La boda del heredero -
Capítulo 40
Capítulo 40:
“No entiendo… Creemos que puede estar lavando dinero con las cuentas de la empresa, lo vas a investigar, ¿Pero le vas a decir que lo estás investigando? ¿Qué es eso?”.
“Una auditoría”, respondió Emmett dándose la vuelta y encarándonos.
“¿Piensas hacer una auditoría?”.
Adrien parecía estarlo entendiendo muy bien, yo en cambio estaba un poco confundida.
“¿Auditoría? ¿Eso no es para descubrir quién está haciendo malos manejos? Creí que ya se tenía la duda sobre Damien”, dije, intentando comprender lo que al parecer se me estaba escapando.
“Sí, en teoría así es, pero…”.
“Esto no es una cacería de brujas, Irina”, siguió Emmett.
“Mi principal objetivo es frenar estas acciones y limpiar las cuentas de la compañía, no dejar que la información se filtre y se haga pública… Castigar al culpable es importante, pero necesito primero asegurarme que la empresa esté bien”.
“Claro, entiendo, yo…”.
“Y aún no se han encontrado pruebas directas contra él, la sola sospecha no servirá en un tribunal. Con una auditoría se haría una revisión profunda de la gestión de todos, sería mucho más transparente que una revisión de estados de cuenta”.
Adrien parecía estar de acuerdo con lo que planteaba Emmett, más no con el modo en que estaba haciendo las cosas.
“Por eso finalmente decidí decirle a ambos que estaba haciendo la revisión”.
‘’Decidí… Sí, claro’, pensé con cinismo, sabiendo que si no hubiese sido por el hecho de que la tarde anterior tuvimos la discusión que tuvimos… él no me hubiese dijo nada y aunque ya lo habíamos aclarado… seguía estando un poco molesta al respecto.
Mis pensamientos se hicieron a un lado para ser sustituidos por alarmas y preocupación cuando Damien entró a la sala.
“Buenos días, señores”, saludó con la usual prepotencia que le caracterizaba.
“Bienvenido, Damien toma asiento, por favor”, dijo Emmet.
“Oh, veo que ya estás recobrando la vieja costumbre de mandar… tal y como hacía papá”.
“Alguien tiene que hacerlo”, respondió Emmett encogiéndose de hombros.
“Pero lo cierto es que tú eso ya lo sabes… por eso te preocupaste tanto sobre quién dirigiría la empresa cuando yo no estaba, ¿O no?”.
Damien se tensó, detectando en ese momento que su hermano no estaba para soportar sus tonterías ese día.
“Claro… siempre he sabido que era deseo de papá que un Lefebvre dirija la empresa siempre, sé que es el tuyo también”.
“Muy conmovedor”, respondió Emmett, sin el tono de veneno que yo hubiese usado, pero al menos fue algo.
“Pero no estamos aquí para eso, Damien”.
“Entonces ¿Para qué?”.
“Adrien, por favor”.
Con la orden de Emmett, Adrien nos entregó a Damien y a mí un par de carpetas.
“Éstos son sus estados de cuenta, marcado con las etiquetas están las sumas de dinero de las que no se ha podido comprobar la procedencia… Les pido, que me preparen un informe detallando qué son esas operaciones y de dónde provienen los fondos”.
“¿Revisaste mis estados de cuenta?”, preguntó Damien completamente ofendido.
Al darle un vistazo a su carpeta, pude comprar que mientras la mía tenía solamente cuatro etiquetas sobresalientes, la de Damien tenía muchas más… Quizás el triple.
“Los revisamos Adrien y yo, sí; y pronto lo harán más a fondo, porque planeo hacer una auditoría a los miembros de la junta, y al personal administrativo de confianza.
“¿Y para qué toda es esta basura, entonces?”, exclamó Damien.
“¿Si vas a hacerme una auditoría por qué me pides que justifique mis gastos antes?”.
“Porque les estoy dando la oportunidad de ser sinceros conmigo… Antes de llegar a instancias legales”.
“Bueno, yo no tengo ningún problema”, agregué de inmediato, mirando con satisfacción como Damien parecía más enfadado ahora.
“¿Y qué esperas encontrar? ¿Ah?”.
“Al responsable de las operaciones de ingreso de dinero cuya procedencia desconocemos, y el uso que se le ha dado a ese dinero”.
“¿Qué dices? ¿Que estoy lavando dinero?”, siguió Damien fuera de sí.
“Eso es una completa estupidez, Emmett. ¿También vas a revisar los estados de cuenta de mamá?”.
“De toda la junta, dije”, respondió Emmet y entonces se presentó una situación en la que no había caído y Damien sí… ¿Qué se iba a hacer con Gioconda?
“Eres un malnacido… la humillación que eso nos generará… Mamá sufrirá un infarto con esto…”.
“Me aseguraré de que no, pero seguiré protegiendo a la familia”.
“Sí, seguro… ¿Por qué no dices lo que es esto realmente?”.
“¿Qué crees que es?”.
“Otra de tus jugadas para sacarme del camino, no soportas ver que yo pueda llegar a sobresalir, que pueda tener más protagonismo que tú, Emmett… Entonces ahora me acusas de lavar dinero”.
“Ay, Damien déjate de payasadas”, exclamó Emmett riendo.
“La obra de teatro la haces frente a mamá y Pau, que de seguro lo harás… Aquí necesito que te comportes a la altura de la situación. Esto no es algo entre tú y yo, es algo que nos afecta a todos y pone en tela de juicio el apellido de la familia, ¿Entiendes eso?”.
“Además, Damien…”, agregó Adrien encogiéndose de hombros.
“Es bastante simple, si no la debes… no la temes; si no has hecho nada malo… entonces no pasará nada contigo”.
“¿Y quién me garantiza que no me harán ver cómo un criminal?”, lanzó Damien con el rostro rojo de furia.
“¿Y qué crees que es esto?”, preguntó Adrien con burla.
“Eso de sembrar evidencia suena muy a película detectivesca”.
“El asunto es que cada ladrón juzga por su condición”, agregué sin poder contenerme, cosa que a ninguno de los hermanos le causó gracia.
“Cállate, Irina, que de momento esto no te compete”.
Mis ojos se abrieron de par en par, indignada, pero antes de que pudiera abrir la boca para decir algo, Emmett le dio un golpe tan fuerte a la mesa que sacudió todo lo que había ahí.
La sala quedó en silencio y todos nos quedamos inmóviles mientras él se apoyaba sobre la mesa y se inclinaba hacia su hermano.
“Tres cosas, Damien… La primera: te guste o no, tienes hasta mañana para dar respuesta por las sumas que ahí se te marcan. Segundo: esto no es nada personal, hermano… Créeme que no hay envidia, porque nunca he tenido nada que envidiarte. Y tercero: la próxima vez que vuelvas a levantarle la voz a mi esposa, o a ser irrespetuoso con ella de alguna forma… haré que te arrepientas de haberlo hecho, ¿Entendiste?”.
El tono de Emmett era amenazante, sin ser necesariamente agresivo, y la mirada que le estaba dedicando a su hermano haría temblar incluso al más valiente.
Algo se removió en mi interior al verle defenderme de ese modo, al menos seguía aparentando que éramos un equipo.
“Bueno, creo que podemos bajar un poco los ánimos, esto no tiene por qué terminar en un enfrentamiento”, comentó Adrien, intentando ponerse de pie, pero antes de que pudiera lograrlo, Damien decidió abrir la boca nuevamente.
“Eres un mentiroso”, murmuró en tono burlón.
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