La boda del heredero -
Capítulo 36
Capítulo 36:
“¿Crees que estás en desventaja por no recordar nada?”, pregunté a la defensiva.
“Intenta ser el único que lo recuerda… Eso también es una desventaja”.
Pensé en aquella vez en ese hotel y en todas las otras veces que estuvimos juntos, en la relación que habíamos empezado a formar… Lo que estábamos construyendo… Pensar que él no recordaba nada de eso, que había olvidado las cosas que significaban tanto para mí en esos momentos… Era demoledor.
Todo apuntaba a que sí estaba enamorada de él, pero quizás todo aquello era alguna especie de señal, una forma del universo de decirme que no era para mí. Y sin embargo… no quería creerle.
“Lamento que sea así, Irina”, respondió de inmediato.
“Pero te aseguro que me recuperaré, y cuando lo haga… retomaremos las cosas donde las dejamos”.
“De acuerdo, yo… creo que me iré a dormir, ya estoy algo cansada”, dije unos segundos después, y sin esperar su confirmación empecé a caminar hacia mi habitación.
Pero su voz me detuvo a mitad del corredor.
“Irina…”.
Me giré para encontrarle rascándose la barbilla con aire pensativo.
“Dime, ¿Qué necesitas?”.
“Sé que ya dijiste que es muy pronto para tener relaciones, pero… ¿Puedo al menos dormir en la habitación contigo?”.
Aquella solicitud me tomó por sorpresa y en un primer instante no supe qué decir, pero era consciente de que no podía simplemente negárselo de por vida, aunque aceptarlo me pusiera nerviosa.
“Ahm… Claro”, respondí con una sonrisa.
“¿Segura? Tampoco quiero incomodarte, pero… creo que pudiera ayudarme un poco, quizás”.
Se apresuró a decir él, y solo entonces comprendí que también parecía sentirse de la misma forma.
Me pareció tan desquiciado que luego de lo que habíamos compartido en intimidad, de todo lo que se había dicho cuando era el deseo el que dominaba… La simple idea de dormir en la misma cama nos acomplejara tanto.
“Descuida, Emmett… Es tu cama, tu habitación también. Yo iré a darme una ducha y luego me acostaré; tú puedes ir cuando gustes”, dije con una sonrisa.
“De acuerdo, tardaré solo un par de minutos más aquí”.
Asentí y seguí mi camino.
Entré a la habitación y miré la cama tendida…
En ella habíamos vivido muy poco puesto que nos mudamos a esa casa poco antes del accidente, pensé que ahora los recuerdos que crearíamos ahí estarían marcados por la incomodidad… Una pena después de lo vivido, pero al menos era un avance, o al menos así quise verlo.
Pero resultó que mientras avanzábamos en una fase… en otra nos quedamos estancados y enfrentados.
Al día siguiente me encontraba en mi oficina, repasaba un par de cuentas por cobrar cuando Alicia llamó a mi puerta.
“Buen día, señora… ¿Almorzará con el Señor Emmett o quiere que le pida algo de Ravitzo?”.
“Gracias, Alicia, te avisaré en un momento, aún no sé qué haré”, respondí al comprender que mi rutina quizás cambiaría de ahora en adelante.
“De acuerdo, pero recuerde que reciben pedidos hasta las diez”.
“Sí, tranquila, ya te aviso”.
Apagué el monitor del ordenador y me levanté para ir hasta la oficina de Emmett, pero la encontré vacía. Extrañada miré hacia un lado y otro y entonces vi que estaba en la oficina de Damien, que parecía que estaba a punto de explotarle la cabeza.
Movida en parte por la curiosidad, decidí entrar a la oficina y esperarle ahí. Me acerqué al escritorio y me disponía a sentarme cuando algo llamó mi atención. Varios papeles apilados cerca de su teclado, cómo si los hubiese estado revisando antes de salir, pero mi nombre aparecía en ellos.
Les di un vistazo rápido, temiendo que me encontrará husmeando. Eran estados de cuenta, y reportes de ingresos y gastos… Emmett estaba revisando la contabilidad de mi gestión, y el hecho de que no me lo dijera… se sentía como una traición.
“Hola”, su voz grave y profunda me sobresaltó, pero de inmediato sonreí y me incorporé.
“Hola”.
“¿Ocurre algo?”.
“No, no, solo… venía a ver cómo te iba”.
“Todo va bien por ahora, ¿Quieres que vayamos a almorzar?”.
“Oh, claro… te iba a decir… Comeré con Marie”, mentí, lo que menos deseaba en ese momento era almorzar con él.
“De acuerdo, nos vemos más tarde entonces”, respondió con seriedad y luego de quedarme unos segundos inmóvil y sin saber qué hacer… finalmente salí de la oficina.
Al parecer todas las buenas intenciones de la tarde anterior, se habían esfumado, y la desconfianza había vuelto.
‘O nunca se fue’, pensé con tristeza.
Más tarde ese día, cuando ya era hora de salir, todo el piso estaba casi vacío… Prácticamente todos los empleados se habían retirado, pero yo me encontraba en la oficina, terminando de revisar un informe cuando el llamado a la puerta me sacó de mi concentración.
Después del día que había tenido, encontrarme con la desagradable cara de Damien no me cayó nada bien, sobre todo porque estaba apoyado en el marco de la puerta con los brazos cruzados y aquella maldita sonrisa que antes me hacía enloquecer, pero que ahora solo me causaba náuseas.
“Hola, Irina”.
“¿Qué quieres, Damien?”, respondí volviendo la mirada al ordenador.
Hace mucho que había decidido no darle ni un minuto más del necesario en atención a esa escoria de hombre.
“Necesito los reportes de Charlotte”.
“De acuerdo… ¿Y eso qué tiene que ver conmigo? Anda y pídeselos a ella”, respondí enfadada.
La desconfianza de Emmett, Damien y ahora de paso me mencionaban a esa mujerzuela.
“¿No se supone que con el nuevo orden de gobierno te corresponde a ti lidiar con la contabilidad?”.
“Aparentemente no soy la única encargada”, murmuré con ironía y amargura.
Pero de pronto caí en cuenta de algo que terminaba de amargarme el día.
Si Emmett tenía esos informes contables, se los había tenido que pedir a Charlotte; ya estaba enfadada con él, pero saber que había interactuado con ella sin yo saberlo, me puso incluso más furiosa.
“¿Cómo dices?”, preguntó frunciendo el ceño.
“Nada, olvídalo”, resoplé de inmediato.
Si necesitas algo de Charlotte, Damien, anda y pídelo tú mismo, te lo he dicho muchas veces… no soy tu mandadera.
“Bueno, de acuerdo, pensé que quizás te gustaría participar en el asunto, pero tal vez estoy equivocado”, se encogió de hombros y empezó a darse la vuelta para marcharse, y aunque sabía que realmente no debía hacerlo… terminé mordiendo su anzuelo.
“¿Participar en qué?”, terminé preguntando, haciendo que él pareciera bastante satisfecho.
“Es que… Charlotte parece bastante emocionada por estar ayudando a Emmett con su vuelta al trabajo”.
“¿Cómo que ayudando?”, volví a preguntar.
Aunque todo dentro de mí gritaba que era mentira, pero la pequeña parte que creía que fuese cierto era más poderosa en ese momento.
“Claro, él ha estado pidiendo reportes y ella se los ha dado gustosa… te lo digo porque sé que no estás muy de acuerdo con esa relación”.
“No es una relación, Damien”, resoplé una vez más.
.
.
.
Si encuentras algún error (contenido no estándar, redirecciones de anuncios, enlaces rotos, etc.), por favor avísanos para que podamos solucionarlo lo antes posible.
Reportar