susurré contra su oído:

“Deseo estar contigo… Quiero volver a ser tuya”.

No había terminado de alejarme, cuando me alzó en vilo, envolviendo su cintura con mis piernas y dejando que su er%cción rozara mi carne sensible, provocándome deliciosos temblores.

En el preciso instante que nuestras bocas se unieron en un beso lascivo, casi animal… Emmett entró en mí en una estocada contundente que me hizo lanzar un grito ahogado y echar la cabeza hacia atrás, él aprovechó eso para besar mi cuello ansias y empezó a moverse dentro de mí a un ritmo incesante y enloquecedor.

Me aferré a él con fiereza, maravillándome en lo perfecto que era tenerlo de vuelta. Cuando mi v!entre empezó a tensarse entre una estocada y otra, supe que esta sería una de esas veces en las que la cordura no tenía cabida, ninguno de los dos podía evitar que el clímax llegara tan pronto…

Ninguno lo quería, pero aunque en el fondo hubiese deseado prolongarlo más… toda la vida, quizás… No podía negarle a mi cuerpo el placer que ya estaba rozando.

Mi cuerpo se sacudió con violencia mientras él me apresaba contra la pared, temblando al igual que yo… abandonándose en mi interior mientras yo oía su respiración agitada contra mi oreja.

Sonreí cuando los últimos espasmos de aquel delicioso orgasmo abandonaban mi cuerpo y suspiré antes de hablar.

“Eso fue maravilloso… No sabes cuánto extrañé esto”, susurré, mordiéndome el labio inferior.

“Sé que yo no puedo decir que también lo extrañe… Pero lo que sí puedo decirte es que no estoy ni cerca de terminar contigo”, dijo tomándome con sorpresa, y así, completamente empapados, con mis piernas aún en su cintura… Salió de la ducha y empezó a caminar hasta la cama.

Tal vez sus recuerdos seguían encerrados en algún lugar de su cabeza, pero al menos esa parte de él seguía ahí… Esa que nunca tenía suficiente de mí… Esa de la que yo tampoco podía saciarme.

La mañana del sábado siguiente estacionábamos el auto frente a la Mansión Lefebvre y me disponía a bajar cuando sentí una punzada en la parte baja de la espalda.

“¡Auch!”, exclamé, llevándome una mano a la zona lumbar y apoyándome de la carrocería.

“¿Qué ocurre?”, preguntó Emmett rodeando el auto para llegar hasta mí.

“Nada, nada, es que luego de dar a luz quedé con pequeño problema de cadera, nada grave, lo juro, pero conducir por mucho rato no ayuda, entonces… me duele un poco, es todo”.

Se empezó a hacer complicado hablar cuando Emmett colocó su mano sobre mí, reemplazando la mía.

Era un gesto desapasionado, solo buscaba aliviar un poco mi malestar, pero tenerle cerca y tocándome me volvía un ser irracional y deseosa de tenerle… Era un principio simple.

Cuando sus dedos se colaron bajo mi blusa y se abrieron paso bajo la pretina del pantalón, para hacer presión directa sobre mi piel y masajear el área… todo en mi interior fue incluso más errático.

“¿Es aquí?”.

“Mhum…”, fue todo lo que logré articular.

“Quisiera decirte que la próxima vez conduciré yo, pero… No puedo, el doctor ha sido estricto al respecto”.

“Yo tampoco te permitiría hacerlo… Me pondría muy nerviosa”, respondí de inmediato, negada rotundamente a esa posibilidad, él frunció el ceño.

“Siempre fui un conductor responsable y capaz, lo del accidente te aseguro que no fue culpa mía”, se defendió retirando su mano, por lo visto le había ofendido.

“No lo dudo, pero te perdí por un año entero”, dudé un segundo antes de seguir, pero decidí ser sincera.

“No quiero volver a hacerlo, sobre todo porque aún no te recuperamos del todo”.

“Estoy aquí y no me voy a ir”, aseguró con voz solemne y mirada intensa, antes de dedicarme una sonrisa torcida.

“Y ya sabes qué podemos hacer para ayudar a mi memoria”.

“No vas a recuperar todos tus recuerdos nada más que teniendo se%o, Emmett”, le acusé sonriendo, apartándome un poco para ir a sacar a Elliott de su silla, que seguía profundamente dormido.

Luego de haber hecho el amor después de nuestra cita, Emmett y yo habíamos empezado a dormir en la misma habitación… En la misma cama, cosa que nos llevó inevitable y afortunadamente a tener se%o cada noche esa semana. Estaba siendo en realidad nuestra mejor racha.

Antes, teníamos este velo de inseguridad cubriéndonos, yo casi nunca insinuaba nada porque no sabía si él realmente disfrutaba estar conmigo porque él siempre parecía guardar distancia y actuar con cautela, las veces que habíamos intimando antes del accidente, siempre se habían dado bajo situaciones que nos llevaban a eso…

El asunto solo de daba, no lo buscábamos.

Esta vez, en cambio, era diferente, yo era un poco más atrevida en cierto modo, llevaba una semana sin usar pijamas de algodón… solo batas de seda, y él dormía sin camisa o a veces solo en calzoncillos, era como si cada uno estuviese buscando provocar al otro… y funcionó… cada noche.

Pero lo más resaltante de todo, fue que varias de esas noches Emmett admitió haber tenido algún flashback, reviviendo situaciones que habíamos pasado juntos, fueron pocas y apenas si hubo detalles, pero yo terminé dándole contexto, a fin de cuentas por poco que fuese… era un gran avance.

“Eso tú no lo sabes”, siguió, como si hubiese estado leyendo mis pensamientos, pero esta vez habló con una gran sonrisa, abriendo el maletero y sacando el equipaje.

“¿Y tú sí?”.

Alcé una ceja con suspicacia.

“Bueno… El doctor le tiene fe al asunto”.

“¿Y tú desde cuándo eres tan chistoso?”.

“No lo sé, quizás sea asunto de la amnesia también”, comentó a modo de broma, pero justo cuando se dio la vuelta para caminar hasta la casa, nos topamos con Nadine, que iba en zapatillas y ropa deportiva.

“¿Amnesia? ¿Quién tiene amnesia?”, preguntó la mujer con el ceño fruncido, haciendo que Emmett se tensara y yo empezará a hiperventilar.

“Yo”, respondió Emmett unos segundos después, y cuando sentí que se me empezaba a bajar la tensión, él continúo con su respuesta.

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