La boda del heredero -
Capítulo 19
Capítulo 19:
“Aguarda… ¿Tú estabas al tanto de lo del acuerdo?”, pregunté muy sorprendido.
“Claro, me lo dijiste luego de que ella aceptara… Yo mismo conseguí quién redactara el acuerdo prenupcial… ¡Vaya que me hiciste correr esa vez! Solo tardé una tarde para tenerlo todo listo… Porque tenían que casarse ese mismo día. Cualquiera hubiese rechazado ese trabajo, pero yo te lo conseguí a tiempo, somos un equipo, Emmett, tranquilo”.
“Hombre, no sabes el alivio que me has dado con eso”, comenté, reclinándome hacia atrás en la silla, con una gran sonrisa en los labios, aquella era la primera buena noticia que oía desde que desperté.
“Llevo todos estos días haciéndome preguntas al respecto, y eso era algo que temía… Ahora sé que puedo separarme de ella sin correr ningún riesgo”.
“¿Riesgo? ¿A qué te refieres?”.
“Ya sabes… Perder dinero al separarme de ella, esto es una locura y hay que frenarla… Tengo que descubrir qué es lo que quiere realmente, pero luego la sacaré de mi vida, no sé en qué estaba pensando cuando me casé con ella”.
Mientras hablaba su rostro se iba tensando, entonces lo miré confundido, porque su actitud empezó a ponerme nervioso.
“Diablos, hombre… De verdad no recuerdas nada, ¿Cierto?”, preguntó dándole un último sorbo a su copa.
“Ya te comenté que no, pero… ¿Por qué lo dices?”.
Él resopló y alzó una ceja antes de mirarme nuevamente.
“Bueno, es que… Sí hubo un acuerdo prenupcial, Emmett. Yo se los conseguí y ella lo firmó, pero… tú no lo hiciste”.
“¿Qué estás diciendo?”, pregunté casi en shock, sin poder creerme lo que había escuchado.
“Pues eso, hombre… No firmaste el acuerdo”.
Adrien sonrió y se encogió de hombros.
“Pero ¿Cómo que no lo firmé? ¿Estás loco? ¡¿Por qué no lo hice?!”.
“No lo sé, Emmett; solo no lo hiciste. Estuvimos en el despacho de mi apartamento, Irina firmó y luego le pediste que nos diera un tiempo a solas, cuando ella se fue solo te levantaste y lanzaste el documento al triturador”.
“¿Y no te dije por qué?”, pregunté, aún en shock.
“Pues no dijiste mucho más que ‘Ya vi lo que quería ver’ y eso fue todo”.
“A ver, Adrien… ¿Yo llego a tu casa, te digo que voy a casarme con la ex novia de mi hermano, que necesito un acuerdo prenupcial, pero luego no lo firmo y tú no me preguntas por qué estoy haciendo eso? o… ¡No sé! ¡Algo!”.
“Vamos, Emmett, ¿Desde cuándo los mortales podemos cuestionarte sobre tus decisiones?”, preguntó con burla y no pude hacer más que resoplar… Entendía su punto.
Siempre había sido un orgulloso hijo de mi padre, cuando tomaba mis decisiones siempre era firme en mi palabra, no daba mi brazo a torcer, y tal y como él decía… no dejaba que nadie me cuestionara, porque yo jamás hacia algo que no hubiese pensado ya decenas de veces, previendo un sinfín de escenarios.
Con una boda no hubiese sido distinto el asunto, pero en ese momento me parecía tan alocado que se me estaba haciendo complicado buscarle una razón válida.
“Pero… ¿Cómo fui tan impulsivo?”.
“¿Soy libre de darte mi opinión?”, preguntó él con fingido gesto preocupado.
“No seas idiota, sabes que siempre lo eres”.
“Bueno… Estabas enamorado, y tomaste la primera oportunidad que tuviste, es lo que creo”.
Lo miré con gesto enfadado, pero sin saber qué responder a eso.
“¿Te dije eso en la reunión? ¿Te dije que estaba enamorado de ella?”.
“No, solo dijiste que Irina era la mujer indicada para ti en ese momento, y que ya luego lo harías funcionar, y si me sigues permitiendo opinar… Lo estabas logrando, no sé qué ocurría a puertas cerradas, pero luego de casarse parecía que lo estaban llevando muy bien, y cuando anunciaron que estaban esperando un bebé, pues… nada parecía estar mal, y la verdad yo me sentía bien porque parecía que… eras feliz”.
“¡Pero eso no explica por qué no firmé el jodido acuerdo prenupcial!”.
“Quizás porque entendiste que ella no iba tras tu dinero, que me parece es lo que piensas ahora. Te lo dije, Irina firmó ese documento sin titubear, jamás me ha preocupado que quiera aprovecharse de ti de esa forma, no es lo que me quita el sueño”.
Lo miré con atención, su comentario había despertado mi curiosidad, Adrien no solía ser tajante al hablar, no conmigo al menos.
“¿Y qué es lo que te quita el sueño?”, pregunté cruzándome de brazos.
“Damien”, respondió con un gesto de pesar.
“No te entiendo”.
“No me preocupa que Irina quiera tu dinero, me mortifica que su deseo de venganza hacia tu hermano sea más grande que… cualquier otra cosa”.
“¿Deseo de venganza?”.
Arrugué el entrecejo.
“Creo que el deseo que hay entre esos dos va por otro lado, Adrien”.
“No digas estupideces, Emmett… Con todo respeto, tú pasaste el último año en coma, y el anterior no lo recuerdas”.
Di un paso atrás ante ese golpe.
“La fiereza que muestra Irina ante Damien es… abrumadora, a veces irracional; no sé qué pasó entre ellos, pero temo que sea esa su razón de peso para estar contigo”.
“Bueno, Adrien… es obvio que por amor no fue”, respondí con burla, pero con un dejo amargo en la garganta.
“No puedo decir si Irina te ama o no, pero es un hecho que su odio por Damien es más grande que cualquier sentimiento que tenga por ti, y eso me preocupa… A veces es difícil controlarla, cuando tuvieron ese enfrentamiento en la oficina… Creí que lo mataría, y tenía ocho meses de embarazo, ¡Por Dios santo!”.
Sacudí la cabeza, confundido y sorprendido de lo que estaba escuchando.
“¿De qué hablas? ¿Qué enfrentamiento?”.
Adrien abrió los ojos con angustia, como si hubiese dicho algo que estaba prohibido.
“¿No te habló sobre eso?”.
“¿Sobre qué?”, siseé.
“¿Has visto la cicatriz que lleva ahora tu hermano en la nariz?”.
“Sí”, respondí, sintiendo que el calor iba abandonando mi cuerpo.
“Eso lo hizo Irina, con unas pinzas para grapas”.
La piel se me erizó y el estómago me dio un vuelco indescriptible.
Había notado la cicatriz de Damien, no era muy grande, pero había cicatrizado mal, creando un pequeño bulto rosáceo en su tabique nasal y media pulgada por debajo de su ojo izquierdo; me causó curiosidad, mi hermano siempre había sido bastante vanidoso y cuidadoso con su apariencia, pero jamás me habría imaginado que había sido ella la causante.
Esa mañana en el balcón, cuando me amenazó con hacerme algo similar había asumido que fue algo sin sentido realmente, que me amenazaba con herirme igual que le hirieron a él, no que se refería a repetir su agresión.
“¿Qué fue lo que paso?”.
“No lo sé”
Hizo una pausa.
“Intenté descubrirlo, pero ninguno ha querido hablar al respecto, han sido bastante herméticos y la única razón por la que nada de esto escaló a la corte fue porque tus abogados amenazaron a Damien diciendo que podría ir a prisión por haberla tocado, y…”.
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