La boda del heredero
Capítulo 131

Capítulo 131:

Más que nada quería hacerla feliz, habíamos pasado momentos muy duros y aquella ceremonia era la redención, el cierre de aquel ciclo tan tormentoso.

Luego de nuestra primera boda todo había sido un desastre…

Mi familia siendo una basura con ella, mi accidente, caer en coma, despertar y no recordar haberme casado con ella, descubrir todo el drama del robo a la empresa, la lunática de Nadine, la muerte de Damien, el embarazo de alto riesgo…

Parecía que el cielo no dejaba de ponernos a prueba, pero, pese a todo pronóstico… lo habíamos logrado.

Estábamos ahí, vivos, sanos… y con dos maravillosos hijos, habíamos empezado a ser una verdadera familia, la que siempre habíamos querido ser.

“Y hoy será el primer día de una nueva etapa para nosotros” dije en voz alta, intentando creerme del todo, porque la emoción me hacía pensar que todo seguía siendo un sueño, eso que siempre quise y aún no podía alcanzar, pero no, no era así, ese día renovaría mis votos con Irina y no había nada que pudiera salir mal.

El llamado a la puerta, justo después de ese pensamiento debió ser una señal. Abrí la puerta y me topé con el rostro apenado de Adrien, su mueca me hizo fruncir el ceño.

“Tenemos un problema” anunció sin preámbulos.

“¿Qué ocurre? ¿Pasa algo con Irina?” pregunté alarmado.

“Na, no… Irina está bien, Paulette y Marie tienen todo bajo control, pero… Encontré a este hombrecito llorando detrás de la gran carpa”

Se hizo a un lado para dejarme ver a Elliott.

Mi hijo, vestido con su pequeño traje de paje, tenía el rostro enrojecido y un poco hinchado por el llanto. Me apresuré a tomarlo en brazos y sentarlo en el sofá de la habitación mientras Adrien entraba y cerraba la puerta, quedándose con la espalda apoyada en esta.

“¡Elliott qué pasa? ¿Estás herido, hijo?” pregunté, revisando sus brazos y piernas, asegurándome que no estuviera sangrando o algo parecido.

Mi hijo solo sacudió la cabeza en negación y miró hacia el suelo.

“Elliott, puedes hablar con papá… Si no estás herido, ¿Qué ocurre entonces?”

Esperé su respuesta, pero solo hubo silencio un buen rato y luego un “lo siento” jadeante.

“¿Por qué lo sientes? ¿Qué pasó, Elliott?”

Nuevamente, no hubo respuesta.

“Perdió los anillos” dijo Adrien finalmente, provocando que el niño rompiera en llanto otra vez.

Miré a mi amigo, que cruzado de brazos me veía con una expresión entre divertida y preocupada.

“¿Los perdió?” susurré sorprendido, faltaban menos de diez minutos para empezar la ceremonia y aquella debía ser una de las peores noticias que podían darnos en ese momento.

“Sí, esas costosas alianzas grabadas con diamantes que mandaste a hacer para la ocasión… ya no están”

Cerré los ojos y respiré profundo, no sabía si reír o enfadarme.

Elliott ya tenía la fama de ser un niño bastante travieso y despistado, haberle entregado los anillos tan temprano había sido un tremendo error, y Adrien me lo había dicho, pero yo quise darle un voto de confianza a mi hijo.

“Y aquí está el resultado” me dije con cierto sarcasmo.

“Lo siento, papi. Estaba jugando en el jardín y luego… ya no estaban en mi bolsillo” murmuró Elliott en medio de sollozos.

Me incliné frente a él y le acaricié el cabello antes de empezar a secar sus lágrimas.

“No pasa nada, campeón. No es tan grave” mentí para tranquilizarlo.

“Tu mamá ya tiene un anillo, realmente no necesita otro… Yo me encargaré, ¿Si? Tú solo ve a lavarte la cara, necesito que te veas grandioso para la boda, yo me encargaré de todo”

Elliott bajó del sofá y dedicándome un nuevo:

“Lo siento”

Fue hacia Adrien para tomar su mano.

Mi amigo me miró expectante, como si esperara que yo le diera alguna orden, pero sacudí la cabeza y alcé una mano indicándole que yo me haría cargo.

Cuando estuve solo nuevamente me tomé un par de segundos para pensar, y finalmente solo pude tomar el teléfono y llamar a Caspian.

“¡Bueno! ¿Ya estás listo para ir a la iglesia? A las chicas les falta muy poco” dijo mi amigo al otro lado de la línea.

“Ehm… sí, pero necesito me que ayudes con algo primero, y es urgente”

“Claro, ¿Qué ocurre?”

“Necesito que me consigas dos anillos”

“¿Cómo dices?”

“Lo que oíste, Caspian. Necesito dos anillos… No me interesa de dónde diablos los saques, solo que estén ahí cuando el Sacerdote los pida”

“De acuerdo… Veré qué puedo hacer” respondió Caspian luego de unos segundos de silencio.

Corté la llamada y salí de la habitación.

Nos encontrábamos en la mansión, a solo cinco minutos de la iglesia del pueblo.

Salí hasta las escaleras de entrada y me apresuré a subir al auto, si ya tendríamos anillos improvisados, no podía llegar luego de Irina además.

Edmond me esperaba, pero ya tenía la orden de salir de la mansión con Irina.

Ya no corríamos peligro, pero habíamos decidido mantener sus servicios, y luego de lo mucho que nos había ayudado, se había vuelto parte importante de la familia, aunque seguía sin hablar mucho.

Nicolaj, por otro lado, había abandonado el cargo y se había marchado a Alemania. Su hermano me comentó una vez que había decidido formar una familia en Múnich, y eso me alegraba, en el fondo me gustaba pensar que todos encontrarían su final feliz tal y como lo había hecho yo.

Conduje por las calles del pueblo, saludando a quienes con sonriente alegría me felicitaban, cuando llegué a la iglesia, los invitados estaban repletos, con la salvedad de que nadie de mi familia estaba ahí.

Paulette estaba con Irina, intentando, como había estado haciendo estos dos años, ganarse nuevamente la voluntad de mi esposa; mamá simplemente había decidido no asistir, y en el fondo lo prefería así, luego de la muerte de Damien nuestra relación se había vuelto incluso más indiferente, y el hecho de que les pidiera que abandonaran la mansión solo lo empeoró todo.

Yo había retomado el control total de Lefev’s, Irina había decidido dejar la oficina por un tiempo para descansar y ocuparse de los niños.

Necesitábamos estar en el pueblo, al pendiente de los viñedos, pero mamá no hacía la convivencia más sencilla, así que decidí trasladarla a un apartamento en la ciudad, donde estaría más cómoda…

Ahí estaba junto a Paulette, que se había marchado por voluntad propia un año antes, eran casi vecinas, pero igual había sido una ofensa para ella, sin embargo…

Yo estaba enfocado en mi familia al cien por ciento, y mi familia eran mis hijos y mi esposa, quien había estado de mi lado siempre.

Caminé hacia el altar y tomé mi lugar junto a Adrien, que ya estaba ahí.

Elliott estaba sentado junto a su abuelo, que sostenía en brazos al pequeño Eduard, que sonreía jugueteando con el pañuelo de su abuelo, mi hijo era un niño que se maravilla a por todo, era como si pese a haber nacido bajo un velo de drama y preocupación, él estuviera destinado a vivir entre alegrías, viendo lo bueno de las cosas más simples, pronto se había unido a su hermano, en el centro del universo de mi suegro.

Miré a Hugo con admiración, el hombre había tenido un par de complicaciones del corazón a raíz de todo lo ocurrido aquella fatídica noche, pero seguía ahí, tan fuerte como un roble, apoyándonos incondicionalmente, y yo estaba feliz de ver que aunque mi familia parecía haberse disuelto por completo…

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