La boda del heredero
Capítulo 27

Capítulo 27:

“Lo sé, él fue muy atento durante la fiesta que dio Gioconda”.

“Y obvio que te llamé tan pronto como lo supe, pero de todas las cosas que se me vinieron a la mente… Que tuviera amnesia no fue una de ellas, al menos no del modo en que me cuentas, ¿De verdad no recuerda nada de ti?”.

“De mí se acuerda, todos nuestros recuerdos de la juventud siguen ahí, pero todo lo ocurrido desde que me ofreció casarme con él… todo eso ha desaparecido, en su mente yo seguía estando con Damien, perdidamente enamorada de él”.

“Ay no, qué terrible”, se lamentó.

“¿No se acuerda de su guerra contra los Lefebvre?”.

Negué con la cabeza.

“¿De haberse mudado hasta acá?”.

Volví a negar.

“¿De las que te dan hasta el amanecer?”.

“Shh…”, sacudí mis manos para que callara, aunque sabía que no había nadie que nos escuchara.

“No, Marie, tampoco recuerda eso, fue como si hubiese bloqueado toda esa fase de su vida, ¿No significaría eso que quizás su subconsciente quiere olvidarse de mí?”.

“Ay, no digas tonterías, Irina… ¿Por qué iba Emmett a querer separarse de ti si todo les estaba saliendo de maravilla? Mira nada más la casa que te compró para que pudieran vivir los dos tranquilos”, gesticuló señalando todo a nuestro alrededor.

“Lo sé, pero es que… es tan doloroso, Marie, ¿Por qué solo se olvidó de mí?”, sollocé por primera vez en la tarde.

“Y lo peor es que ni siquiera puedo hablar tranquilamente con él, porque resulta que no solo no me recuerda, ¡Sino que me odia!”.

“¿Cómo que te odia?”, preguntó mi amiga con contrariedad.

“Que me odia, Marie, me odia, cree que todo esto es un plan mío para quedarme con su dinero y seguir junto a Damien, él ni siquiera cree que Elliott pueda ser su hijo”.

Las lágrimas empezaron a caer por mis mejillas mientras el rostro de Marie se contraía ante la noticia.

“Pobre Elliott… Pasar tanto tiempo esperando a su padre y luego resulta que este quiere sacudirse las manos…”.

“Creo que eso es lo que más me duele”, sollocé limpiándome la nariz.

“Él de verdad parecía entusiasmado con lo del bebé… Tú estabas conmigo cuando llegaron los sujetos de la tienda de bebés”.

“Lo sé, lo sé, realmente es una situación de m!erda”.

Las lágrimas empezaron a caer mientras el recuerdo se iba formando nuevamente en mi cabeza…

Me encontraba en el salón, con los pies sobre un par de almohadas para bajar la hinchazón, y la cabeza apoyada sobre el regazo de Marie, mientras mi amiga me acariciaba el cabello.

Tres semanas atrás había recibido la peor llamada de mi vida, esa en la que me informaron que Emmett había sido ingresado de emergencia al hospital y que estaba en estado crítico.

Desde entonces no había tenido un solo momento de paz, si antes mi vida había sido un infierno… ahora era un purgatorio.

“Tienes que calmarte, Irina… Ya pasó, ya está bien, todo saldrá bien, Emmett es un tipo fuerte”, murmuraba Marie al tiempo que yo no dejaba de llorar.

La mañana anterior Emmett había sufrido un paro respiratorio, su cuerpo estaba tan maltratado y debilitado que los doctores me habían dicho que debía prepararme para lo peor.

Había sido un milagro que lograran reanimarlo, pero ni de esa forma se habían logrado hacerle reaccionar.

Su estado de coma parecía prolongarse y eso esfumaba las esperanzas de una recuperación.

Nunca me había detenido a pensar en lo que sentía por Emmett luego de todo lo que habíamos pasado juntos.

Pasaba la mayor parte de mis días llorando, cosa que no le estaba haciendo bien a mi embarazo.

La puerta sonó antes que yo pudiera pensar algo que decirle a Marie. Me quedé recostada mientras ella iba a abrir la puerta y al hacerlo, al ver quién estaba del otro lado, ambas quedamos sorprendidas.

Me incorporé en el sofá al ver el gran oso de peluche con gorro e impermeable que se alzaba sobre Marie.

“Entrega para los Señores Lefebvre”, anunció una voz masculina.

“¿Qué es todo esto?”, pregunté extrañada.

“Soy de ‘DTB Dreams, Toys & Babies’ y les traigo su pedido: una cuna de ensueño en color blanco, dos cajoneras a juego, un móvil de animales salvajes y, por supuesto, un oso Paddington gigante”, finalizó dándole un par de palmadas al oso.

“Pero es que… yo no pedí nada de esto”.

“Lo sabemos, el Señor Emmett Lefebvre fue quien lo hizo, el mes pasado fue a comprar muebles de oficina en nuestra sucursal corporativa y luego terminó de excursión con nosotros, en la sección de bebés. Ahora necesito que firme aquí y nos indique dónde dejar todo”.

Firmé la carpeta y los deje entrar mientras Marie los guiaba hasta la habitación, sin dejar de estar sorprendida. Lo cierto era que habíamos hablado sobre la habitación del bebé y sobre por qué no había comprado nada aún, y que hubiese decidido dar el primer paso me pareció conmovedor…

Emmett era todo lo que una mujer podía desear… Y yo estaba a punto de perderlo.

Ese día había comprendido que mis sentimientos por él eran más profundos de lo que creí, y tontamente pensé que si despertaba… podríamos retomar lo nuestro y descubrirlo.

“Pero ahora todo esto no es más que una pesadilla”, susurré con aire ausente antes de dar un respingo al oír la puerta principal abrirse.

Marie y yo nos giramos al tiempo que Emmett aparecía en el salón y detenía sus pasos al vernos.

“Lo siento, no sabía que había visitas… Hola”.

Levantó su mano como gesto de saludo.

“Hola, ¿Recuerdas a Marie?”, murmuré señalando a la mujer, que parecía no salir de su asombro.

“Hola, Emmett…”

Hizo una pausa.

“No sabes cuánto gusto me da verte, ha pasado tanto tiempo desde que te vi por última vez”, dijo mi amiga acercándose a él y dándole un abrazo que él devolvió por cortesía.

“Acabo de llegar de Portugal y me reciben con la noticia de que habías despertado, así que vine corriendo a Estrasburgo. Irina luchó tanto mientras estuviste inconsciente que supuse que justo ahora estaría abrumada”.

Emmett me miró de inmediato, sin que yo pudiera descifrar lo que pensaba.

“Pues… espero que logre calmarse, ya estoy aquí y no pienso irme a ningún lado”.

Aseguró con lentitud.

“¡Esa es la actitud!”

Celebró Marie.

“¿Quieres aprovechar que Elliott aún duerme y tomarte un café con nosotras?”.

“Ehm… Iré a darme una ducha y luego estaré con ustedes”.

“¡Perfecto!”.

Mi amiga se mostraba entusiasta y alegre, ignorando el hecho de que Emmett hubiese preferido simplemente desaparecer.

Pero cuando él se marchó escaleras arriba, ella se volteó hacia mí y corrió.

“¿Cómo hace para verse así de se%y luego de un año en coma?”, preguntó en un susurro divertido.

“No tengo idea… Cosas del demonio, supongo”, respondí, encogiéndome de hombros.

“Por cierto, ahora que caigo en cuenta… Si Emmett no recuerda nada de lo ocurrido desde la boda… Significa entonces que no sabe nada de Charlotte, ¿No?”

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