La boda del heredero -
Capítulo 21
Capítulo 21:
“Señoritas… ¿Todo en orden?”, preguntó Emmett al acercarse a nosotras, seguido de Paulette, que llevaba a Elliott en brazos y se inclinó para entregármelo.
“Sí, cariño, ¿Y tú? ¿Ya nos vamos?”.
“Sí, claro… Nadine”, se acercó a ella y besó su mejilla.
“Un gusto verte otra vez”.
“Lo mismo digo, Em; esperamos verlos pronto, siempre es un placer tenerlos aquí”, respondió la mujer, haciendo que se me revolviera el estómago.
Sin dedicarle una palabra más, rodeé el auto, senté al niño en el asiento trasero y tomé el asiento del piloto; Emmett tardó solo un minuto en alcanzarme, así que no tardamos demasiado en ponernos en marcha.
“¿Nadine te estaba molestando?”, preguntó él unos minutos después, provocando mi risa.
“Ay, Emmett… Pareciera que estuviéramos en el colegio”.
“Lo sé”.
Sonrió ligeramente.
“Pero es que parecía que no la estabas pasando bien”.
“A su lado nunca lo hago, es una persona insoportable… Hace dos años la pillé a cuatro patas, mientras tu hermano… Bueno… ya sabes la historia, pero aun así se sigue sintiendo muy digna, incluso se cree mejor que yo. Siempre que estamos a solas por mucho tiempo el asunto termina mal, he ganado siempre, pero no es que lo disfrutes”.
“¿Has ganado? ¿Te refieres a que han… peleado en serio?”, preguntó con cierto toque de burla.
“Oh, sí… Ojalá recordaras cómo la dejé la noche de nuestra fiesta de compromiso aquí en los viñedos”.
“¿Te peleaste con ella el día de nuestra boda?”.
Su risa retumbó en el interior del auto, haciendo que Elliott soltara una adorable risa de bebé en respuesta.
Emmett volteó a verlo, y por primera vez desde que lo había conocido, no lo miró con desprecio, en cambio le sonrió; una sensación cálida me cubrió el corazón cuando lo vi, pero procuré no quedarme demasiado en eso.
Emmett había dejado clara su postura con relación a ese tema, así que para cuando él volvió su cabeza para mirarme, yo seguía con la vista fija en la carretera, como si no hubiese presenciado nada.
“Bueno… ahora te causa gracia”, hablé, como si nada nos hubiese interrumpido.
“Pero ese día querías matarme”.
“¿Tanto me enfadé?”.
“Oh, sí… Te pareció terrible”, respondí entre risas.
“Lo lamento si te hice pasar un mal rato… Ahora veo que se lo merece”, comentó él poniendo los ojos en blanco.
“Mh… la verdad fue un momento de claros y oscuros”.
Puse las luces y tomé la intersección sin dejar de reír, recordando aquel día, un día de records, porque hubo escándalo tras escándalo.
Podía oír cómo las personas en la gran carpa aún gritaban horrorizadas, mientras Emmett me apresaba entre sus brazos, llevándome hacia la mansión.
Yo me batía, aún furiosa, pensando que no había sido suficiente haberle roto el vestido a Nadine, cuando él finalmente me soltó al entrar en el despacho.
“¿Me quieres explicar qué diablos pasó allá?”, había exclamado Emmett, furioso, limpiándose el sudor de la frente, el esfuerzo de separarnos lo había dejado exhausto.
“Esa estúpida quiso ofender a mi padre, solo estaba defendiéndolo. No me importa si me dice interesada, cazafortunas… Nada de eso me importa, Emmett; pero no le iba a permitir que se burlara de papá… Es que además es una descarada, ¿Su padre está siendo investigado por malversaciones y tiene los ovarios de burlarse de la ropa de mi padre? Vamos a ver qué se logra comprar el importantísimo Moureu ¡Cuando le quiten hasta el último centavo!”.
“Ya, ya… Basta, ya pasó”.
“¡No, Emmett! ¡No pasó!”.
“Orina… Dije que ya basta”.
El tono autoritario que utilizó me hice retroceder y cruzarme de brazos a regañadientes.
“No puedes ir por ahí actuando con ese salvajismo, tú…”.
“¿Dices que soy una salvaje?”, pregunté ofendida, él alzó ambas manos y abrió los ojos con advertencia.
“Digo que ir por ahí, agarrándote a golpes con ella cada vez que te provoque es un acto de salvajismo, y es contraproducente… solo le das lo que ella quiere”.
“¿Entonces qué debo hacer, señor cabeza fría?”.
“Tú mejor arma contra ella siempre será mantener la serenidad ante sus ataques, mantenerte imperturbable, eres la Señora Lefebvre ahora… Usa tu lengua y las palabras como un arma mortal”.
“Vale, supongo que tienes razón”, admití a regañadientes.
“Lamento haberte avergonzado…”.
“Descuida, se lo merecía y… recibió su merecido”, comentó sonriendo.
“Además… por lo que vi a Damien no le gustó que su esposa perdiera el encuentro. No negaré que fue satisfactorio. Pero no lo vuelvas a hacer, ¿Eh?”.
Me apuntó con su dedo mientras yo sacudía mi cabeza, en una promesa muda.
“¿Y ahora qué va a pasar?”, pregunté asustada, comprendiendo que realmente sí tuve que haberle humillado ante todos sus amigos de la alta sociedad.
“No lo sé, quedarnos aquí un momento, para empezar”.
“De seguro deben estar jactándose de que me estás dando una reprimenda o… qué se yo”, había refunfuñado enfadada.
Y como si la ocasión se hubiese dado para eso, en ese momento oímos la algarabía acercándose por el pasillo.
Mi corazón empezó a latir con fuerza, miré a Emmett al tiempo que él volteaba hacia mí y me guiñaba un ojo, después quedé completamente muda, porque lo siguiente que supe fue que me estaba tomando por la cintura y dejándome sobre el escritorio. Se acercó a mí y me besó.
Antes de esa vez solo nos habíamos besado el día de la boda… ambas ceremonias, pero aquello había sido una tontería; algo casto y desapasionado… Nada que ver con ese beso. Que había removido algo en nuestro interior.
Los labios de Emmett se encontraron con los míos, demandantes y con una pericia que nunca había conocido, mi boca le recibió gustosa por puro instinto… habría sido imposible no reaccionar, era como tener un lanzallamas ardiendo sin descanso contra tu pecho.
Así que tomé su rostro entre mis manos, mientras él envolvía mi cintura con un brazo y con la mano libre sujetaba mi cuello.
Para cuando Gioconda, Damien y los demás abrieron las puertas del despacho… yo tenía mis piernas enroscadas en su cadera, y nos encontrábamos en una situación indecorosa.
Sonreí, como hacía siempre que recordaba aquel momento, a mi suegra casi le da un infarto ese día, y a mi malnacido nuevo cuñado no se le podía borrar la cara de perro rabioso de verse dejado de lado tan rápido… y por su hermano.
“Más claros que oscuros, por lo que veo”, murmuró Emmett alzando una ceja, y me sonrojé, quizás mi cara de ensoñación había sido demasiado evidente.
Pero por fortuna, justo en ese momento estábamos llegando a casa, así que tuve con qué distraerle.
“Llegamos”, anuncié, viendo cómo Emmett alzaba ambas cejas al contemplar la casa.
“Vaya… Es muy bonita”, murmuró mientras nos acercábamos al pequeño porche.
“Es hermosa ciertamente”.
Le sonreí y abrí la puerta.
Consideraba que el interior era incluso mejor.
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