La boda del heredero -
Capítulo 114
Capítulo 114:
“Lo que haga Paulette no es tu culpa, Emmett. Como sea, ya estoy harto de eso… me rindo, algún día comprenderá la magnitud de sus errores”
“¿Te refieres a que…?”
“Terminé con ella” dijo, pasando sus manos por su cabello, era evidente que aquella decisión no le hacía feliz.
“En serio lo lamento, Adrien”
“Descuida, lo superaré, pero no puedo estar con alguien que no sé para qué bando juega… y eso no importaría demasiado si ellos no… si no fuesen unos jodidos asesinos”
“Debemos asegurarnos que…”
La puerta se abrió nuevamente, esta vez fue Irina la que entró, y en su rostro se veía la misma preocupación que en el de Adrien.
“¿Ocurrió algo?” le pregunté preocupado.
“No, no… es solo que… creí que estarías solo y… Quería hablar contigo” dijo ella a media voz.
“Descuida, yo me iré, tengo trabajo que poner al día”
Adrien alzó las manos y se marchó de la oficina.
“No pretendía que se fuera, Emmett”
Se apresuró a decir Irina apenada.
“No te preocupes, él tiene mucho en la cabeza en estos momentos, al igual que todos está muy estresado”
“A todos se nos fue la jodida vida al caño por culpa de esos imbéciles, ¿No?”
Su comentario iba cargado de amargura y algo me dijo que no se debía a lo mismo que me aquejaba a mí.
Con la idea de que teníamos que hablar en mente, caminé, cerré la puerta con seguro y disimuladamente bajé las persianas de la oficina.
Rara vez hacía aquello, pero necesitaba algo de privacidad con mi esposa…
Sentía que habían pasado siglos desde la última vez que tuvimos algo de intimidad, últimamente el estrés nos mantenía alejados.
“¿Me dirás qué ocurre o me vas a dejar con la intriga todo el día?” le pregunté cuando regresé, viéndola mirar pensativamente por la ventana.
Ese día llevaba un hermoso vestido turquesa, que aunque no estaba diseñado para seducir, lo hacía de todas formas.
La prenda se ceñía a su cuerpo como una segunda piel, dejándome apreciar cada maravillosa curva de este…
Siempre me había enloquecido su cuerpo, y el hecho de que ella pareciera no ser consciente del magnetismo que provocaba se me hacía más atractivo.
“Lo intento… es solo que… a veces es muy difícil olvidarlo todo” susurró bajando la cabeza, creí detectar un dejo de tristeza más que de preocupación, pero fue difícil pensar con claridad cuando ella se apartó el cabello hacia un lado, dejando la piel de su cuello expuesta hacia mí…
Demasiado tentador para poder ignorarlo.
“Tal vez necesitas algo de ayuda” respondí, depositando un beso sobre el sensible punto bajo su oreja…
Eso le gustaba.
En el pasado, o al menos ahora que lo recordaba, amé descubrir todos los puntos sensibles de Irina, esos que le hacían temblar…
Que la excitaban.
Me había maravillado con ellos y había aprendido a usarlos en mi beneficio.
El suspiro que escapó de sus labios fue tener la luz verde frente a mí, brillando intensamente.
Sonreí y envolví su cintura con mis manos, era delgada, siempre lo había sido… mis manos a cada lado de ella casi podían tocarse si hacía un esfuerzo; pero lo que hice fue deslizarlas hacia arriba, tomando sus senos por completo mientras pegaba mi pecho a su espalda.
Irina gimió débilmente y dejó caer su cabeza hacia atrás, apoyándola en mi hombro.
Me deleité dejando besos húmedos sobre su cuello al tiempo que acariciaba sus pechos por encima de la tela.
Mis músculos se tensaron cuando ella arqueó su cuerpo, exponiendo más su escote hacia mí y rozando mi er%cción con su trasero, fue apenas un roce, pero fue suficiente para detonar el desenfreno en mi interior.
Dejando las sutilezas de lado, la tomé de los brazos y la hice girarse para quedar frente a frente, luego me lancé a devorar sus labios.
Mi urgencia rozaba lo famélico, la necesitaba…
Solo ella podía borrar el miedo que parecía sumirme en la sombra, y por la forma en que sus dedos se clavaban en mi cuello y sus dientes se hincaban en mis labios, supuse que ella debía sentirse igual.
Nos necesitábamos y el lugar donde estábamos perdió sentido e importancia para mí… La tomaría como fuese, debía hacerlo, de otro modo sentía que moriría.
Nuestras lenguas se retaban una a la otra, y con cada roce mi anhelo crecía.
Avanzamos torpemente hasta el sofá, donde me dejé caer, arrastrándola conmigo, gruñendo de gusto cuando se puso a horcajadas sobre mi regazo y sin perder tiempo se llevó ambas manos a la espalda y bajó la cremallera del vestido.
Sus senos saltaron a mi vista cuando la prenda cayó hasta su cintura; ella intentó liberar sus brazos, pero yo la detuve.
Tomé y junté sus manos a su espalda y empecé a lamer sus tersos senos, que estaban hinchados gracias a la excitación, y con esto en mente bajé mis manos y las metí entre nuestros cuerpos, colándolas bajo el elástico de su ropa interior, gruñendo sin decoro cuando mis dedos entraron en contacto con su cálido y húmedo centro.
“Irina…”
Solté en un sonido ahogado, apenas era capaz de hablar.
“Te necesito… ahora” susurró ella en respuesta, clavando sus grandes y hermosos ojos en mí, sabiendo que no había fuerza sobre este mundo que me hiciera negarme a ese pedido.
Solté sus manos y me apresuré a desabrochar mi pantalón para liberarme, para que ella viera el efecto que tenía sobre mí.
Me pasé la lengua por el labio inferior cuando la vi apartar hacia un lado sus bragas, estábamos tan urgidos que no había tiempo para perder quitándoselas.
Seguía saboreando ese gesto tan se%y cuando de pronto estuve en su interior. Irina no me permitió pensar, mucho menos actuar.
Se lanzó sobre mí y en cuestión de segundos estaba enloqueciéndome con el vaivén de sus caderas.
No fue un acto cariñoso, no hubo besos ni caricias…
Sus dedos se clavaban en mis hombros mientras los míos se anclaban a su trasero al tiempo que ella me tomaba con violencia.
Alcanzar el orgasmo fue rápido, fácil y majestuosamente satisfactorio.
Unimos nuestras frentes mientras nuestros cuerpos se sacudían atravesando el clímax, pero cuando este pasó, ella no se movió, siguió sentada sobre mí, dejando que los ligeros espasmos de su v!entre me inyectaran fuego en la sangre una vez más.
Hubiese podido tumbarla de espaldas en el sofá de no haber sido por el llamado a la puerta.
Cerré los ojos y suspiré con frustración cuando ella se levantó, dejándome con sabor a pérdida aunque acababa de tener un orgasmo glorioso.
Abroché mi pantalón y me levanté para terminar de acomodar mi ropa…
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