La boda del heredero -
Capítulo 46
Capítulo 46:
“¿Viajar a dónde? ¿Comprar qué?”, pregunté extrañado.
“Al pueblo, obviamente… Es el cumpleaños de tu mamá”.
“Oh… Lo siento, es que no he estado pendiente de las fechas en estos días. Pero… No sé, cómo están las cosas no sé siquiera si estemos invitados a esa fiesta”.
“Claro que lo estaremos… ¿Acaso no conoces a tu madre? Si no vamos… la gente hablará, y a ella no le gusta estar en boca de chismes”.
“No lo sé… Estaba bastante enfadada está vez”.
“Bueno, eso sí”, comentó cubriéndose la boca para tragar el bocado que acababa de llevarse a la boca.
“Creí que te saltaría encima a sacarte los ojos. Se ofendió bastante… todos lo estaban”.
“¿Tú te ofendiste?”, pregunté de inmediato, intrigado por saber si aún tenía algún resentimiento por eso.
“En parte, supongo…”, admitió suspirando.
“Pero creo que en mi caso es por todo el asunto de que siento que aún no me crees del todo cuando te hablo sobre cualquier cosa, ¿Sabes? Es más un asunto personal de nosotros, todo lo referente a la auditoría y a eso que dijiste de la venta de la cosecha… Lo entiendo y creo que haces bien, necesitamos saber qué ocurre”.
“Gracias…Al menos alguien lo hace, no tienes idea de cuántas llamadas recibí de la junta”.
Sonreí con malicia.
“De seguro se arrepienten de haberme dejado regresar”.
“Estás en todo tu derecho de hacer la auditoría… Allá quienes tengan algo que esconder”.
La forma tan despreocupada de hablar me hizo recordar que ella era la única que me había dado razón de sus cuentas.
“Irina… ¿Te puedo preguntar sobre ese local que estás comprando aquí en la ciudad? Dijiste que había sido idea mía”.
“Sí, bueno… es que antes de tu accidente yo no aspiraba a trabajar en Lefev’s, y Marie y yo habíamos hablado sobre abrir una oficina de asesoría financiera, ya sabes que Alsacia está llena de pequeños emprendedores, la idea era ofrecerles nuestros conocimientos para que manejaran mejor sus negocios. Ehm… un día lo hablé contigo y me dijiste que no alquilará ningún sitio, que comprara uno y pues… Luego de tu accidente, del coma… con toda tu familia rondándote como carroñeros… Aunque me negué a hacerlo por mucho tiempo… Tuve que sentarme a pensar qué sería de mí si tú no despertabas, así que decidí comprar el local, para tenerlo en caso de…”.
“Entiendo, ¿Por eso también abriste la cuenta para Elliott?”, pregunté, sintiéndome un poco mal por el hecho de que ella tuviera que afrontar todo aquello sola.
“Por eso hice aquel depósito, sí… La procedencia del dinero no la sé, Emmett, solo fue un cheque que recibí, se me dijo que era mi parte de lo que me correspondía por estarte representando ahí… Solo vi mucho dinero y sí, tuve el mismo pensamiento… tenía que asegurar el futuro de Elliott si tú no volvías”.
“Entiendo, fue realmente una decisión sabia”.
“Gracias, pero…”, sonrió una vez más.
“Solo para dejar eso claro… Yo deposité el cheque, pero esa cuenta la abriste tú”.
“¿Yo?”.
“Sí, cuando confirmamos que estaba embarazada… A los pocos días volviste a casa contándome sobre no sé qué cosa sobre un fideicomiso. El hecho es que la cuenta estaba, así que la usé”.
“¿Fue algo que habíamos hablado?”, pregunté un rato después, realmente intrigado por saber cuál había sido mi verdadera reacción a la noticia del embarazo.
“¿Lo de la cuenta? No, eso fue cosa tuya, descubrí que eres bastante impulsivo algunas veces”.
“No, me refiero a lo de… tener hijos”.
“Ah, no, realmente nunca lo conversamos… Fue cosa del destino”.
“¿Y no estuviste aterrada? Me refiero a que… por como me cuentas que se dieron las cosas, todo el asunto del acuerdo, la traición de Damien… Un embarazo no planeado tuvo que haber sido duro para ti, ¿No?”.
Irina ladeó la cabeza.
Estaba observándome en silencio por un buen rato, antes de responder.
“La verdad es que no, Emmett. Sí, fue una noticia inesperada, y al comienzo todo fue muy confuso, pero… Amo a Elliott con mi alma, no me importa cómo llegué hasta él… Pero la verdad es que durante las noches difíciles, cuando pensaba demasiado en eso, me daba un poco de ánimos saber que… Y lamento traer el tema nuevamente a la mesa, pero no sabes cuan feliz estaba de haber salido embarazada de ti y no de Damien, de que mi vida esté atada a la tuya por siempre y no a la de él”.
Aunque la mención de mi hermano era incómoda, sus palabras tuvieron un efecto placentero en mí. Por lo visto tenía una necesidad oculta por su aprobación… Y me gustaba tenerla.
“¿Nunca te arrepentiste de haberte casado conmigo?”, pregunté, sin saber del todo si quería oír la respuesta.
Ella se humedeció los labios con su lengua en un gesto distraído que hizo que mi mente retomara una vez más el sinfín de fantasías, incrementándose descomunalmente cuando sus labios se torcieron en una sonrisa llena de picardía.
“No, nunca me arrepentí realmente… Tú me hiciste creer que podíamos lograrlo”, dijo encogiéndose de hombros.
“Tanto que incluso ahora que no estás muy metido en esto… Yo sigo apostándole todo”.
Sonreí, respirando profundo, tratando de apaciguar las ganas que tenía de besarla, los últimos dos años estaban en blanco, pero todos los sentimientos que tenía antes seguían ahí, aflorando rápidamente.
“Vale… Apostarle todo a esto no suena mal”, dije sonriendo y entonces nos quedamos mirándonos fijamente.
No supe por cuánto tiempo estuvimos así, solo podía sentir el deseo creciendo en mi interior… La necesitaba con desesperación, recordé nuestro beso en la oficina y todo dentro de mí se incendió, sabía que ella también sentía ese llamado carnal, solo tenía que acercarme a ella… Moría por hacerlo, pero estar en aquel sitio me impedía hacerlo,
“Tal vez sea hora de volver a casa”, dije con voz ronca.
Entonces Irina bajó la mirada unos segundos y sonrió antes de volver a mirarme con la sombra del deseo oscureciendo sus ojos.
“Sí, creo que es hora de ir a casa”.
…
Al llegar a la casa, nos encontramos a Louise en el sofá, mirando la TV.
“Buenas noches, Señores Lefebvre, ¿Disfrutaron su velada?”, preguntó la chica con una sonrisa.
“Sí, Louise, todo estuvo maravilloso… ¿Y Elliott?”, pregunté mientras Emmett y yo dejábamos nuestras cosas en el perchero.
“Durmiendo, se tomó su leche y se quedó dormido aquí mientras veíamos caricaturas, lo llevé a su cama hace como una hora, todo ha estado en orden desde entonces”.
Sonrió y agitó el intercomunicador, para mostrarme que había estado atenta.
“Excelente, muchas gracias, Louise. Aquí tienes tu pago, yo iré a darle una vuelta al niño”, dije, mirando a Emmett y él hizo una mueca de aceptación.
“Te acompañaré a casa, Louise”, se limitó a decir señalando hacia la puerta.
“Excelente, voy por mis cosas”.
Hice una mueca al comprender que el entusiasmo de Louise era quizás demasiado para el simple ofrecimiento que había hecho Emmett, pero por la sonrisa deslumbrante que le dedicó cuando volvió con su bolsa…
Deduje que la chica tenía un enamoramiento con él.
Me reí internamente de lo cliché que podía ser aquello…
La niñera y el papá millonario.
Los adolescentes a veces era demasiado predecibles; pero no le di demasiada importancia al asunto, Louise vivía a tan solo dos casas de la nuestra, así que tendría muy poco tiempo para inventar algo, y tampoco era que pudiera culparla… Emmett lucía como un diamante entre una pila de carbón.
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