La boda del heredero
Capítulo 113

Capítulo 113:

“Necesito acostarme, yo…”

Me tambaleé un poco pero él me estabilizó.

“Te llevaré a la cama” dijo intentando tomarme en brazos.

“No, no… yo puedo sola, ocúpate de Elliott, por favor”

Sin esperar respuesta de su parte me dirigí al corredor de camino a la habitación y me tumbé a la cama tan pronto como estuve frente a esta.

Cerré los ojos y me sentí como flotando a la deriva.

Lloré un poco más, el miedo estaba acabando conmigo, pero poco a poco fui sumiéndome en la oscura inconsciencia, y eso me trajo algo de paz.

A la mañana siguiente dejé que Emmett saliera primero a la oficina, excusándome en que tenía cosas que hablar con la encargada de la guardería, pero tan pronto como dejamos a Elliott, Nicolaj supo que algo no andaba bien.

“¿No se dirige a la oficina, señora?” preguntó al verme tomar una ruta distinta.

“Sí, pero primero debo ir a una consulta, es un chequeo con el gastroenterólogo, no me tomará ni una media hora, puedes esperar aquí abajo mientras” le dije mientras estacionaba en la clínica.

“Me temo que eso no será posible, señora… la orden es a tan solo una puerta de distancia de usted, suponiendo que no considere que se encuentra con alguien peligroso, así que… le acompaño al consultorio, pero descuide, procuraré ser discreto”

Aseguró al ver mi expresión aterrada.

“Vale, seguro”

Con resignación bajé del auto y arrastré los pies hacia el interior del edificio.

Ya en el ala este del tercer piso, mi bochorno se hizo inevitable…

Las puertas del elevador se abrieron y saltaron a la vista muchos carteles sobre cuidado prenatal, folletos sobre lactancia y casi una decena de mujeres embarazadas se encontraban sentados en las sillas de la recepción para los diferentes consultorios.

Suspiré profundo y finalmente miré a Nicolaj, que tomaba nota de todo sin que su expresión cambiara en lo más mínimo.

“Por favor, no se lo digas a Emmett” supliqué.

Podía haber dicho que yo iba por chequeo rutinario, pero sabía que mi escolta no lo creería, había demostrado ser muy suspicaz.

“Jamás lo haría, señora… no me compete a mí decirlo”

Aseguró sin titubeos, dejándome un tanto más tranquila.

Pero esa tranquilidad duró poco, un rato después, cuando el doctor detuvo la imagen en el monitor mientras me realizaba una ecografía…

Todo el miedo regresó.

“Aquí lo tienes, no es más grande que una lenteja, el latido del corazón se escucha fuerte y claro. Llevas unas seis semanas, pero me preocupa esto”

Señaló hacia un punto en el que honestamente no vi nada.

“Pareciera que el tejido cervical es débil”

Tragué con dificultad, no era lo que quería oír en absoluto, necesitaba buenas noticias, no más preocupaciones.

“¿Eso qué significa, doctor?”

“Que puedes sufrir un aborto espontáneo en cualquier momento, Irina”

Hice una mueca, conteniendo las ganas de llorar.

“¿Y qué debo hacer entonces?”

“Te recomiendo que te pongas en control nutricional de inmediato, la última vez no aumentaste drásticamente de peso, pero esta vez no puedes correr el riesgo de hacerlo. Y necesito que te mantengas lejos del estrés… evítalo a toda costa, eso influirá mucho en la resistencia de tu cuerpo, ¿De acuerdo?”

Asentí lentamente, sus palabras parecían ser una sentencia para mí…

¿Evitar el estrés?

¿Cómo iba a hacer eso cuando tenía a alguien persiguiendo nuestros pasos, tramando y confabulando en nuestra contra?

Había acudido a consulta para asegurarme de que todo estuviese bien, en cambio estaba saliendo de ahí llena de mortificaciones y con la amenaza de perder a ese bebé.

“Tranquila, con el cuidado adecuado hay muchas probabilidades de que todo salga bien… ten fe” dijo el doctor.

No pude evitar torcer el gesto, porque una vez más mi vida quedaba colgada a eso… a la fe.

La mañana transcurría con normalidad, le había ordenado a Alicia que me mantuviera informado sobre cualquier movimiento sospechoso que viera en la oficina de Damien, ya la había llamado tres veces, pero al parecer todo estaba en orden.

Mi hermano se había mantenido en el escritorio toda la mañana, y todas las llamadas que había realizado las había hecho por medio de Alicia, y nada había estado fuera de lugar; sin embargo, yo me mantenía alerta y ansioso, el hecho de que Irina no se hubiese presentado aún no hacía nada para ayudar.

Tomé el teléfono celular y le envié un nuevo mensaje:

“¿Todo en orden? ¿Por qué tarda tanto esa reunión?”

Maldije el hecho de que tuviera que ocuparse de la guardería justo en esos momentos, pero traté de no entrar en paranoias y me enfoqué en los documentos que tenía sobre el escritorio.

Era toda la documentación que pretendíamos presentar a la Junta Directiva; aún no acordábamos fecha pero quería tener todo en orden.

Habíamos organizado toda la lista de cuentas de la nómina fantasma, y Adrien había recopilado toda la información que había podido sobre D’vine, incluido el lazo familiar de Elijah Jonas con Nadine y por ende con Damien.

En esa reunión no podíamos hacer nada contra Nadine, a efectos administrativos… las acusaciones que teníamos contra ella y su implicación en mi accidente no le competían a la empresa, pero yo me encargaría de dejar a Damien sin nada… y con eso a ella.

Seguía revisando los documentos cuando la puerta se abrió y Adrien entró a la oficina.

“Hombre… estás pálido, ¿Qué ocurre?” le pregunté poniéndome de pie.

“Me topé con Damien cuando venía para acá… creo que iba hacia Recursos Humanos, se me ponen los nervios de punta, Emmett: no puedo evitarlo… ya sé que es Nadine pero no sabemos qué tan involucrado está él, tenerlo aquí me inquieta”

“Créeme que te entiendo, tengo que leer cada jodida hoja dos veces para entenderlas, no puedo concentrarme”

Quejé sacudiendo los documentos.

“Pero cuéntame… ¿Descubriste algo con Paulette?”

“No mucho, me dijo que Damien lleva tiempo queriendo desligarse de Lefev’s, pero eso ya lo sabíamos. Que Nadine viaja prácticamente todos los meses a E$tados Un!dos, aunque aparentemente no siempre a California. Y pues… nada que nos pueda servir”

Asentí en silencio, guardaba algo de esperanza de que mi hermana supiera algo, pero entonces la idea de que pudiera estar mintiendo me atravesó la cabeza.

“¿Le crees?” pregunté con cautela, pero la mueca que hizo me dio la respuesta antes de que abriera la boca.

“No, la verdad es que no… y no digo que esté involucrada en todo eso, pero siento que teme hablar de más y meterlos en problemas, eso me tiene la sangre…”

Sus palabras murieron a mitad de un gruñido y luego sacudió la cabeza una vez más.

“De verdad lo lamento mucho, Adrien”

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