Gemela equivocada, amor correcto -
Capítulo 56
Capítulo 56:
Al entrar en su habitación encendió el monitor que estaba en su mesa de noche.
Simón salió del baño luciendo solo una toalla amarrada a sus caderas, los ojos de Madison lo recorrieron, era un hombre atractivo que siempre le había gustado.
Hacía poco más de un mes que habían reanudado sus relaciones se%uales, sin embargo, la mayoría de las veces lo habían hecho apurados entre una toma y otra de Miranda, o tenían demasiado sueño para hacerlo.
“Creo que hoy me he ganado un premio”, murmuró Madison extendiendo sus brazos hacia su esposo.
Él se acercó a la cama con los ojos excitados al ver la invitación de su esposa, sin poder contenerse su masculinidad despertó.
Madison extendió sus manos y le quitó la toalla dejándolo completamente desnudo, al ver su er$cción, se acercó a su miembro y lo tomó en su boca en profundidad haciéndolo g$mir mitad sorpresa, mitad placer.
Quería volverlo loco, darle placer y demostrarle lo importante que era para ella, con extrema lentitud lo deslizó por su boca hasta la punta para después tomarlo de nuevo en profundidad, ese lento mete y saca lo estaba llevando al borde del orgasmo con rapidez.
Simón se obligó a salir de la boca caliente de su esposa, con rapidez le quitó el pijama para dejarla tan desnuda como él. Su boca se deslizó por su cuello y al llegar a sus pechos le dio en la parte superior de cada montículo un beso.
“Estos pertenecen temporalmente a mi hija, espero con ansias recuperarlos, pero mientras eso ocurre tendré que ocuparme con esto”.
Simón bajó por su cuerpo hasta acomodarse entre sus piernas, con sus hombros las separó más ampliamente y se dispuso a darse un festín con su centro de placer.
Usó su lengua para volverla loca.
Cuando Madison no pudo contener las oleadas de placer que se desprendían de su cuerpo, Simón paró y la penetró de una embestida que la hizo gritar aún más mientras que el orgasmo que ella estuvo conteniendo la arrolló con una fuerza demoledora.
Él se movió con fuerzo mientras sentía su útero latir por la fuerza de su pasión, un par de minutos después él la alcanzó.
Cuando salió de su interior la arrastró a sus brazos para besarla con pasión.
“Te amo, Maddy, nunca dudes que eres lo más importante en mi vida, sin ti no podría vivir”.
6 meses después.
A pesar de la insistencia de Simón de que todo estaría bien, Madison aún se sentía un poco nerviosa por ir a México para el bautizo de Miranda.
Durante los meses anteriores, Simón fue en un par de ocasiones para supervisar la construcción de la nueva casa y todo estaba tranquilo en el pueblo, Los Zetas habían desaparecido sin dejar rastro y nadie sabía que había ocurrido con ellos.
Algunas personas especulaban que se había unido a otros cárteles de la zona y otros que había sido exterminados.
La casa que su Simón había mandado a construir en el pueblo estuvo lista un par de meses atrás. Era bonita, grande, y sencilla. Aunque no era ostentosa como su casa de Houston, sí era cómoda. Tenía suficientes habitaciones como para alojar a toda su familia.
Madison solo la había visto por fotos y le había encantado.
Habían salido de Houston esa mañana temprano para viajar a México en uno de los aviones privado de la compañía Barton Simón, Max y el jefe de seguridad hablaban en voz baja en los primeros puestos del avión. Su esposo tenía en brazos a una inquieta Miranda que a sus nueve meses solo quería gatear.
En la siguiente fila Madison y Margaret se estaban poniendo al día con sus vidas, Margaret había llegado la noche anterior a la casa de los Barton en Houston para asistir en calidad de madrina al bautizo de su sobrina.
Su madre y Lucía conversaban sentadas en los puestos que estaban inmediatamente detrás del de las gemelas.
En los últimos puestos iba la niñera de Miranda y el equipo de seguridad de Simón. A pesar de las objeciones de Madison, al final decidieron contratar a una niñera profesional para que los ayudara con la bebé.
Madison esperó con paciencia que Margaret respondiera unos mensajes de su agente, su hermana estaba triunfando en el mundo de la moda, le llovían los trabajos y se había hecho más famosa aún a raíz del caso de Viviana, donde sus declaraciones sirvieron para abrir una investigación por asesinato y suplantación de identidad.
Al obtener al policía una pista de lo ocurrió con la verdadera Viviana se abrió una investigación. Con la evidencia encontrada, se le ofreció un trato a Sandra, que era el verdadero nombre de la modelo; sería condenada a prisión perpetua y no a pena de muerte.
Ella se declaró culpable, por lo que las gemelas no tuvieron que ir a declarar en el juicio.
La enfermera y prima de la modelo fue condenada a solo tres años en prisión porque no se pudo probar que supiera que la intención de Viviana era matar a las gemelas, pero sus actos de por sí constituían un delito, por lo que también perdió su licencia para ejercer como enfermera.
“Me voy a París en dos semanas para una campaña de Dior, estaré un par de meses por Europa”, contó Marga a Madison con una sonrisa.
“Eso es fabuloso, Marga, te voy a extrañar mucho, imagino que estando en Europa nos veremos menos porque son muchas horas de vuelo”.
“Yo también las extrañaré, ya las extraño, desde que me fui a vivir en Nueva York mi vida es muy agitada, demasiados compromisos me alejan de casa”.
“¿Piensas quedarte a vivir en Europa?”.
“No, volveré para Navidad y me quedaré hasta Año Nuevo antes de irme a Nueva York”.
“Simón y yo hemos hablado de pasar la Navidad en casa de mamá, él quiere que mamá cierre la posada, dice que él asumirá los gastos de mantenimiento de la casa y de mi madre, pero ella no quiere depender de él”.
“Dile a Simón que le compre la casa a mamá, así ella tendrá dinero para retirarse y él puede disponer de cómo se maneja la propiedad”.
“¿No te molestaría eso? La Casa Fulton, también es tu herencia”.
“¡Por Dios, no! Yo no quiero la casa, es una propiedad muy grande que requiere mucho gasto en mantenimiento; me gustaría siempre poder tener una habitación a la que llegar, pero no quiero la responsabilidad de mantenerla”.
“Sabes que donde yo esté siempre habrá lugar para ti”.
“Lo sé, eres la mejor hermana que pude tener. Dile a Simón que la compre y la ponga a tu nombre, no espero heredar nada”.
“Entonces hablaré con Simón, es una buena idea”.
“¿Sabes, Madison? Me alegra mucho que hayas sido tú la que se casara con Simón porque están hechos el uno para el otro. Si hubiese sido yo la que se casara con él de seguro ya estaríamos divorciados”.
“Sí, yo también me alegro, amo mi vida”.
“Y yo la mía, y no la cambiaría por nada del mundo”.
“¿Cómo están las cosas con Max?”, preguntó Madison.
“Creo que bien, hemos vuelto a ser buenos amigos, aunque no hemos hablado del tema, pienso que ese tonto enamoramiento que tenía ya se le pasó”.
“Yo no estaría tan segura, fíjate que a pesar de estar en un entorno seguro y hablando relajado con Simón no te ha quitado los ojos de encima”.
“Creo que es difícil cambiar los viejos hábitos. Max siempre busca amenazas hasta donde no las hay”.
“¿Le pedirás a Max que vaya contigo a Europa?”.
“No, hay un equipo de seguridad de la compañía y dudo que Los Zetas lleguen a Europa. Quiero que Max sea asignado a otra persona, que se entretenga en otra cosa y se olvide de mí”.
“Imagino que podría ocurrir, Max es hijo del dueño de la compañía de seguridad, estuvo un tiempo descarriado hasta que el Viejo Morrison le dio un ultimátum o se ponía a trabajar en la compañía o lo desheredaba. Creo que ya pasó la prueba”.
.
.
.
Si encuentras algún error (contenido no estándar, redirecciones de anuncios, enlaces rotos, etc.), por favor avísanos para que podamos solucionarlo lo antes posible.
Reportar