La boda del heredero
Capítulo 25

Capítulo 25:

“Irina… ¿Qué pasó?”, preguntó Adrien.

“Nada”.

Adrien me miró dudoso.

“Dije que nada”.

Adrien resopló y dejó caer la cabeza con frustración.

“Damien me dio a entender que él y su madre pueden decidir sobre Emmett y su cuidado ahora que él está indispuesto”.

“No, eso no es cierto, tú eres su esposa, todos los derechos recaen en ti… ¿Pero por qué hablamos de esto?”.

“¿Cuál es el mejor hospital que conoces?”.

“No sabría decirte ahora, pero la mayoría están en París”.

“De acuerdo, entonces hay que trasladarlo a París, y asegurarnos que hasta el hombre que saca la basura en el hospital sepa que sobre Emmett no se toma ninguna decisión que no esté aprobada por mí”.

“De acuerdo, me encargaré de eso mañana a primera hora, pero… ¿En serio no vas a decirme qué pasa?”.

“Lo que pasa es que tenías razón Adrien… me necesitas aquí, si Damien cree que porque Emmett está hospitalizado, le dejaré sacar provecho de eso… entonces es más estúpido de lo que creí. Mi esposo luchó mucho por hacer que esta empresa se mantuviera en el camino que su padre trazó… Damien no destruirá eso, no mientras Emmett viva y yo siga aquí dando la cara por él. Damien me ha declarado la guerra… y no la pienso perder”.

Emmett se encontraba de pie junto a la mesa de juntas, apoyando ambas manos sobre el espaldar de una de las sillas… amenazando con destrozarla de la furia, mientras yo no lograba decidir si decirle aquello había sido realmente una buena idea.

En el fondo creía que él querría saberlo, pero también comprendía que era algo muy delicado para él… Era su familia, después de todo.

“¿Entonces Damien quería desconectarme?”, preguntó a media voz.

“Sí, pero no era tan sencillo como él quería hacerlo… Tú condición era complicada, un día vivías por tu cuenta, otros necesitabas respiración asistida… Fue realmente una pesadilla todo este último año”.

Emmett respiraba con pesadez y frunció el ceño, en gesto ausente, como si yo hubiese desparecido de la sala.

“Siempre he sabido que me guarda rencor, pero… querer matarme… Eso ya es otro nivel, Irina; eso es… Me cuesta creerlo”, murmuró pasándose las manos por el rostro.

A leguas se notaba que estaba lleno de frustración.

“No sé si fue idea suya, Emmett… No sé qué papel jugaron Gioconda y Paulette en todo esto, no sé si lo que acordaron fue tal cual lo que él me dijo o si lo que me dijo tiene algo de cierto… No lo sé, la vida me ha enseñado a desconfiar y cuestionarme todo lo que sale por la boca de Damien, solo te hago saber lo que me dijo, y la razón de que nuestra relación escalara al nivel de odio que ves hoy”.

“Odio…”, murmuró una vez más, pero ahora mucha más contrariedad en sus gestos.

“¿Realmente lo odias, Irina?”.

“Por Dios, Emmett… Después de todo lo que te conté ¿Vas a seguir insinuando que tengo algo con él?”, ladré ofendida y furiosa.

“No estoy insinuando nada justo ahora, pero… Los seres humanos no funcionamos así, una persona no puede dejar de amar a alguien solo porque sí, porque necesita no amarla”, sonrió con ironía.

“Lo sé de primera mano; por eso sé que tampoco se puede pasar del amor al odio de un día para otro”.

“Yo no empecé a odiar a tu hermano de la noche a la mañana, Emmett…Yo pasé meses sufriendo por su culpa, lloré por semanas y luego simplemente era una muñeca de baterías, que funcionaba y sonreía solo cuando la gente me observaba y cuando no… me sumía en la tristeza. Te puedo asegurar que fue la peor época de mi vida, y apostaría que tú tampoco tuviste un gran momento mientras tu esposa lloraba despechada por otro hombre noche tras noche en la habitación de al lado”.

Parecía que cada músculo de mi rostro se había convertido en roca, y podía ver en sus labios que Emmett se sentía incómodo con aquella información, como de seguro se sintió incómodo escuchándome llorar al otro lado de la puerta.

Aquello era algo que aún me pesaba y me avergonzaba, Damien no merecía mis lágrimas, pero Emmett no mereció las noches de incomodidad y tensión que le hice pasar.

“Sé que para ti es complicado, Emmett; lo entiendo”, dije unos segundos después.

“Pero tú hermano me fue infiel, me enrostró que yo no era digna de estar a su lado, con el tiempo entendí que jamás me respetó mientras estuve con él; desde que me uní a la familia no ha hecho más que despreciarme, y no conforme con eso… amenazó con poner el riesgo tu vida… Créeme que en mi corazón ya no hay nada para tu hermano”.

Emmett torció los labios, parecía que los sentimientos se estaban arremolinando en su interior, quizás sin saber cuál liberar, pero cuando habló me tomó por sorpresa.

“¿Y yo?”.

“¿Tú? ¡A qué te refieres?”.

“¿Qué sientes por mí?”.

Sus ojos se clavaron inclementes en los míos, y como siempre que eso pasaba… Mi cuerpo se transformó en algo maleable.

Podía contar cada una de las veces que me miró de esa forma, nuestros cuerpos estuvieron desnudos, sudorosos y unidos en un agarre abrasador siempre que me miraba así, pues esa intensidad él solía reservarla para esos momentos; quizás por eso me desconcertaba tanto que lo hiciera ahora.

Pero lo cierto era que, aunque siempre que estuvimos así llegué a sentir que podía rozar una respuesta a esa pregunta que antes jamás salió de su boca, pero que en ese momento colgaba entre los dos… Jamás había llegado a nada, y aún no tenía nada.

“Emmett… Para mí esto ha sido algo sumamente conflictivo en mi vida, más allá de que las personas me juzguen por lo que hice, que mi padre me lo reproche, que tu familia me repudie por ello… En mi interior aún hay mucha confusión, pero ¿Sabes qué hice cada noche, embarazada y sola en nuestra habitación, mientras estuviste en el hospital?”.

“No”, dijo él en un susurro.

“Recé”, confesé.

“Recé para que te mantuvieras con vida, recé para que despertaras… Recé para que volvieras a mí, porque aunque tú no lo recuerdes, antes de tu accidente, tú y yo estábamos construyendo algo; y yo sigo comprometida con eso”.

Emmett apartó el rostro por unos segundos mientras su boca se tensaba y se relajaba, luego me miró y asintió lentamente.

“Lamento todo lo que tuviste que pasar sola, gracias por estar de mi lado aun así”.

“En las buenas y en las malas, dijo el hombre del registro cuando nos casó”, respondí haciéndole sonreír.

“Por lo visto somos un equipo fuerte, si mi familia quiso hacer eso conmigo estando en coma, no me quiero imaginar lo que tuvieron que hacer cuando se enteraron de nuestra boda, y aun así parece que sobrevivimos”.

“Bueno, es que imagínate… El Heredero Lefebvre casado con la hija de un obrero de los viñedos”.

Puse los ojos en blanco en gesto dramático.

“Puedo hacerme a la idea”.

“Pensé que perderían la cabeza cuando se enteraran de lo de Elliott, pero debo admitir que con él han sido sorprendentemente cariñosos”.

Emmett había estado sonriendo, pero al oírme su expresión cambió, y aunque pareció dudar por unos segundos…

Finalmente habló.

“Irina yo no… No busco crear una pelea nuevamente, pero Elliott… Él…”, titubeó como juraría que nunca le había visto titubear.

Y aunque yo sabía lo que quería decir, no respondería hasta que lo dijera en voz alta.

.

.

.

Consejo: Puedes usar las teclas de flecha izquierda y derecha del teclado para navegar entre capítulos.Toca el centro de la pantalla para mostrar las opciones de lectura.

Si encuentras algún error (contenido no estándar, redirecciones de anuncios, enlaces rotos, etc.), por favor avísanos para que podamos solucionarlo lo antes posible.

Reportar