La boda del heredero -
Capítulo 3
Capítulo 3:
Mis planes iban a ser truncados drásticamente, porque mientras me acercaba a la zona sur de la bodega, empecé a escuchar ruidos extraños desde el interior de aquel pequeño depósito.
Abrí cuidadosamente la puerta y entré sin hacer ruido, dejando que mis ojos se fuesen acostumbrando a la penumbra y dirigiéndome hacia la luz amarilla de lo que parecía ser una lámpara de aceite.
Cuando finalmente estuve ahí, mi corazón sufrió el primero de los letales golpes de esa noche.
Vi a Damien, con los pantalones hasta la rodilla, mientras arremetía con ímpetu contra una mujer que, con el vestido recogido sobre la espalda, estaba apoyada en manos y rodillas sobre una de las pequeñas banquetas que usaban los trabajadores del lugar.
Ninguno de los dos miraba hacia la puerta, ambos estaban tan perdidos en su lujurioso acto que me permitieron quedarme ahí, observándolos, presa del shock.
No sé cuánto tiempo paso, en mi mente no había ideas coherentes, solo podía seguir tomando nota de mi novio de tres años, teniendo se%o desenfrenado con otra mujer en el mismo sitio donde constantemente lo hacía conmigo.
“Damien”.
No escucharon, mi voz era apenas un susurro que se perdía entre los escandalosos g$midos que emitía la chica con cada estocada que le plantaba él.
Casi rompo en llanto, me sentía invisible e insignificante, pero cuando le vi asestarle una sonora nalgada y sonreír satisfecho, fue como si me hubiese dado una bofetada.
“¡Damien!”.
“¡Joder!”, exclamó él al mismo tiempo que la chica lanzaba un grito avergonzado y se apresuraba acomodarse la ropa, cosa que mi novio hizo con mucha más calma.
Damien se subió los pantalones y se los abrochó con una lentitud que me hizo delirar de furia.
Miré primero a uno y luego al otro, finalmente le vi el rostro a su amante; Nadine Moreau, hija de uno de los amigos ricos de su padre, una rubia tonta y mimada que siempre me había tratado como inferior a ella, justo como lo hacía en ese momento, la descubrí de rodillas mientras mi novio la tomaba indecorosamente y aun así sonreía con arrogancia.
“Irina… No imaginé que fueses a estar aquí”, comentó Damien acercándose, pero levanté una mano para que se detuviera.
“No, claro que no. Porque muy inteligentemente me citaste en el restaurante más alejado de este punto”, le dije con furia.
“Diablos, cierto… Lamento dejarte plantada”.
“¿Lamentas dejarme plantada? ¡¿Te encuentro teniendo se%o con otra mujer y lo único que vas a decirme es ‘lamento dejarte plantada’?!”, exclamé fuera de mí.
“Las cosas se me salieron un poco de control, no era así como pretendía hacer esto, pero bueno… dado el fin, supongo que no importa cómo ocurra”.
Se encogió de hombros y rio con ironía.
“¿De qué hablas, Damien? ¿Qué fin?”.
“Nuestra relación, Irina”, dijo antes de resoplar y entornar los ojos.
“Te cité en el restaurante para terminar contigo, me casaré con Nadine”.
Mis labios temblaban al igual que mis manos, sentía que mi alma quería dejar mi cuerpo… Huir de ahí, pero al mismo tiempo necesitaba quedarme y entender qué estaba pasando.
“¿Cómo que te vas a casar con ella?”, logré articular.
Damien se encogió de hombros y se rascó la sien, el hecho de que estuviese actuando como si le hubiese encontrado simplemente viendo algún video obsceno en lugar de teniendo se%o, estaba catapultando mi enojo.
“Pues… la situación en la familia ha cambiado, Irina”.
“¿Cómo que ha cambiado? ¿De qué hablas? ¿Tu madre te ha pedido que me dejes? ¿Tu hermano?”.
Mi voz se quebró un par de veces, pero me negaba a llorar frente a ellos.
Una parte de mí se sentía humillada por el hecho de que, en un abrir y cerrar de ojos, había dejado de lado su evidente infidelidad, preocupándome solo por el hecho de que me estaba dejando.
Mi orgullo estaba siendo pisoteado no solo por ellos, sino por mi propia desesperación de no perder al hombre de mis sueños.
“Tengo que hacerlo por la empresa, nena… Estoy a nada de quedarme con todo. ¿Te imaginas? Yo, al mando de las industrias Lefrev’s”, exclamó emocionado.
“No te entiendo, Damien. Eso no tiene ningún sentido, tu hermano es el mayor, a él es a quien le corresponde tomar las riendas de la empresa”.
“Sí, claro; pero Emmett no se ha casado aún”, siguió en el mismo tono, como si eso me diera alguna explicación.
“¡¿Y eso qué?! ¡¿Qué tiene que ver que tu hermano no esté casado aún con que me fueras infiel, y me quieras dejar para casarte con otra?!”.
“El testamento de mi padre, ¡Eso! Papá estipuló que si Emmett no se ha casado para los treinta, entonces las empresas pasarían a ser mías… Solo que yo también debo haberme casado para entonces o también las perderé”.
“Emmett cumplirá treinta el próximo mes”, susurré, entendiendo lo que decía.
“¡Exacto! El hombre no tiene ni novia… así que ya soy en teoría dueño de todo, solo debo casarme”.
“Pero… Tu hermano… Creí que hacía un buen trabajo dirigiendo las empresas”.
“Sí, claro, pero nada de eso importa si no cumple con el requisito de mi padre, fue muy específico en eso, ¿Entiendes?”.
“Sí, supongo que eso lo entiendo, pero… si lo que necesitas es casarte, ¿Por qué ella?”.
Señalé a Nadine, que ahora se sentaba de piernas cruzadas en la banqueta, aun mirándome con superioridad.
“Mi primera gran movida de negocios, claro está. Nadine es la heredera del mayor fabricante de Champagne de Francia, casarnos representa la unión de las más grandes empresas del país, seremos una potencia”.
“Entonces… Has preferido casarte por conveniencia que por amor”, susurré dolida, siempre había sabido que Damien era ambicioso, pero siempre lo vi como un punto a favor.
Quise creer que su ambición le haría querer crear algo por su cuenta, ser tan exitoso como su padre, quizás ocupar algún cargo junto a su hermano, no que tornaría todo en codicia.
De pronto su risa me hizo volver el rostro hacia él.
“¿Qué ocurre?”.
“Vamos, Irina… ¿Amor? El amor no es importante para mí, y lo de nosotros no era amor, nena. A ti te gustaba el estatus que yo te daba, y a mí me gustaba hacerlo contigo, eso era todo, no te engañes”.
Rechiné los dientes al oírlo.
“Además, necesito una dama que pueda estar a la altura de mi posición, y tienes que reconocerlo, nena… Tú no eres apta para eso”.
“¿Soy muy poca cosa para ti?”, pregunté, hablando ya desde la bilis.
Herida y humillada, sentía que ya no quedaba nada dentro de mí.
“Nunca dije eso, Irina, pero…”.
“¡Solo mírate!”, exclamó Nadine con voz burlona.
“Tienes puesto un lindo vestido, pero estás descalza y sudorosa, no creo que nadie pueda llamarte una dama, nadie podría llevarte a una gala y estar orgulloso de ti”.
“Vamos, Nadine… No hay necesidad de ser tan bruscos con ella”, le dijo Damien, mirando sobre su hombro, la mujer entornó los ojos, pero yo aproveché esa distracción para salir huyendo del depósito.
La noche ya había caído por completo, todo estaba a oscuras, salvo por el sendero que había usado para llegar ahí. Tiré las sandalias al suelo y empecé a correr.
Las luces de un auto iluminaron mi espalda de pronto, pero yo no dejé de correr, apresuré el paso, aunque sabía que no serviría de nada, pero temía que fuese Damien, no quería volver a verlo.
.
.
.
Si encuentras algún error (contenido no estándar, redirecciones de anuncios, enlaces rotos, etc.), por favor avísanos para que podamos solucionarlo lo antes posible.
Reportar