La boda del heredero -
Capítulo 39
Capítulo 39:
“Te dije que no te llevaría a casa”, siseé, pero él me ignoró y estiró su mano hacia mí.
“Dame las llaves”.
“No te voy a dar las llaves de mi auto”.
“Irina… dame las llaves”, repitió amenazante.
Odiaba cuando usaba ese tono conmigo, me sentía la chica de la fotocopiadora en lugar de su esposa.
“¿Para qué las quieres? Tú no puedes conducir aún”.
“Las quiero para asegurarme que no encenderás está máquina… porque tú tampoco puedes conducir así”, respondió mirándome con intensidad.
Me tensé de inmediato, pensando en negarme, pero luego jugó la carta que sabía que no podría combatir.
“Piensa en Elliott, ¿Sí?”.
Di un largo suspiro, fulminándolo con la mirada… pero entregándole las llaves, sabía que me manipulaba, pero no podía combatir su jugarreta.
“Malditos hombres Lefebvre”, murmuré furiosa, volteándome para mirar por mi ventanilla.
“Sé que estás enfadada, Irina, y sé que merezco que lo estés, pero… No me incluyas en el mismo lote que a mí hermano, ¿Sí? Es injusto, incluso en esta situación”.
Mantuve mi vista fija en los arbustos del estacionamiento y no respondí, le oí resoplar y apoyar su cabeza en el asiento; nos mantuvimos en silencio un rato y entonces finalmente habló.
“Lo siento, Irina”, susurró, y entonces el ambiente en el auto se relajó un poco, el interruptor cambió las cosas de un enfrentamiento a una conciliación.
“Me comporté como un imbécil, no medité las cosas antes de actuar y entiendo que estés enfadada”.
“¿Por qué me besaste?”, lancé, sintiendo que mi furia aumentaba.
Era un iluso si creía que un ‘lo siento’ arreglaría todo.
“No para castigarte, eso te lo aseguro”.
“Entonces… ¿Por qué?”.
“No lo sé, Irina”, dijo tras un suspiro.
“Quise hacerlo. Sé que no me entiendes, y yo mismo trato de aparentar que no es así, pero soy un desastre, ¿De acuerdo? Mi cabeza tiene lagunas y está llena de dudas, quiero ir con cuidado, descubrir todo antes de relajarme, pero mi cuerpo… es como si tuviera vida propia, mi cuerpo…”, se pasó una mano por el cabello y resopló una vez más.
“Maldito Giroud”.
“¿Qué tiene que ver el doctor con todo esto?”, pregunté extrañada.
“Nada, olvídalo. ¿Te puedo hacer una pregunta?”.
Resoplé, pero asentí para que la hiciera.
“Si todo lo que dices de nosotros es cierto, eso de que construíamos algo real… ¿De verdad crees que tuve algo con Charlotte?”.
Hubo un largo silencio antes de que yo respondiera, y mis palabras me sorprendieron a mí misma más que a él.
“No, pero me enfada mucho ver que nunca detuviste sus avances, y… Siempre he temido que ella finalmente lo logre”.
“¿Qué logré qué?”.
“Conquistarte”, admití encogiéndome de hombros y eso le hizo sonreír.
“No lo hará, y te aseguro que nunca lo hizo”.
“¿Cómo puedes estar tan seguro?”, resoplé con frustración.
Emmett me miró en silencio un largo rato, y algo en mi interior se removió, era una mirada intensa y su posible significado me puso nerviosa.
“Solo lo estoy. No puedo responder por lo que pasó antes, porque no lo recuerdo, pero apostaría la vida a que jamás crucé la línea con esa mujer. Pero sí puedo hablar por lo que ocurre ahora… Ella no tiene oportunidad, ninguna, aún estoy descubriendo qué ocurre entre nosotros, pero ella no tiene ni tendrá cabida aquí, ¿Entiendes? Solo te pido que confíes en mí”.
Al oírlo solté un jadeo burlón, que le hizo fruncir el ceño.
“¿Qué confíe en ti?”, pregunté con burla.
“¿Tú andas revisando mis estados de cuenta a mi espalda, pero me pides que confíe en ti? Eso es un poco descarado”.
“¿Cómo sabes lo de los estados de cuenta?”, preguntó en tono cansado.
“Y no lo niegas…”.
“No, no lo niego… ¿Cómo lo sabes?”.
“Los vi hoy en tu escritorio cuando fui a buscarte”.
“No tienes por qué enfadarte, Irina: estoy revisando los movimientos de toda la junta, incluyendo los de Paulette, no es algo personal”.
“¿Por qué lo haces? ¿Qué buscas?”, pregunté, sintiéndome un poco menos ofendida, aunque aún estaba enfadada.
“Porque Adrien detectó una entrada de dinero inusual en las cuentas de la compañía, varias operaciones, diversas cuentas, pero ese dinero que no se reportó… y tampoco se sabe dónde terminó”.
Mis dedos se empezaron a poner fríos ante lo que me estaba diciendo.
“¿Crees que Damien está lavando dinero con la empresa?”, susurré sorprendida.
El hombre era un desgraciado, pero nunca pensé que pudiera arriesgarse a ese tipo de cosas.
“Las cuentas de Damien están limpias, incluso las de Nadine”.
“¿Entonces quién es?”.
“No lo sé, pero lo descubriré, y quién sea que se atreviera a manchar la empresa de mi padre… Pagará las consecuencias con actos”.
…
Al día siguiente Emmett y yo entrábamos a la sala de reuniones donde ya nos estaba esperando Adrien, y este al vernos llegar juntos sonrió aliviado.
“Buen día, ¿Qué tal se encuentran?”, saludó animado.
“Pues… Elliott hizo hoy su numerito de ‘No me importa si lo comía antes, no pienso probar esa avena’ mientras desayunábamos”, respondí con una mueca.
“¡Ah! Su show favorito”, comentó Adrien sonriendo.
“Y sin duda el que mejor tiene ensayado”, intervino Emmett.
Aunque no supe si su sarcasmo iba a modo de crítica o de broma, no importaba cuánto avanzábamos nosotros, ese tema siempre sería el más delicado.
“Es que ese niño es una estrella, es como si tuviera el temperamento de Alien y Depredador al mismo tiempo”, sacudió la cabeza riendo.
“Pero claro si…”.
Adrien amagó con alzar sus manos, cómo señalando hacia nosotros, con la intención de argumentar que tenía nuestros temperamentos, pero tanto Emmett como yo le miramos con advertencia, alzando una ceja o frunciendo el ceño y entonces el hombre cerró la boca y se limitó a sonreír nada más.
“No importa, cómo sea… ¿Empezamos?”, yo asentí mientras me imitaban y tomaba asiento.
Pero Emmett no se sentó, sino que caminó hasta el gran ventanal.
“Aun no”, respondió mirando el paisaje.
“¿Por qué no? ¿Que esperamos?”, cuestioné yo.
“A Damien”, se limitó a responder, haciendo que Adrien y yo nos miráramos con preocupación.
“¿A Damien?”.
“¿Le dijiste a Damien lo de la investigación?”, preguntó Adrien, masajeándose el dorso de la nariz.
“Sí, lo hice”.
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