La boda del heredero -
Capítulo 31
Capítulo 31:
Habían pasado un par de minutos desde que habíamos entrado a su oficina; Emmett me miraba atentamente y en silencio mientras yo intentaba bajar mis pulsaciones para tener una conversación civilizada y no con el salvajismo que luchaba por salir de mi interior.
“Veo que estabas conversando con Charlotte… ¿Puedo saber de qué iba esa charla?”, pregunté entre un par de respiraciones profundas.
“¿La pelirroja?”, preguntó con el ceño fruncido.
“Pues… Me estaba diciendo lo mismo que todos, que le alegraba tenerme de regreso, pero no podría decirse que fuese una conversación”.
“No, claro que no… Si hubiese sido una conversación ella no tendría por qué estar poniéndote las manos encima como si estuviera en una terapia de relajación, ¿No?”.
Emmett frunció el ceño y resopló antes de hablar, y cuando lo hizo… Hizo la peor de las elecciones de palabras.
“¿Estás celosa?”, preguntó sin poder contener una ligera sonrisa.
Trató de disimularla, pero ya era demasiado tarde… Ya había hecho erupcionar el volcán.
“No”, gruñí, acercándome a él.
“No estoy celosa, lo que estoy es furiosa, ¿Sabes lo humillante que es ser tu esposa y que esa maldita mujer te toque como si fuese tu dueña? ¡¿Cómo crees que me deja eso a mí frente a los demás?!”.
“Calma, Irina… Entiendo lo que dices, de verdad que noté toda la situación y el mismo Adrien intentó sacarme de ahí, pero solo fue un momento, una vez y ya”.
“¡No, no fue una vez! ¡Siempre es así!”, exclamé otra vez, pero en esta ocasión pude evidenciar si contrariedad, recordé entonces mi conversación con Marie.
“¿No la recuerdas?”.
“No, ¿Debería?”.
“Si lo que me dices es cierto y no recuerdas nada de nuestra boda… Entonces supongo que no, ella entró a la empresa poco después de eso”.
“De acuerdo… ¿Me explicas entonces a qué viene tu reclamo?”.
“¿A qué viene? A qué tan pronto esa mujer puso un pie en esta empresa puso también los ojos sobre ti, y se dedicó a lanzarse sobre ti sin decoro. Cada vez que yo venía a esta jodida oficina tenía que soportar encontrármela aquí, parecía que no tenía escritorio propio… Siempre estaba aquí, sonriéndote, es como esos jodidos peces… Esos que tienen como una linterna… Ya ni sé cómo se llaman”.
“Pez linterna”, respondió él a media voz.
“¡¡No te hagas el listo conmigo, Emmett Lefebvre!!”, gruñí apuntándole con el dedo.
“¡Esos peces! Que atraen a los peces más estúpidos y los devoran”.
“Entonces… en tu metáfora… ¿Yo soy un pez estúpido?”, preguntó, alzando una ceja, se estaba haciendo el ofendido, cómo siempre, pero esta vez las cosas eran diferentes.
“Dejaste que te devorara, entonces sí… se te metió por los ojos y sabrá el cielo lo que habrá logrado, pero yo soy tu esposa Emmett; hace un año aún era muy estúpida para hacer algo al respecto, pero se acabó, ¿Entiendes? Sin importar cómo fue que terminamos casados… Merezco respeto. Lo recuerdes o no, lo que sea que tuvieras con ella se…”.
“No tuve nada con ella”, se apresuró a decir, en un tono tan calmado que se sintió como un puñetazo que estuvo a punto de reventarme el bazo… ¿Intentaba burlarse de mí?
“¿Cómo lo sabes?”, siseé acercándome más.
“Hace tan solo dos minutos dijiste que no la recordabas, ¿Cómo puedes estar tan seguro que no caíste en sus redes?”.
Emmett suspiró y se rascó la nariz antes de hablar.
“Es complicado de explicar… Y sí, tienes razón, no recuerdo nada de esa mujer ni de cómo manejaba las cosas antes, pero te puedo asegurar que nada pasó entre ella y yo. Tú lo has dicho, eres mi esposa, mereces mi respeto… Dices que te prometí honrarte y serte fiel el día de nuestra boda… Sé que lo hice, aunque no tenga cómo demostrártelo”.
“Quizás tus principios flaquearon”, me encogí de hombros, poco dispuesta a ceder a sus palabras.
“No es una cuestión solo de principios, Irina… Jamás te sería infiel”.
Emmett hablaba con una serenidad que me hacía dudar de las actitudes que había visto, incluso de lo que él mismo me había dicho poco más de un año atrás, pero mi desconfianza era inmensa.
“¿Cómo puedes saberlo?”.
Pregunté una vez más, está vez como un quejido casi inaudible. Su reacción… me dejó sin aliento.
Emmett dio el paso que lo separaba de mí, y en cuestión de tan solo un segundo puso su mano en mi nuca, obligándome sutilmente a dejar caer la cabeza hacia atrás justo a tiempo para que sus labios se encontrarán con los míos.
Había pasado un año desde la última vez que lo había besado… Besado de verdad, pero la sensación de estar ardiendo en vida fue exactamente igual, con la única diferencia de que esta vez no estábamos a solas… Hecho que empecé a lamentar al instante.
Su boca, cálida, deliciosa y de labios expertos, arrastró a la mía a ese ritual que se les daba tan bien.
Los movimientos eran lentos, pero fluían de maravilla, y desataban un sinfín de sensaciones en mi cuerpo pese a que sus manos no habían abandonado mi cuello, pero entonces, como si hubiese estado escuchando mis pensamientos… bajó una mano por mi espalda y cuando la tuvo en mi cintura jaló de mí, pegándome a su cuerpo.
Tuve que hacer un esfuerzo por callar el g$mido que quiso escapar de mi garganta; la firmeza de su anatomía y la calidez que le envolvía siempre había tenido el poder de aniquilaré cualquier pensamiento racional y coherente en mi cabeza; olvidé por qué estaba discutiendo, solo tenía presente que quería seguir disfrutando de él…
El mismo frenesí de siempre.
Emmett era adictivo y yo jamás pude resistirme.
Tras un ligero suspiro de satisfacción por finalmente volver a tenerlo de ese modo, alcé mis manos y las puse a ambos lados de su rostro para acercarnos más, pero de inmediato dio un paso atrás y se llevó una mano a los ojos, cómo si algo le doliera.
Pero un par de segundos después sonrió.
“Yo no te fui infiel, Irina… Créeme”, repitió mientras se pasaba una mano por la boca, cómo quitándose los restos de labial que había dejado sobre él.
“¿Te burlas de mí? ¿Por qué ríes?”, pregunté, sintiendo que el estupor pasaba y estaba siendo reemplazado por la ira nuevamente.
“No, créeme que no… Es complicado de explicar, pero intentaré hacerlo… Más tarde, cuando estemos solos y más calmados. ¿Recuerdas lo que te dije en el auto hace un rato? ¿Lo de esas imágenes que no sé si son reales o no?”.
“Sí… ¿Qué tiene que ver eso con lo que estoy diciendo? ¿Y a qué vino ese beso? ¿Te burlas de mí?”.
“Que no, Irina… ¡Maldición! Ya para con eso, te dije que hablaremos luego, va siendo hora que nos pongamos a trabajar, ¿No?”.
“¡Bien! Solo espero que sepas mantener a raya a la estúpida pez linterna, porque esta vez no pretendo quedarme callada… ni de brazos cruzados, ¿Entendiste?”, exclamé acercándome a la puerta.
“¡Y borra esa estúpida sonrisa de tu cara!”.
Salí de la oficina como un toro furioso, dando zancadas hasta llegar a mi oficina, dónde tras cerrar la puerta… finalmente pude respirar a salvo.
Me llevé una mano a los labios, aún los podía sentir hormiguear. Emmett me había besado y no podía saber por qué, pero mi cuerpo parecía haber recibido una inyección de adrenalina, jamás había sido capaz de minimizar el efecto que tenía en mí, y estaban empezando a golpearme… tendría que hacerlo, así que con un largo suspiro de resignación me dirigí a mi escritorio.
Bloquear a Emmett de mi cabeza fue difícil, pero lo logré hasta cierto punto; no fue sino hasta que tuve a Elliott dormido en su cama, justo al lado de la mía, que pude relajarme y pensar en lo ocurrido…
Acto que provocó que se me erizara la piel, ese beso había abierto una puerta que mantuve cerrada por un año.
Iba de regreso a la cocina cuando me topé con Emmett, recién salido de la ducha… Como si necesitara más incentivos para enloquecer por él. Me miró y se detuvo al instante.
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