La boda del heredero -
Capítulo 121
Capítulo 121:
“No lo sé, Damien… Creerte el argumento de que quieres ayudarme en contra de Nadine es difícil cuando me tienes suspendido y encerrado en un maldito elevador”, gruñí, señalando el panel de botones contra el que apoyaba su espalda.
Damien sonrió de lado con malicia y se giró para poner en marcha el aparato otra vez.
En cuestión de segundos llegamos a la Planta Baja y las puertas se abrieron, pero ninguno de los dos se movió.
Miré una vez más la memoria USB y jugué con ella entre mis dedos.
Debía tomar la decisión de creerle o no, de aceptar lo que me daba y me decía o no, pero mil cosas pasaban por mi cabeza en ese momento, entre ellas… que ya había cometido un error al confiar y dejar ir a Harold Williams; tenía frente a mí una nueva oportunidad de atrapar a Nadine, pero no lograba identificar si era real o no.
“¿Esto es todo lo que tienes para mí?”
Agité la memoria entre mis dedos.
“Esto no prueba que está detrás de mi accidente o de la muerte de tu amante”
“Pues no tengo nada que la ligue directamente a eso”
Se encogió de hombros Damien.
“Ni siquiera me ha hablado de eso… Y creo que las razones son obvias”
“¿Pero podrías hacer que lo haga?”, pregunté de pronto.
“¿Qué cosa?”
“Hablarte de los accidentes… ¿Crees que puedas hacerla hablar?”, pregunté mientras el plan se iba formando en mi cabeza.
“Supongo que podría”
“Bien, entonces creo que tenemos que hacer un viaje rápido a Obernai”
Damien me miró con desconfianza cuando salí del elevador, miraba hacia mí y en la dirección opuesta, pero finalmente asintió.
“De acuerdo, iré”
No parecía muy animado, y yo tampoco confiaría en él, pero sentía que había hecho un gran avance. Empezamos a caminar por la recepción y saqué mi teléfono, le quedaba poca batería y decidí desconectar la señal para ahorrar energía, necesitaba que estuviese encendido para poder grabar a la mujer mientras hablara…
De momento ese era mi plan.
“Y ruego a Dios para que funcione”, recé mentalmente para que todo saliera bien esta vez y mi vida pudiera volver a la normalidad.
Y procuré que ese pensamiento me diera fuerzas para sobrevivir al día.
Un rato después, nos encontrábamos entrando a Obernai, la noche no caía aún pero ya el viento avisaba su llegada.
Damien se apoyaba de la ventanilla, no había dejado de fruncir el ceño en todo el trayecto, quizás del mismo modo que yo no había soltado el agarre violento de mis dedos sobre el volante; ninguno de los dos parecía cómodo en presencia del otro.
“¿Estás seguro que ella estuvo detrás de tu accidente?”, había preguntado un rato antes.
“Pues… Recuerdo que fue la misma camioneta que utilizó Williams para matar a tu amante la que me sacó de la carretera… No es de locos pensar que ella le pagó para que lo hiciera”
“Pero… ¿Por qué?”
“Vamos, Damien… Soy la razón por la que tú no tienes el control de todo, ¿O acaso no era ese su plan desde el comienzo? ¡Por eso se unieron, no? Para estar casados antes que yo y poder quedarse con la empresa”
“Sí, pero si ya habíamos pensado en formas de vengarnos… ¿Por qué hacer algo como eso? Si la descubrían iba a perder todo, ¿Por qué arriesgarse así?”
“Bueno… Quería dinero rápido y yo era un estorbo para ella poder conseguirlo, lo sigo siendo en realidad. Y lo de tu amante… Creo que eso es un poco culpa de Irina, ella se lo contó y se burló de ello”, me arrepentí al instante de hablar, lo último que quería era poner a Irina en la mira de mi hermano, que aunque de momento parecía dispuesto a colaborar, seguía siendo una persona de la que no me podía fiar.
“Podrías dejar de llamarla ‘mi amante’, tenía un nombre”, pidió con aire sombrío.
“Lo siento…”
Lo miré en silencio un momento, seguía contemplando la calle a través del cristal de la ventanilla, realmente parecía afligido.
¿De verdad podía estar arrepentido?
Me hubiese encantado ver qué había en su cabeza en ese momento.
“¿La amabas?”, pregunté un rato después, haciendo que su frente se arrugara más y me mirara con intriga.
“¿A quién?”
Analicé esa pregunta, comprendiendo que existía una mínima posibilidad de que genuinamente sintiera algo por su esposa.
Si ese era el caso, descubrir todo esto debía ser terrible para él.
“A ambas, supongo. Sé que con Nadine te uniste por interés, y a Angie la usabas para sacarle información sobre mi caso, pero… No sé si…”
“No, no la amaba… a ninguna. No estoy hecho para esas babosadas. Nadine solo era un buen partido que casualmente era se%y y comía bien… mamá pensó que sería una buena idea casarme con ella. Y Angie era solo un vehículo para llegar a mi objetivo, no sentía nada por ella, pero tampoco quería que muriera. Nadine lo sabía y no le importaba, pero quizás dejarla embarazada fue demasiado”.
“¿Mamá fue quien te dijo que te casaras? Me refiero a que… ¿Fue quien te dio la idea de hacer esa jugarreta? ¿De valerte de esa cláusula en el testamento para quitármelo todo?”
“Sí, estaba furiosa desde que supo que eras el heredero… no sé qué esperaba… ¿Que Paul y yo nos quedaríamos con todo luego de lo que hizo? Aunque creo que lo que más le dolió fue que el viejo hablara de la boda de ‘su heredero’ refiriéndose a ti. Aunque tampoco entiendo por qué te hizo eso, obligarte a casarte”
“Para que finalmente hiciera algo por Irina”, respondí sin dudarlo.
“Él sabía lo que sentía por ella, sabía que no me casaría con nadie más, así que eso me obligaría a actuar”
Su risa me hizo mirarle otra vez.
“En retrospectiva… Quizás hubiese sido mejor plan quedarme con Irina y casarme con ella, ¿No? Tú jamás te hubieses casado, la empresa habría sido mía, a estas alturas ya Irina me habría pedido el divorcio, y yo me estaría negando con tal de no verla en tus brazos. No digo que sea un buen futuro, pero al menos nadie estaría muerto”
“Sí, ese hubiese sido un mejor plan”, murmuré mientras miraba hacia la carretera, agradecido de que no hiciera eso.
Aparqué frente a la mansión y apagué el motor, sintiendo que estaba a punto de caminar el pabellón de fusilamiento.
“Es hora”, anuncié. Damien asintió y bajó del auto.
Lo seguí hasta el interior de la mansión, donde fuimos recibidos por una impresionada Juliet.
“Señor Emmett, Señor Damien… ¿Ha ocurrido algo? ¿Qué hacen ustedes juntos?” Solo me dio tiempo de poner los ojos en blanco antes de que Damien decidiera responderle.
“Ese no es tu jodido problema, mucama entrometida… ¡¿Dónde está mi esposa?!”
La mujer dio un respingo y su gesto se contrajo ofendida.
“¿Eso tomará como una hora?”, me dijo.
“¿No sabes a dónde va a caminar?”
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