Gemela equivocada, amor correcto -
Capítulo 53
Capítulo 53:
“Creo que lo lograste por ti misma. Eres una mujer hermosa y decidida a lograr sus metas”.
“Le estaba diciendo a Marga que tienes un apartamento en Nueva York…”, dijo Madison.
“Sí, a eso iba, está en la Quinta Avenida úsalo mientras estés en la ciudad y llévate a Max, estaremos más tranquilos si estás protegida”.
Marga pensó en el guardaespaldas, a pesar de que continuaba cuidándola, a raíz de la noche que pasó con Peter, Max había puesto distancia y se comportaba de manera fría y profesional con ella. Extrañaba a su amigo, esperaba que ese viaje a Nueva York lograra romper el hielo entre ellos.
“Muchas gracias, Simón, espero que a Max no le moleste tener que acompañarme”.
“Estoy seguro de que no le molestará, es parte del trabajo, los guardaespaldas saben que deben ir a donde vaya la persona a la que cuidan”.
“¿Cuándo te marcharás?”, preguntó su gemela.
“En dos semanas, aunque mi agente piensa que podré encontrar trabajo en la ciudad. Nueva York es la capital de la moda, además la casa Dior preguntó por mí así que es probable que me estén evaluando durante la semana de la moda para hacerme una oferta, si es así, no sé cuándo volveré”, respondió Marga con estrellas en los ojos.
“Tendrás que regresar para el bautizo de Miranda”, señaló Madison.
“¿No está muy pequeña aún para bautizarla?”, preguntó Marga.
“La abuela quería bautizarla de inmediato, pero yo prefiero esperar que esté un poco más grande, al menos de seis meses”, respondió Madison.
“En mi pueblo se bautizan a los niños de pocos meses”, señaló Simón.
“En seis meses estoy segura de que estaré de vuelta, además sé que vendré de visita tan a menudo como pueda, no podré estar mucho tiempo lejos de mi sobrina”, dijo Marga.
“¿Y de tu hermana sí?”, preguntó Madison fingiendo estar celosa.
“Porque yo estoy segura de que te extrañaré mucho, hermana, estaba acostumbrado a verte llegar en cualquier momento”.
“A ti también te extrañaré, Madison, pero tengo veinticuatro años viéndote y a Miranda menos de un mes”.
“Yo las dejo para que sigan conversando”, señaló Simón.
“Necesito ir a dormir”.
Simón se marchó a su habitación a dejarse caer rendido sobre la cama.
“Pobre Simón, después de las malas noches que nos da Miranda va a trabajar porque su CEO está enfermo”, explicó Madison a su gemela después de que él se marchó.
Los días pasaron, Simón estaba cansado todo el tiempo y eso lo estaba volviendo irritable y gruñón.
“Señor Barton, ¿Ha considerado contratar una niñera?”, preguntó su asistente un día en el que lo encontró cabeceando en el escritorio.
“No, Madison quiere cuidar de nuestra hija personalmente y no puedo dejarle toda la carga”.
“Puede buscarse una enfermera, la niña está muy pequeña y si surge alguna complicación es muy bueno tener ayuda médica al alcance de la mano”.
“Es cierto, no había pensado en eso, hablaré con mi esposa, necesitamos ayuda y una enfermera me parece una elección adecuada. Por el momento nos ayuda mi abuela, que, aunque es un roble de fuerte también debe dormir sus horas”.
La asistente sonrió, era bueno tener influencia en un hombre tan poderoso como Simón Barton.
“No quiero tener una niñera, Simón, al menos no todavía, Miranda está muy pequeña y quiero disfrutar el tiempo con ella”, señaló Madison a su esposo después de que el sacara el tema de la niñera por segundo día consecutivo.
“Miranda va a cumplir tres meses. ¿Qué harás cuando tengamos ir a declarar en el juicio de Viviana? Por ponerte un ejemplo”.
“La dejaré con la abuela, aquí hay una doncella que nos ayuda cuando necesitamos, con eso es suficiente, además, no hago nada más que estar pendiente de mi hija, ¿Para qué quiero una niñera?”.
“Quiero contratar una enfermera para que la cuide de noche, no solo quiero, si no que necesito poder dormir mejor, parezco un zombi todo el día en la oficina. Ya no me llaman el imperturbable Simón, si no el somnoliento Simón”.
Madison tuvo que sonreír por la respuesta.
“Y creo que tú también lo necesitas”.
“¿Parezco un zombi?”, preguntó ella con el ceño fruncido.
“No, pero tu duermes un rato en la mañana, yo no puedo, debo ir a la oficina. Además, me sentiría tranquilo al saber que, si algo le ocurre a mi hija, contamos con una profesional de la medicina que nos ayude”.
“La enfermera no podrá darle el pecho de noche, solo yo puedo hacerlo”.
“Puedes sacar tu leche en el día y dormir en la noche”.
“Ummm…”.
“Algún día volveremos a salir de noche o a cenar tú y yo solos, me gusta que seas mamá, pero también quiero a mi esposa de vuelta”.
Madison lo miró preocupada, ¿Acaso estaba tan metida en su papel de madre que Simón se sentía abandonado?
“Está bien, podemos probar, pero no creas que no me levantaré a ver a mi hija todas las veces que quiera”, claudicó Madison al fin.
“Lo sé, mi amor, es probable que yo también me levante mil veces a mirarla, mira, al principio no estaba tan seguro de que fuera buena idea, de hecho, cuando Katherine lo sugirió me opuse totalmente, hasta que ella me hizo ver que todo el tiempo estaba agotado y del mal humor”.
“¿Quieres decir que la idea de que tengamos una niñera fue de tu asistente?”, preguntó Madison.
“Ella sugirió la posibilidad al verme casi dormido encima del escritorio”, explicó Simón con paciencia.
No sabía que le pasaba a su esposa.
Madison no dijo nada más, si no que se giró y se marchó de la habitación echando humo de la rabia. Su depresión posparto podría decirse que era su rabieta posparto, no estaba triste estaba de mal humor todo el tiempo. Pero por nada del mundo diría que era por falta de sueño.
‘Katherine esto, Katherine aquello, Katherine lo otro, estoy harta de oír hablar de esa mujer’, pensó Madison.
Dos días después llegaron dos enfermeras, una cuidaría a Miranda de día, la otra de noche, aunque Madison pensaban que eran innecesarias, Simón creía que eran imprescindibles.
Las enfermeras eran mujeres experimentadas en el cuidado de los niños que le enseñaron a Madison varias técnicas que ayudarían a crear hábitos de sueño y alimentación en la niña.
“Es lo mismo que vengo haciendo”, refunfuñó Lucía, que tampoco le gustaba el tema de las enfermeras.
Una noche Simón no llegó a cenar, llamó para decir que iba a una cena de negocios con un empresario chino con el que pensaba hacer una alianza.
“¿Vas solo?”, pregunto Madison.
“Con Katherine, ella habla chino mandarín”, explicó Simón.
“¡Ay hijita! Vaya viendo bien quien es la tal Katherine que una nunca sabe quién le quiere montar a uno su caballo”, aconsejó Lucía.
“¡Abuela!”, exclamó Madison sorprendida por las palabras de la abuela, a pesar de que era lo mismo que ella pensaba.
“Abuela, ¿Ya conoce la guardería de la empresa?”, preguntó Madison con cara de inocente.
“No, aunque me encantaría conocerla”, respondió la astuta mujer.
“¿Qué te parece que mañana hagamos una visita sorpresa?”.
“Me parece muy bien, hijita, vamos a conocerla y de paso puedes ir a marcar tu territorio no vaya a ser que le estén intentando tumbar del caballo”.
Simón llegó tarde esa noche, cuando entró en la habitación Madison fingió dormir, por lo que él se duchó y se metió a la cama sin hacer ruido, cuando ella vio que él dormía se levantó para ir a ver a su bebé.
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