La boda del heredero
Capítulo 124

Capítulo 124:

“Porque lo que yo entiendo es que tú trajiste el arma con un motivo, me citaste a mitad de la noche en un sitio alejado y solitario, porque fuiste tú quien me trajo aquí… los registros telefónicos demostrarán que tú me llamaste a mí y no al revés, y de donde sea que sacaras esa mugrosa arma… La vincularán a ti. ¿En serio piensas volarme la cabeza?”

Irina tragó en seco al caer en cuenta de que el arma era de su padre, cualquier cosa que hiciera llevaría a la policía hacia él: sin mencionar que realmente no tenía pruebas de nada.

Llevaba ahí un rato y aún no había logrado que Nadine admitiera nada, su grabación no serviría de nada a menos que lo hiciera.

Esa malnacida tenía razón…

El ruido de pasos como a tropel hizo que Irina girara al tiempo que la puerta de la bodega se abría, y no supo si para bien o para mal, pero Emmett apareció seguido de Damien.

“¿Pero qué diablos…?” exclamó Damien, con una mezcla de sorpresa y desconcierto al ver la escena que se desplegaba frente a sus ojos.

Ambos, Damien y Emmett, quedaron sorprendidos al verme apuntar a la cabeza de Nadine. Pero antes de que pudieran reaccionar, la situación dio un giro inesperado.

Solo sentí el fuerte empujón de Nadine, que me hizo tropezar con un viejo palet. Caí sobre este y, en el proceso, la pistola se escapó de mis manos.

“¡Irina!”

Emmett se agachó y se apresuró a ayudarme a ponerme de pie, pero para cuando me incorporé, Nadine ya tenía el arma en sus manos.

Emmett se movió, tal vez intentando algo heroico, pero su gesto solo provocó que Nadine, con un temple de acero, retrajera el martillo del arma y apuntara directamente hacia él. En respuesta, él alzó ambas manos, intentando calmar la situación.

“Calma” susurró mi esposo con voz firme pero suave.

“¡Calma una maldita m!erda, los quiero pegados a esa pared sin moverse ni un ápice, ¿Lo entienden?” siseó Nadine, la ira palpable en cada sílaba.

“Nadine, por favor… ¿Qué pretendes…”

Emmett intentó razonar, pero fue interrumpido.

“¡Cállate! ¡Tú, cállate!”

Rugió Nadine tan pronto como Damien intentó mediar.

“Siempre lo arruinas todo, estúpido inútil, así que cállate y párate junto a ellos”

“¿Qué?”

La respuesta de Damien fue un jadeo ahogado, su rostro reflejaba shock absoluto.

Nadine, sin una pizca de duda, movió el cañón del arma hacia un lado, indicándole dónde quería que se colocara.

“Que te calles y te pares junto a ellos” repitió con un siseo lento, su voz cargada de un enojo que helaba la sangre.

Damien, aún en estado de shock, obedeció sin rechistar, y así los tres terminamos, espaldas contra la pared, en medio de la noche en aquella bodega solitaria y apartada, con Nadine Moreau apuntándonos con una pistola cargada.

Respirar se me estaba haciendo difícil, una pesadez en el pecho que se intensificaba con cada segundo. Emmett, en un gesto protector, se había colocado medio paso delante de mí, pero la posibilidad de que Nadine lo hiriera me tenía al borde de un colapso nervioso.

Mis dedos estaban aferrados con violencia al brazo izquierdo de Emmett, mi cuerpo temblaba incontrolablemente y ya no podía ocultar el ataque de pánico que estaba sufriendo.

“¿Qué diablos estás haciendo? ¡Baja esa pistola!”

Intervino Damien finalmente.

“¿Que qué hago, me dices? Pues solo intento hacer que esta estúpida muerta de hambre que se cree una gran señora ahora pague por lo que intentó hacerme. ¡Esto lo ha traído ella para amenazarme!”

Agitó el arma frente a nosotros.

“Y es tan ignorante que cree que alguien como yo va a doblegarse ante alguien tan inferior… ¡Soy una Moreau! Y esta maldita familia parece empeñada en denigrarme a nada, los quiero muertos a todos”.

“¿Y qué vas a hacer? ¿Nos matarás a los tres? ¿Cómo diablos piensas librarte de eso?”, gruñó Emmett.

“Oh, sería muy fácil, cuñadito”, respondió con burla”

“Ese siempre ha sido el problema de ustedes, no ven más allá de sus limitadas capacidades… son una horda de blandengues que no tienen lo necesario para realmente tener el control del mercado. ¡Nosotros deberíamos estar a la cabeza de todo, no ustedes! Pero nos han renegado desde siempre”.

“Vamos, Nadine… No digas tonterías…”, siguió Damien.

“¡Cállate! Que todo esto es culpa tuya”.

“¿Mi culpa? ¿Exactamente cómo es mi culpa? Los problemas financieros y legales de los Moreau no tienen nada que ver con mi familia”.

“Claro que es tu culpa, tu sola existencia… Tan solo tu patética existencia ha causado todo esto. Es lindo que hoy hables de tu familia cuando llevas años queriendo desligarse de ella. Papá estaba tan entusiasmado cuando llegaste con tu plan de quedarte con todo, me animó a que te aceptara, porque entonces algún día todo sería mío, ¡pero desde que me uní a ti no has hecho más que cagarlo todo”

Nadine se sacudió de rabia mientras gritaba, tanto que su cabello se soltó un poco de la coleta, estaba completamente fuera de sí, lo cual la hacía más peligrosa, y yo sentía terriblemente culpable por ser la responsable de poner un arma en sus manos.

“Mira nada más hoy…”

Siguio ella en tono despectivo.

“Solo te di una tarea, una única tarea para compensar todas tus metidas de pata. Solo tenías que conectar la maldita USB para poder librarnos de ellos de una vez por todas, pero no siquiera pudiste con eso, ¿Qué hiciste en cambio? ¿Te aliste con Emmett? El imbécil que te arruinó los planes siempre, a veces me sorprende que seas tan patético”.

Damien empezó a asentir lentamente y chasqueó la lengua antes de responderle.

“Iba a hacerlo, pero… Recibí una noticia que me abrumó. El conductor de la Bronco que atropelló y mató a Angie está muerto, lo encontraron tirado en su habitación de hotel, ¿Sabías eso?”

“¡Por supuesto que lo sé! ¿Cuál es el maldito problema? Ese malnacido sabía demasiado y ya estaba empezando a descarrilarse”.

“¿Lo mataste?”, preguntó Emmett.

“No lo hice yo, si es lo que preguntas”

Se encogió de hombros.

Tensé la mandíbula.

¿Era todo eso una confesión?

¿Le bastaría a la policía?

Empecé a rogar con todas mis fuerzas que mi teléfono aún se encontrara grabando.

“¿Enloqueciste, Nadine?”

Esta vez fue Damien quien intervino, Emmett y yo estábamos ahí, prácticamente pintados en la pared.

“¿Cómo te involucras en algo así?”

“¿Que cómo lo hago? ¡Pues porque alguno de los dos debía tener los pantalones para hacerse cargo de los malditos problemas y ese no ibas a ser tú! ¿Qué hiciste cuando este par de imbéciles echaron por tierra tu plan de casarnos y quedarnos con todo? ¡Nada! No hiciste nada, te quedaste ahí como un inepto, creyendo que un par de insultos te iban a devolver a la cima… Por años tu madre te ha arrastrado, queriendo llevarte al éxito pero es que pareciera que le tienes miedo”.

“No sabes lo que dices”, refunfuñó Damien con desprecio.

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