La boda del heredero -
Capítulo 38
Capítulo 38:
“No pretendas hacerte el listo conmigo, Emmett… He tenido que soportar demasiada m!erda para tener que aguantar ahora que te pasees con la mujerzuela esa cada que quieras”.
“Que no….”.
“¡La llamaré como quiera!”, exclamé, pensando que me pediría una vez más no hablar así.
“Baja la voz”, siseó Emmett entre dientes.
Sabía que odiaba que le gritaran… No estaba acostumbrado a ello. Su semblante estaba tenso y amenazante, pero poco efecto tuvo en mí. Di un paso más hacia él, con la barbilla altiva.
“¿O qué?”, pregunté en el mismo tono, y eso provocó que las venas de su frente se hicieran más prominentes y su respiración más sonora.
Estaba furioso en extremo, no era para menos, al poderoso Emmett Lefebvre nadie podía hablarle de esa forma, pero me importaba poco, él tenía que recordar que yo no era ni una empleada ni un put% accesorio, era su esposa y debía respetarme… había prometido hacerlo.
Pero entonces, todo mi mundo se sacudió en tan solo un segundo, y lo siguiente que supe fue que estaba sentada sobre el escritorio con uno de sus brazos sujetando fuerte mi cintura mientras la otra lo hacía con mi cuello, para sujetarme firme mientras su boca se encontraba con la mía en un beso salvaje y poco delicado, que me convirtió en una antorcha humana al instante.
Pero aunque me hubiese gustado decir que el fuego era solo furia e indignación… Lo cierto era que él deseo empezó a dar una dura batalla para dejar todo lo demás atrás.
El calor iba en aumento mientras el beso se iba haciendo más profundo, tal y como ocurrió en el pasado, Emmett tomaba mis labios como si su vida dependiera de ello, cómo si nada más importará en su mundo.
Mil cosas daban vueltas en mi cabeza, cada una queriendo tomar protagonismo, pero solo el deseo se encontraba en pleno dominio.
Yo no había llegado a aquel matrimonio enamorada de Emmett, pero había descubierto que mi cuerpo y mi mente se encontraban en realidades muy diferentes con relación a él.
Mi mente era recelosa e incluso temerosa con él, pero mi cuerpo… aquella era una historia totalmente diferente. No pude evitar posar mis manos sobre su cuello, instando, igual que estaba haciendo él, a que nuestros cuerpos estuviesen más unidos.
Su lengua se abrió paso entre mis labios casi al instante, y desde entonces no paró de deleitarme con sus demandantes caricias expertas.
Yo parecía sumergirme en alguna especie de gas tóxico que me hacía olvidar de todo, estar entre sus brazos era absorbente… en un sentido maravilloso, y había pasado tanto tiempo sin disfrutar de eso, que el contexto en el que se estaba dando el beso… no me pareció importante.
Emmett gruñó y se acercó un poco más, ubicándose entre mis piernas, provocando que el contacto se hiciera más íntimo, lo cual nos arrancó un par de suspiros a ambos.
Sentirle excitado y preparado me hizo sentir que habíamos sido transportados a un limbo donde solo existimos él y yo… y el frenético y erótico roce de nuestros cuerpos por encima de la tela que nos separaba.
De pronto Emmett me tomó por el trasero de forma un tanto brusca y aunque el gesto en sí no me molestó en absoluto, sí me hizo caer en cuenta de un par de cosas. En primer lugar, que aquel no era un beso nacido del deseo, sino del descontrol, y estaba destinado a castigarme más que otra cosa.
En segundo lugar, Emmett jamás era brusco conmigo, al menos no de un modo doloroso, aquella actitud era obra del nuevo Emmett…
El que quería castigarme.
Y en tercer lugar, no podía olvidar lo que me acomplejaba antes de que él se acercará pretendiendo borrar cada pensamiento con sus labios. Así que, con toda mala intención, deslicé mis manos desde su cuello hacia el sur de su cuerpo, haciendo que temblará de expectación.
Cuando tuve mi mano sobre su prominente excitación y sus gruñidos se volvieron más intensos, contuve mis propios deseos, esos que parecían estar traicionándome en el último momento, y entonces apreté fuerte, dejando que mis dedos se aferraran sobre su carne bajo la tela.
“¡Maldita sea!”, exclamó él dando una zancada hacía atrás tan pronto sintió mi aferre, que por desgracia no pudo ser tan doloroso como yo planeaba.
“¡¿Estás loca?!”.
“¿Yo? ¿Qué me dices ti? ¡¿De dónde salió todo esto?!”.
Le di un empujón para hacerle retroceder mientras yo bajaba del escritorio; sintiendo que mis piernas temblaban, pero poco dispuesta a dejárselo saber.
Emmett respiraba agitado y aún tenía una de sus manos cubriendo su entrepierna, quise pensar que al menos logré hacerle sentir incómodo. Aunque al principio me miraba fijamente, a los pocos segundos empezó a esquivar mi mirada.
“¡Dime!”, le exigí al ver que no terminaba de reaccionar.
Pero antes de que él pudiera abrir la boca, un llamado al cristal nos hizo mirar hacia la puerta.
“Permiso, no quiero interrumpir, pero… Aquí tienes tu informe, Irina”.
Charlotte blandió una carpeta manila al aire.
“Seguro, déjalo ahí… Gracias”, respondí en tono cortante mientras bajaba del escritorio y me acomodaba la blusa.
Emmett se mantuvo de espalda a la puerta en todo momento, y Charlotte con la incomodidad marcando su rostro, se inclinó para dejar la carpeta en el archivero que estaba junto a la puerta.
“De acuerdo, ya me iré… nos vemos mañana”.
Ninguno de los dos le respondió, y en mi interior danzaba una gloriosa satisfacción, toda la situación era una porquería, pero al menos la mujer sabía que nos había encontrado a la mitad de algo, el ataque y el enfado de seguro habían escapado de sus ojos, así que se estaban marchando con la idea de que Emmett y yo estábamos intimando en la oficina.
Él dio unos cuantos pasos sin dirección por la oficina antes de girarse hacia mí, pero su actitud ya no era tan conflictiva.
“Irina, yo…”, abrió la boca un par de veces y la cerró otras tantas, hasta que finalmente me cansé.
“Vete a la m!erda, Emmett…”, tomé mi bolso y me lo puse al hombro.
“Pero dejemos claro una cosa, ¿Sí? Yo sé que el papel dice que soy tu esposa, que soy tuya y todos esos reclamos cavernícolas de los que quieras echar mano, pero no me puedes tratar como a un juguete se%ual, ¿Ok?”, me acerqué a él.
“La próxima vez que quieras callarme con un beso o peor aún, castigarme con eso… te golpearé tan fuerte que haré que te exploten las nueces”.
Emmett se limitó a mantenerse en silencio y tensar la mandíbula mientras yo me daba la vuelta y empezaba a salir de la oficina.
“¡Y busca cómo diablos irte a casa, porque en mi auto no te subes!”, grité desde el corredor.
En cuestión de un par de minutos salí del edificio y atravesé el estacionamiento, pero al entrar al auto los nervios terminaron por vencerme. Mis manos comenzaron a temblar al igual que mis labios, y un segundo después estaba llorando con una mezcla de rabia y tristeza.
Poco más de un año atrás Emmett había logrado ilusionarme, al punto que de verdad yo creía que podíamos lograrlo, podíamos llegar a amarnos y tener una vida feliz; luego de saber de Elliott… había puesto todas mis esperanzas en ello.
Con aquel maldito accidente creí que lo perdería todo, pero no, resultó que era la amnesia quien me lo estaba arrebatando.
Sujeté el volante con las manos y apoyé la cabeza en ellas.
También había lágrimas de humillación, ¿Cómo era posible desear tanto a una persona después de todo aquello?
Mi cuerpo estaba resintiendo el no haber satisfecho sus deseos… El cumulo de sensaciones y sentimientos contradictorios me estaban enloqueciendo.
La puerta del copiloto se abrió y di un respingo alzando la cabeza al tiempo que Emmett entraba al auto, haciendo que la rabia tomara ventaja sobre todo lo demás dentro de mí.
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