La boda del heredero
Capítulo 44

Capítulo 44:

“No entiendo… Se supone que es algo bueno, ¿No?”, preguntó Marie el día después de la junta, mientras esperábamos el almuerzo en ese pequeño restaurante cercano a Lefev’s.

“Sí, claro… Eso creo, no lo sé”, murmuré rascándome la frente.

“¿Cómo que no lo sabes, Irina? Es tu esposo… ¡Hola! Te invitó a cenar, algo perfectamente normal para una pareja, no a asaltar un banco, ¿Por qué le dijiste que no?”.

“No le dije que no, le dije que esta semana estaría complicado que saliéramos solo nosotros, le dije que era mejor dejarlo para el sábado… La niñera estará libre hasta entonces, sabes que no me gusta dejar a Elliott con desconocidos y…”.

“Eso es pura m!erda, Irina; pudiste llevarlo a mi casa o llevárselo a tu padre si hubieses querido”.

“¿Media hora de ida y media hora de regreso hasta Obernai para solo una cena?”.

“Ese es justo el punto… No es solo una cena, es la posibilidad de un reencuentro candente y sudoroso con tu ardiente esposo con el que no estás desde hace un año”.

“¡Marie!”, exclamé mirando hacia los lados, preocupada que alguien pudiera oírla.

“¿Podrías no gritar esas cosas al aire?”.

“Ay, ya vamos, Irina… ¿Qué es lo que pasa?”.

“Lo que pasa es que no es tan sencillo como lo planteas, estoy nerviosa, ¿De acuerdo? Las cosas entre Emmett y yo no son como las de un matrimonio normal, antes al menos teníamos nuestro acuerdo y sabíamos a qué atenernos, pero…”.

“¿Acaso no lo extrañas? Me refiero a que… Hasta donde llegaste a contarme, el hombre te subía y te bajaba al cielo cada vez que estaban juntos, ¿No quieres eso otra vez?”.

“¿Y qué tal si no es así?”, pregunté pero ambas nos quedamos calladas mientras la mesera dejaba nuestros platos en la mesa.

“No creo que se le olvidará como…”.

“¡No me refiero solo a eso, Marie! ¿Qué tal si no es como antes? Hace dos años él estaba comprometido con hacer funcionar esta relación, pero justo ahora no hace más que desconfiar de mí, ya te dije lo de los estados de cuenta”.

“¡Hey! Detente ahí”, me apuntó con el tenedor.

“Me dijiste que era algo que estaba haciendo con todos, no te lo tomes personal, ¿De acuerdo?”.

“Vale, vale… Pero mi punto es ese, no confía en mí, ¿Qué va a pasar si nos metemos de nuevo en esto y él nunca recupera la memoria?”, tomé un sorbo de agua, porque el nudo que se me estaba formando ahí era demasiado incómodo.

“¿Te has enamorado de él, cierto?”, preguntó con una sonrisa, yo la miré con sorpresa y luego sacudí la cabeza.

“No me mires escandalizada, mujer… que el hombre es tu esposo y el padre de tu hijo, no tiene nada de malo enamorarte de él”.

Pude haber argumentado que no era así, que lo que pasaba era algo totalmente distinto, pero… ¿Cuál sería el punto? Ella me conocía, por lo visto mejor que yo misma.

“Tal vez…”, suspiré y oculté el rostro entre mis manos.

“¿Qué voy a hacer ahora?”.

“¿Qué vas a hacer? Pues poner de tu parte, así como él puso de la suya cuando la que complicaba todo eras tú”, lanzó, y aquello me cayó como una patada en el estómago.

“Eso fue cruel, Marie”.

“No lo hace menos cierto, querida”.

“Sí, pero…Antes era diferente, me sentía confiada, él estaba comprometido con esto, sabía que no me daría la espalda, en cambio ahora… temo… Tengo un hijo ahora, Marie, y no puedo permitir que me rompan el corazón, yo…”.

“Aclaremos algo, Irina… Emmett no es Damien, ¿Ok? A ti Emmett no te va a dejar tirada en el sendero luego de haberse f%llado a una estúpida niña rica. Vale, el hombre perdió la memoria, eso está bastante jodido… No lo voy a negar, pero yo seguiría apostando todo mi dinero a Emmett y no al maldito imbécil de su hermano. ¿Quieres mi consejo? ¡Regresa con tu esposo! Regresa de verdad, deja los miedos de lado y pon todo de ti para superar esto, y por favooooor, acuéstate con el hombre en nombre de todas las que quisimos hacerlo y no pudimos”.

Solté una carcajada, la típica de cada vez que decía aquello.

“¿Sabes que está mal que hables así de mi esposo, no?”.

“Ay, vamos… Yo prefiero ser honesta, en mi adolescencia tuve mis fantasías con él, pero descuida… Que cada pedacito de mi cuerpo tiene nombre, nadie más que Caspian tiene acceso a esto”, comentó señalando teatralmente su cuerpo.

Sacudí la cabeza mientras seguía riendo, Marie siempre tenía una forma muy brutal de decir las cosas, pero también solía dar buenos consejos…

No podía dejar de preguntarme si este era uno de esos.

Con todo el asunto del despertar del coma y volver a la oficina, la atención había estado sobre él únicamente y ya no sobre nuestra relación.

Eso en otros tiempos hubiese sido una gran bendición, ahora solo resultaba conveniente, nos permitía poder ocuparnos del tema de la amnesia en privado, pero ella tenía razón… Me había enamorado de él y sí lo quería de regreso, pero ya no podía pensar solo en mí.

Elliott era lo más importante para mí y Emmett aún no parecía aceptar del todo ese hecho… eso era algo que no podía pasar por alto.

Seguía dándole vueltas a ese asunto un buen rato después, mientras regresaba a la oficina, pero eso quedó de lado rápido, porque tan pronto puse un pie dentro de mi oficina fui abordada por Alicia, que venía con los ojos abiertos de par en par.

“Hola, Alicia… ¿Qué ocurre?”.

“Ay, Señora Irina, es que… La familia del Señor Emmett llegó hace un rato, y lo están esperando en su oficina porque él salió a almorzar, pero… la Señora Gioconda está furiosa y el Señor Damien está con ellas, todo el mundo parece muy alterado”.

“Gracias, Alicia… Iré a ver qué ocurre”.

Tras un largo suspiro me puse de pie y caminé hasta la oficina de Emmett, dónde esperaban Gioconda, Paulette y Damien… Los tres clavaron sus ojos en mí.

“Feliz tarde, señores”, logré decir antes que mi adorada suegra se lanzara a sacarme los ojos.

“Esto fue idea tuya, ¿Cierto? Creí que ya habías dejado atrás ese afán tuyo de crear división en mi familia”, exclamó furiosa mientras yo fruncia el ceño.

Me temo que no te entiendo, Gioconda… ¿Qué dices que es mi culpa?

“Esa loca idea de Emmett de hacernos una auditoría, ¿Qué le has dicho? En serio le has hecho creer que Damien puede estar ¿Qué? ¿Lavando dinero? ¡Revisar mis cuentas! ¡¡Qué humillante!! Qué cosa tan vil, Irina”.

Abrí la boca para defenderme, pero la puerta se abrió una vez más y Emmett entró a la oficina.

“¿Se puede saber por qué están en mi oficina gritando como en una feria de pueblo?”, preguntó mientras se quitaba el saco y lo colgaba del respaldo de la silla.

“¿Cómo se te ocurre hacernos una auditoría, Emmett? ¿Acaso no nos respetas ni un poco?”, lanzó Gioconda.

“Ah, es por eso…”.

“¡Claro que es por eso! ¡Qué cosa tan terrible! Pasamos un año sin ti, tratamos de salir a flote, damos nuestro mejor esfuerzo, nos alegramos por tu regreso ¿Y nos pagas con desconfianza?”.

“Una maldita puñalada por la espalda, pero el argumento es que yo soy el malo de la familia”, agregó Damien en tono despectivo.

“Bueno, madre… No sabía que debía agradecerte por alegrarte por mi regreso”, dijo Emmett ladeando la cabeza de un lado a otro.

“Pero yo no estoy siendo malagradecido con nadie, ni estoy en contra de uno o de otro…”

Hizo una pausa.

“Cómo de seguro ya Damien te hizo participe… La auditoría es para toda la junta, no solo para ustedes y pretendo llevarla a cabo la semana entrante, de hecho, ya Adrien está haciendo los arreglos con los auditores”.

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