La boda del heredero
Capítulo 122

Capítulo 122:

“Varía según el día y sus ánimos, lo mejor es esperarla aquí en lugar de dar vueltas por el pueblo y perder el tiempo”

“¿Ha ocurrido algo, señores?”

Volvió a preguntar Juliet, ambos la fulminamos con la mirada, pero nuevamente fue mi hermano quien habló.

“¿No te dije ya que no era tu problema? ¡Lárgate a preparar un poco de té en lugar de andar de cotilla!”

La mujer se marchó pitando mientras Damien empezaba a caminar hacia el que fuera el despacho de mi padre, y una vez allí se quitó el saco y se giró hacia mí.

“De acuerdo… ¿Cuál es el plan?”, preguntó, y en su gesto vi la resignación de alguien que no quiere estar ahí, pero que hará lo que tenga que hacer.

Llevábamos un buen rato hablando sobre lo que pasaría cuando Nadine regresara cuando de pronto la puerta se abrió y Paulette apareció ante nosotros.

“¿Qué hacen ustedes dos aquí?”, preguntó viendo primero a uno y luego al otro.

“Nada que te incumba, lárgate”, respondió Damien sacudiendo su mano despectivamente hacia ella.

“¿Nada que me incumba?”

La expresión de mi hermana se tornó enloquecida al oírle y se acercó a nosotros a zancadas.

“¿Sabías que Adrien terminó conmigo por todo este jodido embrollo que tienen con la maldita empresa en California? ¿Y te atreves a decirme que no es mi asunto? ¿O que de pronto ustedes dos deciden jugar a los mejores amigos y yo no puedo encabronarme? ¿Eso me dices? ¡Jódete, Damien!”

“Entonces sí sabías sobre D’vine…” murmuré enfadado, mirándola cerrar los ojos por un segundo.

“Los escuché a él y a Nadine hablar de eso una vez. En mi defensa, siempre creí que era algún proyecto que emprendían juntos, no sabía de dónde sacaban el dinero… Hasta hace unos días cuando nos lo gritaste allá en el salón”.

“Y aún así decidiste no decir nada cuando Adrien te preguntó al respecto, ¿Por qué?”

Paulette abrió la boca para responder, pero nuestro hermano se le adelantó.

“Porque yo le dije que no lo hiciera, y ella jamás ha estado de tu lado”

Paulette lo vio con desprecio, pero él se encogió de hombros.

“Veo que pretendes abandonar el bote porque se hunde, y está bien… pero creo que debes pagar la parte de culpa que te toca, ¿No?”

El duelo de miradas entre ellos continuaba mientras yo sentía una nueva oleada de rencor hacia ella. Irina siempre había tenido razón…

Todos en mi familia eran una basura.

De pronto recordé que no había hablado con Irina.

Tomé el móvil y activé la señal nuevamente, pese a mi intento, la batería estaba a punto de morir.

“Necesito un cargador”

Dejé el aparato sobre el escritorio y me giré hacia Damien.

“Préstame tu teléfono”

Mi hermano sacó el teléfono del bolsillo del saco y empezó a desbloquearlo, antes de mirar la pantalla con intriga.

“Tengo un par de llamadas perdidas de Adrien”

“¡De Adrien? Déjame ver”

Tomé el móvil y le marqué a mi amigo mientras lograba escribir un conciso mensaje a mi esposa antes de que el aparato muriera por completo.

“Puto infeliz… ¿Dónde está Emmett?”

Rugió la voz de Adrien al otro lado de la línea cuando se abrió la comunicación.

“¿Adrien?”

“¿Emmett? ¿Eres tú? ¡Te he estado llamando toda la tarde! ¿Qué diablos haces con el teléfono de Damien?” preguntó sorprendido, pero un poco más calmado.

“Larga historia, pero estoy bien. Me encuentro en Obernai, tengo un plan, creo que puedo atrapar a Nadine, hacer que confiese y…”

“¡Olvida eso! Irina se fue”

“¿Cómo que se fue? ¿A dónde?”

“Pues lo último que supo de ti fue que saliste de las oficinas de Lefev’s junto con Damien y nadie había sabido de ti… Edmond te estuvo buscando y no te encontró en ninguna parte… ¿En serio no sabes a dónde fue Irina?”

La respuesta de Adrien iba cargada de sarcasmo.

Lo comprendí mientras el calor abandonaba mi cuerpo.

Irina estaba ahí en el pueblo…

Y yo no sabía dónde estaba Nadine, mi corazón latía errático mientras me soltaba el botón del cuello con violencia, sentía que me asfixiaba.

“¿Dónde está Elliott?” jadeé casi sin voz.

“Aquí conmigo, está dormido”

“De acuerdo, por favor quédate con él… Dile a Edmond y a Nicolaj que vengan tan pronto como puedan”

“¿Qué vas a hacer, Emmett?” preguntó Adrien con urgencia, pero yo corté la llamada y miré a mis hermanos.

“¿Qué pasa ahora?” preguntó Damien.

“Irina se fue de casa, estoy seguro que está aquí… Debo encontrarla antes que Nadine”

Damien asintió lentamente, a esas alturas ya sabía lo que podía hacer su mujer.

Ambos salimos del salón y emprendimos camino fuera de la mansión ignorando las protestas de Paulette.

Con el corazón latiéndome a mil por hora terminé de recorrer el sendero hacia la bodega principal; recordé con cierta sensación agridulce que la última vez que había caminado hasta allá había sido la noche que descubrí a Damien engañándome con Nadine.

Esa vez se sintió como si mi vida hubiese terminado, pero en retrospectiva…

Quizás fue el primer día de mi vida, mi vida verdadera, la que empecé a forjar junto a Emmett aunque al inicio no sabíamos bien qué hacíamos.

En realidad tenía que sentirme afortunada que aquellos dos malnacidos hubiesen decidido unirse, de otro modo…

Habría terminado en una vida llena de amargura junto a Damien.

Entré a la bodega y vi que estaba vacía, Nadine aún no llegaba y considerando que yo venía sola por el sendero, le tomaría un rato aparecer.

Dejé que mis nervios se calmaran un poco pero no parecía estar funcionando, al menos no cuando sentía sobre mi piel el metal frío del arma que escondía contra la pretina de mi pantalón, aquella cosa parecía latir con vida propia, quemando al rojo vivo.

“¿Realmente tendré el valor de usarla de ser necesario?” me pregunté finalmente siendo honesta conmigo misma, pero la respuesta aún era confusa.

Estaba muy enfadada y quería hacerle pagar por todo lo que había hecho, quería saber dónde estaba Emmett y en el fondo seguía despreciándola por lo que me había hecho hace casi tres años, mujeres como ella no merecían clemencia, pero…

No podía simplemente obviar el hecho de que Nadine estaba embarazada… ¿Qué diablos iba a hacer contra una mujer embarazada?

No tuve demasiado tiempo para pensar en eso, porque la puerta de aquel cuarto se abrió y Nadine apareció ante mí.

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