La boda del heredero
Capítulo 47

Capítulo 47:

Me dirigí a la habitación de Elliott y lo encontré acurrucado con su perro de peluche; parecía profundamente dormido, me acerqué para darle un beso y arroparle mejor y entonces decidí volver al salón.

Me encontraba ajustando el intercomunicador cuando Emmett regresó.

Me di la vuelta para recibirlo, y entonces mi corazón empezó a latir con fuerza, mientras le veía quitarse la chaqueta de su refinado traje, dejarla sobre el perchero y seguir con los botones de sus puños.

“¿Todo en orden con Elliott?”, preguntó a media voz.

“Sí, está dormido”, mi respuesta fue apenas un susurro, no podía pensar con claridad mientras le veía soltarse los botones superiores de la camisa…

Nunca había entendido por qué, pero verle desvestirse siempre me había parecido ridículamente excitante.

“Gracias por aceptar acompañarme esta noche, Irina. Fue una velada agradable”.

Emmett se acercó a mí a medida que hablaba.

“Sí, realmente lo fue… Gracias por esta noche”.

Mi voz fue muriendo cuando le vi fijar su atención en mi boca.

“¿Puedo besarte?”, preguntó con voz ronca, haciendo que un delicioso hormigueo naciera en mi v!entre y me recorriera el cuerpo entero.

“Sí”.

“¿Prometes no golpearme esta vez?”.

Tan pronto como oí aquello solté un resoplido, una risa contenida que no coincidía en nada con el calor que me envolvía el cuerpo en ese momento, sobre todo porque Emmett dio un paso más hacia mí.

“No, esta vez no voy a hacerte daño”.

Él sonrió también, y al instante tuve una de sus manos en mi cuello y otra en mi cintura; y tal y como si fuese la primera vez… sentí que me derretía.

Nuestros labios se rozaron de forma pausada… contenida, hasta que su lengua se abrió paso con habilidad y premura, demandando una respuesta de la mía… Una que no tardó en llegar.

Al segundo de sentir esas húmedas caricias, tuve mis manos hundiéndose en su cabello, y mi cuerpo pegado al suyo por completo.

Su excitación era evidente, y su olor invadía mis fosas nasales, haciéndome ronronear de placer, para cuando solté un g$mido involuntario…

Él me tomó por las caderas y me alzó hasta sentarme a la orilla de la mesa, obligándome a abrir las piernas y envolverlo en ellas.

Sentir su er%cción rozándose contra mí empezó a enloquecerme, las finas capas de tela que nos separaban no hacían nada para apaciguar el efecto, pero al mismo tiempo empecé a odiar haber elegido un enterizo y no un vestido, pero aquel pensamiento coherente no duró mucho en mi cabeza, porque al sentir su boca deslizarse por mi cuello…

Todo dejó de tener sentido.

Solté un nuevo g$mido y dejé caer mi cabeza hacia atrás, dándole vía libre hasta mi pecho, cosa que él no tardó en hacer.  En un gesto lascivo y lujurioso, recorrió la cumbre de mis senos con la lengua, incendiando la última de mis neuronas… o eso creí.

Mis movimientos se volvieron erráticos, y dado que aún tenía en intercomunicador en la mano, terminé golpeándolo por accidente cuando me abracé a él, entonces Emmett, sin dejar de besarme, estiró su mano, me quitó el aparato y lo dejó a un lado, pero este cayó al suelo… El estruendo me sacó de la neblina de pasión.

‘Elliott’, fue mi pensamiento… Sin ese aparato encendido no podría saber si está bien.

Cuando intenté moverme para recogerlo, él apretó de mí un poco más, supe que no había sido un gesto opresor, al menos no del todo, solo no quería que me separara de él, lo entendí, pero no estaba dispuesta a dejarlo pasar. Era obvio que para Emmett, Elliott no era una prioridad, y eso fue un hidrante roto… apagando hasta la más mínima de las flamas que había en mí.

Al notar mi inmovilidad Emmett alzó la cabeza y me miró contrariado.

“¿Qué ocurre?”.

“Quizás… es demasiado pronto”, logré susurrar apartando la mirada.

“Creí que podría, Emmett, lo siento”.

Él se quedó un momento en silencio, pero finalmente asintió y suspirando se apartó de mí.

“Lo siento”, repetí, sintiéndome mal por haberlo dejado llegar tan lejos.

“No, descuida… Lo entiendo”.

Me miró fijamente, y me conmovió ver que no parecía enfadado.

“En otro momento”.

Asentí, meditando si debía decirle la razón por la que me negaba, pero al ver que él tampoco me cuestionó decidí dejarlo así.

“Ahm… Iré a darme una ducha”.

Emmett asintió sin decir nada y yo me apresuré para llegar a la habitación y cerrar la puerta.

Pasé las manos una y otra vez por mis brazos, intentando quitar la sensación de tensión que dominaba mis músculos, como si estuvieran resintiendo el hecho de no haberme entregado a él… Mi mente aún parecía estar de mi lado, pero era evidente que mi cuerpo me abandonó tan pronto como Emmett recobró la consciencia.

Me quité la ropa y me metí a la ducha, dejando que el agua caliente me calara por completo, esperando que eso me ayudará a relajarme un poco y poder dormir en paz sabiendo que quien podría aliviarme estaba a tan solo una puerta de distancia.

Un rato después, aún con el cuerpo rígido, me puse la bata de seda con la que siempre dormía y peiné mi cabello, pero antes de irme a dormir quise ir a darle un vistazo a Elliott, y de paso recoger el intercomunicador que había quedado en el salón, pero cuando abrí la puerta de la habitación de mi hijo quede inmóvil de la impresión.

La luz estaba encendida y Elliott estaba en su cama, despierto, pero Emmett estaba en cuclillas frente a él… Acomodando la cobija.

“Descuida, pequeño… Fue solo la ventana, pero ya la cerré por ti, puedes dormir otra vez”.

Mis labios temblaron ante aquella imagen, que era tan conmovedora como graciosa, ya que ambos se miraban fijamente, sin relajarse del todo pero como si no quisieran hacer movimientos en falso que alteraran al otro.

“¿No quieres volver a dormir? ¿Qué ocurre?”, preguntó Emmett, a lo que mi hijo le respondió en un balbuceo, entonces el hombre resopló.

“Esto va a ser un problema, amigo… No entendí nada”.

No pude evitar soltar una risa muda que callé de inmediato poniendo una mano en mi boca antes de aclararme la garganta.

“Quiere el oso de peluche… el que está en el piso”.

Decidí ayudarle un poco.

Emmett se incorporó de inmediato y me miró avergonzado.

“Lo siento, yo… Le escuché por acá”, agitó el intercomunicador.

“Creo que se asustó con los ruidos de la ventana, y ahora no quiere dormir. Intenté llamarte pero estabas en la ducha”.

“Descuida, pero para serte honesta estoy sorprendida, él no suele quedarse tranquilo con cualquiera cuando despierta asustado”.

“Bueno… Lo tomaré como un cumplido”, dijo con una sonrisa.

“Lo es, pero ahora debo dormirlo otra vez”.

“Claro, los dejaré a solas… Me iré a dar una ducha, descansa, Irina”.

“Igual tú”, murmuré viéndole salir de la habitación.

“Ahora… Tú, chiquitín, a dormir”.

Me acosté a su lado y le dejé acurrucarse contra mí para que se relajara hasta volver a dormir, eso tomó unos diez minutos, y durante todo ese tiempo no dejé de pensar en lo conmovedor que fue ver a Emmett ahí junto a la cama de nuestro hijo.

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