La boda del heredero -
Capítulo 15
Capítulo 15:
“Pues yo creo que Emmett, incluso en sus peores días, es más capaz que Damien y yo juntos… en nuestro mejor día. Además… es su derecho, ¿No? Emmett es el legítimo presidente de la compañía, por mandato de Don Olivier”.
“Ay, lo sé, Irina”, sacudió la mano con afán.
“Obviamente no estoy diciendo que jamás deba regresar, solo que pensamos que quizás…”.
“¿Pensamos?”.
“Sí, bueno… Tuvimos una reunión familiar y…”.
“Y yo no estuve”.
Ante mi severidad la mujer se irguió y me miró con cansancio.
“Tuve una reunión con mis hijos, Irina y…”.
“Y yo soy la representante legal de Emmett… su hijo mayor, y no solo eso… de su único nieto también, y aun así no me tomaron en cuenta”.
“Bueno, tú estabas en París y fue algo que no se planificó, ¿De acuerdo? No nos vamos a poner en el mismo plan de siempre, muchacha… No tenemos un complot en tu contra”.
“No, seguro que no…”, murmuré, furiosa por lo que estaba escuchando.
A Gioconda le gustaba llamarme ‘muchacha’ cuando quería dejarme claro que, sin importar nada, yo seguía estando un peldaño por debajo de ella en la escala de poder.
No podía compararla con Damien o Nadine, pero ciertamente la actitud pasivo-agresiva de la mujer me había traído muchos inconvenientes en el último año, y el hecho de que se dejara engatusar tan fácil por su hijo menor… era un serio agravante.
“Pero, como sea… Dime… ¿Qué discutieron en esa reunión familiar?”
“Bueno…”.
Sonrió con cierto nerviosismo, indicándome que la cosa estaba mal.
“Para la próxima asamblea de accionistas, plantearemos la opción de que Damien permanezca en la presidencia al menos medio año más… Hasta que Emmett realmente esté en capacidad de asumir sus labores. Y creo que sería bueno que todos como familia presentemos un frente unido en eso”.
Empecé a reír con ironía al escucharla, podrían pasar siglos y jamás dejaría de sorprenderme el cinismo de esa familia. Me pareció irónico que, de niña, soñara con ser como ellos; pero ahora no pasaba un día en que me esforzará por no serlo.
‘Jodido nido de víboras’.
“Entonces… ¿No soy miembro de la familia cuando hacen una reunión en la mansión, pero sí cuando necesitan un voto a favor en las juntas?”, arqueé una ceja y ella chasqueó la lengua.
“Vamos, Irina… no tenemos por qué armar un drama por esto”.
“No, claro que no… Pero me temo que no podré ayudarles, obviamente. Apoyaré el regreso de Emmett y plantearé mis argumentos para ello”, le vi abrir la boca, pero me apresuré a levantar una mano para callarla, sabiendo que eso le enfurecía.
“Iré a ver cómo sigue Elliott, ya hablaremos en la junta, hoy es día de celebración”.
“Vamos, niño precioso”, dije haciéndole carantoñas.
“Debemos vestirnos para deslumbrar esta noche”.
Elliott rio ante las cosquillas que le hacía y finalmente dejó que terminara de ponerle los zapatos.
Me gustaba verle reír, era el único momento en que se parecía a su padre, cuando se formaban aquellas líneas de expresión en sus mejillas…
Que en él se veían adorables.
En Emmett en cambio…
Eran un arma mortal que siempre supo utilizar a la perfección.
Lo dejé en el suelo y sonreí cuando fue tambaleando directo al espejo y empezó a sonreírle a su reflejo.
‘Pero lo vanidoso es de su tío, definitivamente’.
La puerta se abrió y Emmett entró a la habitación, fijándose primero en mí y luego en el niño, que se quedó inmóvil por un segundo antes de salir corriendo hasta mí.
“¿Me teme?”, preguntó frunciendo el ceño.
“No me extrañaría”, me encogí de hombros, acariciando la cabeza del niño.
“Eres un completo extraño que de pronto se pasea por ahí… viéndolo con desprecio”.
Dije con gran amargura, odiaba toda esa situación… de todas las veces que me imaginé que se conocían… ninguna era así tan triste.
Y aunque me esperaba alguna respuesta airada de su parte, un contraataque típico de los suyos, me sorprendió verle limitarse a torcer los labios y asentir en silencio.
Caminó hacia el armario, donde estaban colgadas las dos opciones de ropa que había elegido para él.
“Tu mamá trajo un traje nuevo, brilla como un árbol de navidad, pero… no creo que un outfit tan pomposo sea la mejor para un regreso aquí en el pueblo, creo que quizás te sentaría mejor algo menos formal, así que te saqué uno de los conjuntos que estuviste usando el último año, pero… tú decides”.
“¿Vaqueros?”, preguntó arqueando una ceja, alzando la prenda hacia mí.
“Lo sé, ya te dije… Tú elijes, pensé que quizás te sentirías más cómodo así. Igual verás que yo no llevo lentejuelas, algo que siempre he detestado de esta familia es que siempre se han esforzado en marcar la línea entre el pueblo y ustedes… En el último año tú… habías dejado esas costumbres, y eso te hizo ganar simpatía con los trabajadores, pero como te digo… tú decides, ahí tienes las dos opciones. Iré al cuarto de Elliott para entretenerlo un rato y luego bajaré a saludar a los invitados”.
Me puse de pie y tomé a Elliott en brazos, pero cuando me dirigía a la puerta, su voz me detuvo.
“Irina…”.
Miré sobre mi hombro para verlo masajearse la sien.
“Creo que sería mejor si bajamos juntos, ¿No crees?”.
Enmudecí de sorpresa como por tres segundos, pero luego asentí.
“Sí, de hecho, sí sería mejor”, respondí nuevamente sorprendida.
“Te esperaré entonces”.
Él asintió antes que yo lo dejara solo, y un rato después, mientras Elliott jugaba con sus dinosaurios, yo me preguntaba qué estaría tramando el hombre, ese cambio de actitud no pudo haber venido de buenas a primeras.
“Estoy listo”, alcé la mirada para mirarle entrar a la habitación, recién duchado y pulcramente peinado hacia atrás.
“¿Qué ocurre?”, preguntó al verme sonreír.
“Es que… No digo que se te vea mal, pero el cabello largo no me gusta del todo”.
“Te gustaba en Damien”, dijo con burla, pero pude ver el momento en que se arrepintió y solo por eso decidí pasárselo.
“Lo siento, yo no…”.
“Descuida, tienes razón… quizás por eso no me agrada verte así”.
Me puse de pie y cargué a Elliott.
“¿Nos vamos?”.
“Claro”.
En su voz se notaba el pesar, y aunque estaba siendo un idiota esos días, me quedaba el consuelo de que en el fondo parecía sentirse mal por eso, quizás el Emmett de antes no estaba tan enterrado.
Cuando estuvimos en la base de las escaleras, todo estalló en aplausos y vitoreos. Pude sentir la tensión en Emmett.
“Dios… ¿Qué es esto?”, preguntó al ver la cantidad de personas que había en el lugar.
“Si me lo preguntas… Creo que es una prueba”.
“¿Prueba? ¿De qué hablas?”.
“Creo que solo están tanteando el terreno contigo, ver qué tan abrumado te sientes con todos agobiándote”.
“No lo creo… Mi familia no haría algo así”, murmuró él buscándolos con la mirada, y cuando los encontró, tuve el placer de ver confirmada mi teoría.
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