Gemela equivocada, amor correcto -
Capítulo 60
Capítulo 60:
Simón levantó la mano y saludó a la multitud, aunque no pudo oír los gritos de buenos deseos por el sonido del helicóptero, supo ver sus expresiones de júbilo por lo que les sonrió con cariño.
“Nos vemos más tarde en el bautizo”, les gritó cuando el helicóptero despegó.
Caminaron hacia la casa, en otro helicóptero venía el resto de la familia, porque Simón decidió, por motivos de seguridad, que con ellos viajarían sus hermanos y los guardaespaldas.
Marcela, la antigua asistente de Lucía los estaba esperando, junto a tres mujeres del pueblo que Simón contrató, había sido la encargada de organizar la fiesta del bautizo y el arreglo de la casa.
“Simón, Madison, bienvenidos”, dijo Marcela cuando entraron por la puerta trasera, ya que esta daba al helipuerto.
Madison abrazó a Marcela con cariño.
“Gracias, Marcela”.
“Esta niña está inmensa”, dijo la mujer con alegría mientras Miranda empujaba a su madre para que la bajara para explorar.
“Está creciendo muy rápido y solo quiere gatear a sus anchas”, respondió Madison con una sonrisa.
“Déjala, yo la miraré, aquí María los llevará a sus habitaciones, y los esperamos para desayunar”.
El segundo helicóptero con el resto de la familia y la niñera llegó en ese momento y Simón salió a recibirlos.
Después del desayuno se repartieron las habitaciones y comenzaron los preparativos de la fiesta.
“¿Habrá alguna feria o algo así?”, preguntó Marga viendo la calle llenarse de puestos de comida, mesas y sillas.
Inclusive había un pequeño escenario para las agrupaciones musicales y una pantalla en el otro lado de la calle para que los que estaban detrás pudieran ver a los grupos.
“No, es la fiesta del bautizo, habrá celebración al menos hasta media noche, todo el mundo comerá y beberá como si fuese una feria”, le explicó Maddy.
“Es muy raro eso”, respondió su gemela.
“Creo que por eso quisieron celebrar el bautizo aquí para poder compartir con el pueblo su alegría, pasaron muchas cosas malas con Los Zetas”.
El bautizo se celebró por la tarde tras un pequeño ensayo y una charla. Marga como la madrina cargó a Miranda y Peter al ser el padrino estuvo a su lado toda la ceremonia, que fue larga, bonita y llena de significado.
Miranda sonrió cuando el agua mojó su cabecita y trató de jalar el crucifijo del sacerdote para diversión de los presentes.
Al llegar a la casa comenzó la fiesta, los mariachis tocaron desde la entrada a la calle antes de subir al escenario. La comida y la bebida comenzó a circular. El pueblo entero pasó a saludar a los Barton y a conocer a Miranda.
A las ocho de la noche, Madison entró con la bebé a la casa, la bañó le dio de comer y la durmió. La niñera se quedó con la niña. A petición de su madre un guardaespaldas cuidaba la puerta, por ningún motivo descuidaría la seguridad de su hija.
A las diez de la noche Madison lo único que quería era irse a dormir. Sin embargo, aguantó hasta medianoche.
“No puedo más, Simón estoy cansada y acalorada”.
“Ven te acompaño a la habitación, sin embargo, yo regresaré y me quedaré un rato más para hacer que la abuela vaya despidiendo a los invitados”.
“Mamá se acostó hace un rato y a Marga no la veo entre tanta gente”.
“Escríbele”.
[Marga. ¿Dónde estás? Me voy a dormir y no te veo por ninguna parte], preguntó Maddy a su gemela.
[En mi habitación, nos vemos mañana].
“Ya se retiró, déjame mirar primero a Miranda, por favor”.
Cuando iban camino al interior de la casa Simón fue interceptado por el alcalde.
“Simón, ¿Hay algún lugar de la casa en el que podamos hablar a solas?”.
“Sí, señor alcalde, hay una biblioteca. Madison, ve a acostarte, te alcanzo en un rato”.
“Está bien, mi amor, no tardes, por favor”.
Madison entró en la habitación que compartía con su esposo y el instinto, más muchas ganas de saber que era lo que ocurría, le hizo buscar la aplicación de cámaras de seguridad de la casa.
Lo que vio la dejó helada, corrió hasta la habitación de Peter y abrió la puerta para encontrarse a su gemela, como Dios la trajo al mundo, en brazos de su cuñado.
“¡Oh, por Dios! Tápense, por favor, Peter, mira esto”, dijo extendiéndole el teléfono.
Cuando Simón y el alcalde entraron a la sala de lectura el hombre sacó un arma y apuntó a Simón
“Imagino que usted es la cabeza de Los Zetas y el que inventó el cuento del sobreviviente”, dijo Simón con la sorpresa y la decepción pintada en el rostro.
Conocía al alcalde desde que era un niño y nunca imaginó que pudiera estar implicado con una banda criminal.
“No soy la cabeza, pero pertenezco a la organización y ellos quieren dinero, así que tomarás tu teléfono y harás una transferencia de diez millones de dólares a una cuenta que te daré”.
“¿Solo diez millones?”, preguntó con ironía.
“Hay que reponer a los hombres que mataste”.
“No sé porque usted piensa que los maté, yo no tuve nada que ver en eso”, replicó Simón a sabiendas de que el sistema de cámaras de seguridad lo estaba grabando.
“Puedes seguir diciéndolo, pero yo sé la verdad”.
“Imagino que después me matará como lección por no haber pagado”, dijo con calma, sabía que uno de sus hombres estaba en la habitación de monitores mirando las cámaras.
“¿Y matar a la gallina de los huevos de oro? Por supuesto que no. Además, si te mato, ¿Cómo saldré de aquí?”.
“Entonces baje la m%ldita pistola si solo quiere negociar”.
“Esta me garantizará que pagues, aun puedo dispararte y decir que me amenazaste”, replicó abriendo su chaqueta para mostrar otra arma.
‘¡Por Dios! ¿Es en serio? Este hombre ha visto muchas malas películas’, pensó Simón con ironía.
“Entonces apunte a otro sitio y deme los datos de la cuenta para transferir el dinero”.
El alcalde le pasó un papel con los datos y Simón hizo la transferencia.
“Listo, ya tiene su maldito dinero”.
El alcalde guardó el arma en sus pantalones y sacó su teléfono para revisar su cuenta, al ver el dinero reflejado sonrió.
“Ha sido un placer hacer negocios contigo, Simón, mientras contribuyas con la causa tu familia estará segura, podrán venir todas las veces que quieran y nadie se meterá con ustedes”.
“Vaya, gracias”, respondió con ironía.
El alcalde abrió la puerta y se encontró con los hermanos de Simón y el jefe de seguridad de este de brazos cruzados tapándole el paso.
“Con permiso, señores”.
Los hombres se hicieron a un lado para dejarlo pasar, una sonrisa apareció en la cara de Peter.
“No puedo creer que dijeras eso”, dijo Patrick riendo también.
El jefe de seguridad sonrió.
Cuando salió de la casa se encontró un silencio absoluto, todas las personas del pueblo lo miraban con desprecio.
Indeciso salió preguntándose qué diablos les sucedía, hasta que se dio cuenta de que en la gran pantalla de la casa de estaba reproduciendo el video de él extorsionando a Simón.
Era de madrugada cuando al fin Madison y Simón pudieron poner la cabeza en la almohada. Después de la proyección del video en la pantalla la policía se había llevado preso al alcalde. El jefe de la policía pidió hablar con Simón para esclarecer los hechos.
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