La boda del heredero -
Capítulo 20
Capítulo 20:
“¿Damien la golpeó?”, pregunté en un ladrido feroz salido de lo más profundo de mi garganta, ¿De verdad mi hermano se había atrevido a golpear a una mujer embarazada?
“No lo sé, Emmett… No sé qué pasó en esa oficina, pero él salió con el rostro ensangrentado y ella al día siguiente tenía los brazos amoratados y…”.
“Maldito desgraciado”, gruñí poniéndome de pie, con intención de salir al gran salón en su búsqueda.
“Hey, hey… ¡Aguarda, Emmett!”, exclamó, interponiéndose en mi camino hacia la puerta.
“¡Apártate!”.
“Basta, Emmett. No sabes lo que pasó, eso ha quedado atrás y…”.
“¡Y una m!erda que quedó atrás! ¡¿Qué ha pasado con mi familia, Adrien?! ¿Algo así ocurre y nadie hace nada al respecto?”, exclamé completamente indignado.
“Nadie lo sabe, Emmett”, murmuró él, bajando la cabeza apenado.
“¿De qué hablas?”.
“Nadie lo sabe… Eso ocurrió prácticamente en horas de la noche, quedábamos solo nosotros tres y los de seguridad, a los que se les hizo firmar un documento para que mantuvieran la boca cerrada a cambio de una buena suma de dinero. Damien dijo que había tenido una pelea en un bar, Irina que había sufrido una caída… Tu familia no sabe nada”.
La puerta se abrió una vez más, esta vez fue Juliete la que apareció ante nosotros, probablemente notando la tensión, pero decidiendo ignorarla cuando sonrió hacia mí.
“Lo lamento, Señor Emmett, pero la Señora Gioconda ha preguntado por usted un par de veces… Parece que van a hacer un brindis y le necesitan en el salón”.
“Gracias, Juliete… En un momento salgo”.
Agudicé la mirada sobre ella al notarle recia a marcharse, como si esperara que simplemente la siguiera, pero al comprender que no iba a moverme tuvo que bajar la cabeza y marcharse.
“¡Esto es una jodida pesadilla!”, exclamé mientras me cubría el rostro con las manos.
“Debes calmarte, Emmett; no pueden verte así allá afuera… Ni hoy ni nunca, si de verdad vamos a intentar engañar a la junta luego de que Damien muestre el reporte médico, entonces debes mantenerte sereno cada jodido minuto que no estés encerrado en tu habitación o a solas con Irina y conmigo, porque usarán en tu contra hasta el más mínimo detalle, ¿Entiendes eso?”.
“Sí”.
“Y es sumamente importante que, si llegas a enterarte de algo que te inquiete, te sorprenda… no puedes demostrarlo, deberás esperar a que alguno de los dos te lo aclare, ¿Entiendes?”.
“¡Sí, entendí! No soy idiota, Adrien… Puedo ir entendiendo el nido de víboras en el que estoy metido de cabeza”.
“De verdad lamento que sea así, hombre”.
Se acercó a mí y palmeó mi hombro.
“Pero te aseguro que triunfaremos al final”.
Asentí y di un par de profundas respiraciones, ya me apetecía muy poco estar en aquella condenada fiesta, pero sabía que no había ninguna otra alternativa.
Salimos del despacho unos minutos después, cuando él consideró que mis expresiones podían pasar desapercibidas.
Atravesamos la multitud hasta llegar a la base de las escaleras, donde mamá, Paulette, Damien y una rubia a la que al comienzo no reconocí pero que luego identifiqué como Nadine; estaban agrupados.
“¡Ah, hijo! Ahí estás, ven…”, pidió mamá, sacudiendo una mano hacia mí.
Alguien había anunciado que la familia haría un brindis, y por ese motivo me intrigó que mi madre empezara a hablar antes que Irina pudiera llegar a las escaleras; vi que ella… mi esposa, se quedaba de pie, con Elliott en brazos y con la mandíbula tensa mientras mi madre decía sus palabras.
“Es un gran honor para mí anunciar, en nombre de mi hermosa familia, aquí de pie conmigo, que el primogénito de esta casa, quien durante tantos años puso todo de sí por estas tierras y por la empresa, mi gran héroe que tras la muerte de mi amado Olivier… tomó las riendas de todo y nos siguió guiando por el camino del éxito; ese al que la vida puso una prueba tan dura… Hoy está de vuelta con nosotros, quiero que alcemos nuestras copas y brindemos y demos gracias a Dios por mi hijo Emmett”.
Mamá se giró hacia su derecha y quedó rígida cuando no me vio ahí, y no pude evitar sentir cierta satisfacción cuando vi que fue el mismo Damien quien, con gesto enfadado, alzó su barbilla, señalando hacia donde me había movido…
Justo al lado de Irina, a quien tomé por la cintura y pegué a mí antes de sonreír a todos los presentes.
“Gracias, mamá”.
Alcé mi copa hacia ellos.
“También agradezco a todos por venir, y en especial a todos los que apoyaron a mi amada esposa mientras estuve ausente, sabré recompensar esa lealtad. Hoy nos hemos vuelto a unir y me siento más invencible de lo que me sentí nunca… Sé que juntos derribaremos cualquier obstáculo”.
Irina me sonrió en completa complicidad y me deleitó notar en la cara de mi familia… que habían entendido el mensaje.
…
…
El lunes por la mañana, poco antes de las diez, el chofer ya había terminado de subir nuestras maletas al auto, estábamos listos para emprender camino a Estrasburgo, pero los Lefebvre parecían no estar dispuestos a dejarnos ir.
Gioconda y Paulette estaban abordando a Emmett desde el desayuno, seguían insistiendo en que nos quedáramos, pero ambos estábamos firmes en la decisión.
Acordamos no pasar un minuto más del necesario en la mansión, en parte porque se nos estaba haciendo extenuante fingir que todo estaba bien, y en parte porque necesitábamos la privacidad de nuestra casa para que Emmett empezara a ponerse al día.
“Las mujeres siguen insistiendo en que se queden”.
Me di la vuelta al oír la voz de Nadine a mi espalda; sonreía con hipocresía… como de costumbre.
“Nosotros seguiremos insistiendo en irnos”.
“Cualquiera diría que huyen… Me pregunto por qué”.
Torcí el gesto, tanto ella como Damien habían pasado todo el fin de semana haciendo ese tipo de comentarios, y no saber si realmente estaban al tanto de la amnesia de Emmett, me tenía con los nervios de punta.
“No huimos, simplemente nos sentimos más cómodos en nuestra propia casa”.
“Seguro que sí. Apuesto a que mueren por estar a solas, han estado de mil amores… casi que se ve… forzado”.
“¿Sí? Bueno… no sé qué decir ante eso”.
Me encogí de hombros, rogando para que Emmett se librara rápido de todo el mundo, las conversaciones entre Nadine y yo nunca terminaban bien.
“Sí, Emmett pareciera que realmente te hubiese extrañado, ¿Qué raro, no? Como si de verdad se hubiese dado cuenta de algo en todo ese tiempo”.
La burla en su tono me hizo respirar profundo e implorar esta vez por paciencia.
“Nunca he entendido qué pudo ver en ti, ¿Sabes? Crear todo el revuelo que creó, todos los problemas que se ganó con su familia… la habladuría del pueblo… No entiendo por qué lo hizo”.
Puse los ojos en blanco al oírla, porque nada de lo que salió de su boca me ayudó con lo de mantener la paciencia, en cambio solo me hicieron hervir.
“No sé, algo debo tener… Aunque puedes preguntarle a Damien, él también lo vio”.
Odiaba recordar mi pasado con él, por el motivo que fuese, pero sonreí satisfecha al ver que había logrado mi cometido.
“Damien te dejó a tiempo, por suerte fue listo”.
“Emmett siempre ha sido más listo… Quizás por eso aquí sigo”.
Sonreí con malicia y le guiñé un ojo mientras ella empezaba a temblar de rabia.
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