La boda del heredero
Capítulo 117

Capítulo 117:

Elliott empezaba a inquietarse y a halarme el cabello, pero yo no podía dejar de pensar en que Emmett seguía allá afuera…

Con Damien merodeando por ahí.

“¿Crees que estará bien?”, pregunté mirando a la nada.

“Señora?”, Nicolaj lucía confundido, sin saber si le hablaba a él.

“Me refiero a Emmett. ¿Crees que estará seguro?”

“Es difícil decirlo, señora. Como le dijo mi hermano… la situación ha cambiado, debemos reorganizar nuestras ideas y pensar cómo proceder de ahora en adelante”.

Suspiré con labios temblorosos, tenía un muy mal presentimiento.

No tener a Emmett ahí me estaba poniendo nerviosa, y saber que no nos encontrábamos en buenos términos lo hacía peor.

Recordé con pesar cómo le había hablado y me sentí terrible.

Sí, había sentido mucha ira al saber que había dejado en paz a Harold con aquel ridículo plan. Yo hubiese apostado mejor a entregar a ese malnacido y hacerle confesar.

Si le creían o no, no importaba, al menos el precedente estaría ahí, y podríamos buscar luego algo más; pero tampoco era que lo hacía responsable a él por lo sucedido, y temía que eso era justo lo que mi esposo estaría pensando en ese momento.

“Señora… Señora”, el impaciente llamado de Edmond me trajo de vuelta a la realidad.

“Pueden pasar”.

Entré y dejé a Elliott en su silla, para entrar a la cocina y preparar algo de comer, eso me ayudó a calmarme un poco.

Una hora después, teniendo a mi hijo entretenido con su merienda y sus videos de dinosaurios, puse un par de platos sobre el mesón y señalé a los hermanos Roux.

“Ehm… no se preocupe, señora, no hace falta que…”, Nicolaj dejó de hablar cuando alcé una mano y volví a señalar los platos.

“Son unas estúpidas tostadas y necesito que se sienten a comerlas”, siseé, sintiendo que, aunque estaba más calmada, mis nervios estaban a flor de piel.

“De acuerdo, muchas gracias, señora”, esta vez fue Edmond quien respondió mientras ambos tomaban asiento.

“Bien, ahora… ¿Alguno de los dos podría, de la forma más sencilla posible, explicarme cómo podemos salir de esta?”, pregunté un rato después, cuando ellos casi habían acabado el contenido de los platos.

Ambos hombres se miraron de reojo rápidamente y Edmond se sacudió las manos con una servilleta y le dio un sorbo a su café…

La explicación vendría de su parte.

Nunca me había detenido a evaluar a los agentes por demasiado tiempo, pero de pronto fue obvio para mí que Edmond era el líder de la dupla Roux.

“Si lo que le preocupa es la policía, señora… olvídelo, un agente me llamó y me preguntó, le dije que no tuvimos nada que ver y eso es todo, nadie dudará de mi palabra en la comisaría… el Señor Emmett no corre peligro de ser acusado de nada, eso se lo aseguro”.

Asentí una vez más, profundamente aliviada por eso.

“Con respecto a lo obvio… tenemos un par de ideas, pero hay que discutirlo”.

“¿Y con lo obvio te refieres a la amenaza de muerte que yace sobre nosotros, porque mi cuñada, la que contrató a un sicario para matar a mi esposo, ahora sabe que nosotros sabemos lo que hizo?”, pregunté, sintiendo que las manos me temblaban sin control. Edmond tensó los labios, incómodo, y asintió.

“Correcto”.

“Salvo por un detalle, que quizás pueda jugar a nuestro favor”, agregó Nicolaj sonriendo ligeramente de lado mientras yo lo miraba con curiosidad.

“Harold Williams no era ningún sicario, solo era un tipejo problemático, necesitado de dinero, que haría cualquier cosa para conseguirlo”.

“¿Y eso en qué nos ayudaría?”, pregunté, buscando entender la relevancia de su punto.

“En que fue torpe. Un profesional no deja que cualquiera le vea recibiendo dinero en efectivo por parte de una mujer rica. Un profesional no utiliza su propio auto para atentar dos veces contra personas relacionadas a la misma familia”.

Edmond se encogió de hombros como si su argumento fuese obvio.

“Y un verdadero profesional se hubiese bajado a verificar que su objetivo realmente estuviese muerto cuando se volcó en la carretera… O se hubiese colado en el hospital para acabar lo que empezó cuando descubrió que el Señor Lefebvre estaba en coma”, continuó Nicolaj.

“Vale, lo entiendo, pero todo eso lo hizo por orden de Nadine, ¿No? Eso no nos dice nada”

“Nos dice mucho, en realidad”, continuó Edmond.

“Solo eso basta para saber que esa mujer tampoco es muy lista, y que por encima de todo… Es temperamental e imprudente”

“A ver, a ver… ¿Qué intentan decirme?”

“Creo que debemos esperar al Señor Lefebvre antes de hablar sobre esto”

“No, van a hablar justo ahora y luego lo repetirán frente al Señor Lefebvre… Eso es lo que harán” Los hermanos volvieron a mirarse antes de hablar:

“Creemos que la desesperación de saberse descubierta, o el simple hecho de estar enfadada por haber sido descubierta… le hará actuar con imprudencia. Solo debemos estar preparados para eso y entonces la podemos atrapar”

“¿Creen que nos intentará atacar pronto?”

pregunté, llena de nervios al ver a Edmond asentir.

“Es cuestión de tiempo, por lo poco que he visto es una persona prepotente y… no dejará que la tengan contra las cuerdas por mucho tiempo”

“Dios…”, me incliné sobre el mesón.

“¿Qué vamos a hacer entonces?”

“Esperar, ser pacientes y actuar inteligentemente cuando ella ataque”

“Que ustedes dos hablen como militares me pone los nervios de punta”, me quejé.

“¿Esperar? ¿Y mientras qué? ¿Muero de los nervios?”

“Pudiera haber otra forma…”, dijo Nicolaj encogiéndose de hombros, y por la forma en la que lo miró su hermano, supe que no estaba de acuerdo.

“¿Cuál?”

“Hacerla hablar”

“¿Hacerla hablar? ¿Que confiese? ¿A eso te refieres?”

El hombre asintió.

“No creo que sea tan tonta”

“No es cuestión de ser tonto, es no saber manejar la ira. Y yo la vi el otro día en la oficina… esa mujer no sabe hacerlo, solo hay que hacerla enojar… y hablará, y quien sea que esté con ella solo debe grabarla”

“Entonces… ¿Lo que dices es que esté frente a frente con Nadine y la haga enojar para que hable? ¿Eso no es algo trillado de películas de Hollywood?”

“Sí, lo es… pero funciona”

“Pero… para eso debería estar a solas con ella, ¿No?”

“Correcto, en presencia de alguien más jamás hablará”

“¿Y qué si le hago enfadar tanto que me hace daño? Porque… Harold Williams no es el único malnacido sin escrúpulos y hambriento de dinero al que puede contratar, ¿O sí?”

Nicolaj tensó la mandíbula y asintió, por lo visto había dado con el punto clave. Fue entonces cuando Edmond decidió que había sido suficiente.

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