Gemela equivocada, amor correcto -
Capítulo 7
Capítulo 7:
Las frías manos de Madison temblaron al momento de poner el anillo sobre el dedo de su Simón, las de él fueron cálidas y firmes.
Desde ese momento él retuvo una de sus manos con la suya logrando que ella se tranquilizara, el contacto y la calidez de las manos masculinas lograron calmarla.
“Los declaro marido y mujer, puede besar a la novia”.
Esa vez Madison se dijo que estaba preparada para el beso, sin embargo, esa vez cuando él puso sus manos en su cintura para acercarla a su cuerpo y bajó su cabeza su piel se estremeció de deseo y sus pupilas se dilataron. Con lo cerca que estaba Simón se dio cuenta de la excitación de su nueva esposa.
Él bajó su cabeza y tomó sus labios en un beso pasional que revolucionó sus sentidos, los segundos trascurrieron en medio de los aplausos de los asistentes.
Si él seguía besándola, ella se derretiría en un charco a sus pies porque dudaba mucho que sus piernas siguieran sosteniéndola.
Simón pareció leerla porque su cabeza se levantó en el segundo siguiente, la miró a los ojos y ella pudo ver la expresión viva del deseo.
Temiendo que sus ojos reflejaran lo mismo bajó su mirada y se giró para enfrentarse a los invitados.
Simón había recobrado la compostura cuando los padrinos les quitaron el lazo. Le dio el brazo a Madison para salir de la iglesia. Afuera fue la locura, los invitados le lanzaron arroz como locos, cuando la lluvia de granos blancos cesó comenzaron las felicitaciones.
Media hora después lograron llegar al coche que los llevaría hasta la casa de Lucía donde se celebraría la fiesta.
Madison se sorprendió al ver la calle cerrada, había mesas y sillas repartidas por todo el lugar, varios puestos de comida humeaban con sus fogones encendidos.
Los novios entraron a la casa y Simón la guio al patio donde había más mesas. En una de ella estaba un inmenso pastel de bodas o mejor dicho varios pasteles de bodas conectados por pequeños puentes y flores doradas que simulaban un jardín y encima del pastel central la figura tradicional de los novios.
Detallando el trabajo encontró que inclusive había una pequeña fuente central que la sorprendió, era muy elaborado y bonito.
Madison no pudo evitar reírse al ver el helipuerto convertido en pista de baile.
“¿Quién organizó todo esto?”, preguntó Madison a Simón.
“Mi abuela, con sus amigas, y su ayudante y mejor amiga Marcela”.
“Ella se ve feliz”.
“Es su sueño hecho realidad”, respondió Simón con un poco de ironía.
“Nunca imaginé que mi boda sería una boda típica mexicana…”.
“¿Crees que es muy poco para ti? ¿Te molesta la falta de elegancia?”, preguntó él esa vez con dureza.
Madison le giró los ojos.
“No seas tonto, Simón, me gusta, aunque sea algo diferente”.
Él vio su sonrisa sincera y se relajó hasta que la escuchó murmurar.
“Aunque debiste buscar una novia de verdad y no engañar a tu abuela”.
“Mi abuela es todo para mí así que no te atrevas a juzgarme”.
“Ahórrate la historia triste, en verdad, no me interesa”, le devolvió ella sus palabras con burla.
“Touché”. [1]
Después del brindis con champaña; los novios se dirigieron a la pista a inaugurar la fiesta.
“Creo que sé bailar la música de aquí”, dijo Madison en inglés un poco nerviosa.
“La canción será lenta, solo mécete conmigo y deja que te guie”.
Cuando la música comenzó a sonar Simón la tomó en sus brazos, sujetándola con firmeza contra sí. La cabeza masculina reposaba en su hombro mientras se mecían suavemente.
El deseo recorrió de nuevo a Madison que trató de separar un poco su cuerpo.
“Quieta”, le ordenó él al oído.
Madison suspiró, no podía armar un escándalo en ese momento.
“En este momento me siento muy afortunado de que hayas decidido que nuestro matrimonio sea real, creo que disfrutaré mucho haciendo a ese bebé”, susurró Simón en su oído.
Madison dejó de mecerse al ritmo de la música y su cuerpo se puso rígido al instante.
“¿En qué momento dije que me acostaría contigo?”.
La pregunta salió de sus labios antes de que pudiera contenerla.
Simón separó su cuerpo del de ella y la miró a la cara con el ceño fruncido, su pregunta lo había desconcertado.
“¿Estás hablando en serio, Madison? En la entrevista que te hice antes de firmar el contrato”.
“Si, lo sé”.
Trato ella de corregirse reanudando el baile, solo que ahora se miraban a la cara.
“Solo que pensé que las opciones para tener un bebé por otros medios seguirían abiertas”.
“Y siguen abiertas, Madison, nunca te obligaría a acostarte conmigo si no lo deseas, no soy esa clase de hombre”.
“Luces molesto, tu abuela se dará cuenta de que algo anda mal”, murmuró ella bajando la cara a su pecho.
“Estoy molesto porque no me gustan las mujeres volubles y porque no me gustan que jueguen conmigo, Madison. Igual hubiese firmado si me hubieses dicho esto desde el principio. En fin, mi objetivo es complacer a mi abuela con una boda y un bebé y para eso te pagué”.
En ese momento el baile terminó y las personas aplaudieron, el grupo contratado para la boda comenzó a tocar y la pista de baile se llenó de gente.
Simón la tomó de la mano para sacarla de allí y Madison se puso más rígida aún que antes porque el Simón frío que desapareció mientras bailaban estaba presente de nuevo.
Él la llevó hasta un rincón para continuar su discusión, las palabras de disculpas que estaban a punto de asomar a la boca de Madison fueron interrumpidas cuando él dijo.
“Entonces entenderás que regresaré con mi amante, soy un hombre muy pasional que necesita el se%o para vivir”.
“Mientras seas discreto no tengo ningún inconveniente porque no dejaré que me humilles en público con otra mujer”, respondió ella levantando el rostro para mirarlo a los ojos.
“No eres nadie para ponerme condiciones, Madison, yo te pago y tú te callas, haces lo que te ordene y me dejas en paz”.
“Olvídalo, Simón, soy un ser humano, no un robot para obedecer tus órdenes, además de eso soy tu esposa y merezco al menos, un mínimo de respeto”.
“Eres una esposa de mentira, una esposa comprada, que no se te olvide, ¿Está claro?”.
Simón le dio la espalda y se marchó dejándola sola en ese rincón. Madison puso una sonrisa en su cara porque había algunas personas mirando y fue en busca de su madre.
“Parece que hay problemas en el paraíso”, dijo Marcela a Lucía.
“Simón no es una persona fácil, sabes que con el pasado de sus padres no cree en el amor, pero ya se casó con Madison, con el tiempo y la convivencia se enamorará, hay la suficiente química para eso ¿O acaso no viste como se miraban?”.
“Sí, lo vi, pero eso no es suficiente si se casaron por conveniencia”.
“Lo será, míranos a nosotras, nos casamos casi sin conocer a nuestros esposos en matrimonios arreglados por nuestros padres y terminamos queriendo a nuestros maridos”.
“Nosotras fuimos afortunadas, Lucía, la mayoría de las mujeres de nuestra época no lo fueron. En estos tiempos modernos donde hay tanta libertad no es bueno casarse por conveniencia”.
[1] La palabra touché se emplea a menudo en la cultura popular y en la conversación en general, sobre todo en la discusión. Si una persona presenta un argumento y el otro entrega una respuesta inteligente o apropiada, la primera persona puede responder touché como un modo de reconocer una buena respuesta.
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