Gemela equivocada, amor correcto -
Capítulo 6
Capítulo 6:
Desde el aire, el pueblo impresionó a Madison, era pequeño y su arquitectura muy tradicional. Cuando el aparato descendió a un lado de la casa de la abuela, Simón se bajó con rapidez para ir a abrazarla.
Madison y su madre se bajaron cuando las aspas del helicóptero de detuvieron para no dañar sus peinados.
Simón se acercó a ellas y las llevó con su abuela que las esperaba en la puerta de su casa.
Doña Lucía se veía fuerte como un roble, no como una persona al borde de la muerte.
‘Una mentira más de Marga’, pensó Madison.
“Abuela, ella es Madison mi futura esposa y su madre Meredith”, dijo Simón en español para después cambiar al inglés.
“Madison, Meredith, mi abuela Lucía Rodríguez”.
“Es un placer conocerla, Señora Rodríguez”, respondió Madison en español.
Simón la miro como si le hubiesen salido dos cabezas, en su expediente decía que ella no hablaba español.
“El gusto es mío, hijita, y que bueno que hables español”, contestó doña Lucía abrazándola.
“Soy maestra de primaria en Austin, muchos de mis alumnos son mexicanos y he aprendido un poco”.
En ese momento, Meredith se acercó a saludar a Lucía en un español muy deficiente.
“Como verá mi madre entiende un poco y lo habla menos”, señaló Madison con una sonrisa cómplice.
Lucía examinó a Madison y le gustó lo que vio, era una chica bonita y agradable. Aunque era delgada y alta, tenía una contextura sana y no esquelética que parecía ser el tipo de mujer con la que se relacionaba su nieto.
También tenía unos bonitos ojos azules que se veían sinceros y un cabello castaño con reflejos dorados. Su ropa no era extravagante ni ajustada y lo mejor de todo hablaba español.
Sí, le gustaba esa chica, su nieto había escogido bien.
“Tu mamá y tú se alojarán en la casa de al lado, es mi casa o mejor dicho la casa que le construí a mi abuela y que nunca habitó, yo me quedaré en esta para prepararme pata la boda. Nos vemos en un par de horas”, informó Simón.
“Tu madre se puede quedar conmigo esta noche”, ofreció Lucía.
“Es preferible que los novios pasen solos su noche de bodas”.
¡Oh, por Dios! Su noche de bodas, era ese día ¿Esperaba Simón que durmiera con él? Marga le había dicho tantas mentiras que no sabía si lo de la inseminación artificial era cierto o no.
Las pocas horas que faltaban para la boda pasaron en un abrir y cerrar de ojos, Madison no podía dejar de pensar que iba camino al matadero, y encima de eso su madre no paraba de hablar.
Optó por encerrarse en el baño para tener un poco de paz porque lo único que quería era llorar y si lo hacía se le dañaría el maquillaje.
“Maddy, cariño, ¿Estás bien?”.
Su madre tocó la puerta.
“Sí, mamá no te preocupes”, respondió la joven saliendo del baño.
“Solo necesitaba un momento de soledad”.
“Ya es la hora de salir. ¿Estás segura de que en realidad quieres esta boda? ¿No hay un motivo oculto? Porque me estuve preguntando de donde salió el dinero para el pago de la hipoteca y para las remodelaciones, y ahora me pregunto si salió de Simón y si le pagas casándote con él”.
“No, mamá, es cierto que Simón me ayudó con parte del dinero, pero hice un préstamo en el banco. Lo pagaré con mi trabajo”.
“¿Y seguirás trabajando para pagar el préstamo? Porque después de conocer a su abuela no creo que Simón quiera que sigas trabajando, más si viene un bebé en camino”.
“Seguiré trabajando, pedí un cambio para Houston y ya te dije que no estoy embarazada”.
“Aún no me has dicho que deseas esta boda”.
Le recordó Meredith con suavidad.
“Sí la deseo, mamá, más que a nada en este mundo”.
Mintió la joven.
Meredith la miró dudando de su respuesta, pero Maddy no acostumbraba a mentir, así que optó por creerle.
“Entonces tienes mi bendición”.
Madison salió de la casa de Simón del brazo de su madre, iban primero a la casa de la abuela para la ceremonia civil. Allí en la sala, estaban, Simón, el juez que los casaría, su asistente, Lucía, Marcela, que era la asistente de Lucía, el fotógrafo del pueblo y dos amigas de Lucía que serían las testigos de la boda.
Al entrar al lugar, Simón la observó detenidamente desde el peinado, pasando por su vestido hasta la punta de sus zapatos, se veía muy hermosa.
Madison solo pudo mirar su expresión de admiración para que un inesperado sonrojo se apoderara de sus mejillas.
“Estas muy hermosa”, dijo él para que lo oyera su abuela.
“Gracias, tú también estás muy guapo”.
Y era cierto, había visto a Simón de traje, pero ese día usaba uno de color claro que resaltaba el color dorado de su piel y el verde de sus ojos.
La ceremonia civil no duró más de quince minutos, a pesar de que le temblaba un poco la voz por los nervios, dio las respuestas correctas y firmo el libro de actas.
El beso la dejó aturdida.
Cuando sus labios se unieron sintió una corriente eléctrica recorrer su zona intima, estremeciéndola con una sensación desconocida para ella.
Los aplausos la hicieron volver a la realidad sacándola de su estado de aturdimiento, Madison sonrió para los presentes.
Estaba hecho, estaba unida legalmente a Simón.
“Bienvenida a la familia, Madison, no sabes lo feliz que estoy, he esperado tanto este día, ahora solo espero que me den un bisnieto”.
“Gracias, Señora Rodríguez…”.
“Debes decirme abuela, desde hoy eres mi nieta, solo te pido que ames mucho a mi Simón”.
“Sí, abuela”, respondió ella obediente.
“Es hora de irnos a la iglesia, abuela”, anunció Simón.
“Si, hijito, debemos llegar antes que la novia, no al mismo tiempo”.
“No tardes mucho”, dijo pasando sus dedos con suavidad por la mejilla de Madison.
“Felicidades, hija, tenía dudas con respecto a esta boda, pero al ver como se miran Simón y tú, espero que sean muy felices”.
Madison entró a la iglesia del brazo de su madre, sentía que sus piernas eran de gelatinas, aunque hizo un esfuerzo para que Meredith no se diera cuenta de eso.
Al parecer todo el pueblo estaba presente para ver casar a Simón y eso la puso más nerviosa.
Al llegar al lado de Simón, él le regaló una bonita sonrisa que la desconcertó en un inicio, sin embargo, al escuchar el suspiro colectivo de todas las mujeres de la iglesia entendió que todo era parte de la farsa que era esa boda.
‘Una cosa es engañar a todo el mundo con un falso matrimonio y otra muy distinta era mentir en la iglesia ante Dios’, pensó Maddy mirando el Cristo que adornaba el altar.
No era católica, pero sí creía en Dios e iba al servicio de su congregación casi todos los domingos.
A medida que la ceremonia iba desarrollándose Simón le indicaba que hacer o decir, cuando les pusieron el lazo sobre los hombros cerró los ojos, rogando que la ceremonia terminara rápido porque sentía que con cada segundo que pasaba se hundía más.
Sus deseos no fueron cumplidos, la celebración fue larga y cargada de rituales con un gran significado.
Madison repitió los votos que el sacerdote le dijo, lo hizo en español lo que levanto un murmullo de aprobación de los presentes.
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