Gemela equivocada, amor correcto -
Capítulo 59
Capítulo 59:
“Soy algo más que un vaquero, soy más bien…”.
“Ella irá a tomar una copa conmigo, hermano”.
Peter interrumpió a su hermano con voz helada.
“¿Sí?”, preguntó Marga burlona.
“¿Cuándo me lo pediste?”.
“¿Quieres ir a tomar una copa conmigo, belleza?”, preguntó Peter seductor.
Marga no pudo contener la mirada de deseo que le dirigió al vaquero.
“Es posible, vaquero”.
La puerta del ascenso se abrió y ella salió primero, caminó hasta la puerta de la suite con su andar cadencioso, Peter no podía despegar los ojos de su trasero. Al parecer Patrick tampoco.
“Deja de mirarle culo, Patrick si no quieres que te saque los ojos, ella es mía”.
“Cómo tu digas, hermano”.
La cena fue tranquila, se dedicaron a hablar, Miranda se la pasó de brazo en brazo, gateó por el salón hasta que llegó su hora de dormir.
“Lo lamento debo despedirme, voy a bañar a esta niña y acostarla a dormir”, explicó Madison.
“Yo también me retiro”, dijo Lucía.
“Ha sido un día cansado”.
“Sí, si lo ha sido, yo también me voy a la cama”, afirmó Meredith.
Cuando las mujeres se marcharon Margaret se puso de pie.
“Hombres, los dejo para que hablen de lo que hablan los hombres cuando las mujeres no estamos presentes”, anunció Marga.
“Te acompaño, no es seguro para ti marcharte sola”.
Ofreció Peter.
Patrick sonrió.
Simón levantó una ceja.
“No me pasará nada de aquí a la puerta de mi habitación”, insistió Margaret.
“De igual manera lo haré, Margaret, así que no discutas”.
“Mandón. Hasta mañana, Simón, Patrick”.
Marga se despidió con un movimiento de la cabeza.
Salió de la suite seguida de Peter, en el ascensor él marcó el primero piso donde estaba el bar, ella marcó el piso donde estaba su habitación.
“¿No vas a acompañarme a tomar una copa?”, preguntó él con seriedad, aunque por dentro se sentía desilusionado.
“Sí, tomaré una copa contigo”.
“¿Necesitas buscar algo en tu habitación?”, preguntó él pensando que a lo mejor era una de esas mujeres feministas que no permitía que un hombre le pagara un trago.
“No, la copa es una excusa para irnos a la cama, así que pensé que podríamos pedir la botella y tomárnosla en la cama”.
Peter casi se traga la lengua.
La puerta del ascensor se abrió y ella descendió con su andar característico.
Peter se apresuró a seguirla.
Al llegar a la puerta de la habitación, paso la tarjeta por la ranura y la puerta se abrió. Marga entró, Peter entró detrás de ella, la er$cción presionando sus pantalones.
Cuando la puerta se cerró detrás de ellos, Marga se lanzó a sus brazos de Peter, él la sujeto por las nalgas para que ella envolviera sus caderas con las piernas.
“¿Sin compromisos?”, preguntó ella.
“Sin compromisos”, respondió él antes de cubrir la boca de Margaret con la suya.
A ciegas buscó la cama de la habitación, al toparse con ella la deslizó por su cuerpo hasta ponerla en pie. Un g$mido brotó de la garganta masculina cuando todas esas curvas femeninas se frotaron contra su er$cción.
“¿Ahora entiendes porque prefiero los pantalones de vestir a los rudos vaqueros?”, preguntó Marga deslizando sus dedos por el bulto que se marcaba en sus pantalones.
“Te prometo que cada vez que te vea me pondré pantalones de vestir, si tú me prometes que me tocaras de esa manera”.
“Sin compromisos, Peter”, repitió ella como un mantra.
Él le gruñó en el cuello, pero su boca hizo maravillas allí.
Se separaron solo un momento para arrancarse la ropa con desesperación, solo para volver a abrazarse. Peter se dejó caer en el mullido colchón con ella encima.
Marga sentía derretirse con cada paso de esa boca pecaminosa por su cuerpo de su cuello pasó a sus pechos donde se dio un festín con ellos, mientras los g$midos femeninos llenaban la habitación y sus oídos.
Las manos masculinas recorrían el cuerpo de la joven. Marga quería tumbarse y disfrutar de las caricias, alcanzar el clímax con rapidez, pero era consciente de que el se%o sería mucho mejor si lograba volverlo loco antes de abandonarse a sus deseos.
Marga lo empujó para separarse de su cuerpo, la mirada sorprendida de Peter le dijo que no se lo esperaba, ella se abalanzó hacia su er$cción para meterla en su boca.
Las piernas de Peter temblaron y su excitación aumentó al ver el espectáculo de su miembro entrando en esa boca atrevida y contestona.
“¡Maldición, Margaret! Me vas a hacer acabar en un segundo si sigues haciendo eso”, replicó Peter mirándola a los ojos.
Él vio con ella intentaba sonreír y empujó con suavidad en castigo, un ligero mordisco que casi lo hace correr, fue una advertencia.
Peter la jaló para ponerla encima de sí. De repente se giró con rapidez para tenerla debajo de su cuerpo.
“Quiero hundirme dentro de ti y acabar con rapidez, pero me contendré hasta que llegues”.
“Hazlo, pórtate todo lo bruto que desees esta primera vez, más la segunda será lenta y seductora”.
Peter se hundió en ella de una sola estocada. Marga sintió el ramalazo de excitación atravesar su vientre.
“¡Oh, Dios! Sigue así”.
Peter la complació, los siguientes minutos se dedicó a empujar dentro de su cuerpo con rapidez y dureza. Marga estaba tan excitada que se acercó al borde de un orgasmo demoledor en segundos.
Cuando Peter la escuchó gritar y sintió las contracciones de su útero, su pecho se llenó de regocijo cuando se dio cuenta de que había logrado complacerla.
Unos segundos después se dejó ir con un largo g$mido, durante unos segundos quedó sin fuerzas para moverse.
La noticia de que Simón había sido detenido y lo estaban culpando por la muerte de Los Zetas, llegó al pueblo en la noche.
A la mañana siguiente, muy temprano, los habitantes se congregaron en la plaza en protesta por lo que consideraban una injusticia. Pedían a gritos la liberación de Simón, sin saber que este había sido liberado.
“Simón fue puesto en libertad, no hay cargos en su contra”, aseguró el alcalde del pueblo a través de un megáfono.
El sonido del helicóptero enmudeció a la enardecida multitud, cuando el aparato sobrevoló la plaza y pudieron ver que se trataba del helicóptero de Simón, hubo gritos de alegría. La mayoría corrió hasta los alrededores del helipuerto para verlo llegar.
Cuando Simón se bajó de la aeronave se sorprendió al ver a la gente congregada en los alrededores. Tomó a Miranda en sus brazos para que Madison pudiera bajar.
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