Capítulo 52:

“Ve a arreglar las cosas con tu marido”.

Madison entró a su habitación, Simón seguía durmiendo, así que se metió en la cama y se abrazó a él, lo sintió respirar profundamente como si se hubiese despertado y estirarse un poco, sin embargo, no se separó de ella.

“Lo lamento mucho, Simón”.

“¿Qué lamentas?”, pregunto el girando su cabeza para mirarla.

“Haberte hablado de esa manera y hacerte sentir mal por lo que hiciste, siempre he creído que la violencia genera más violencia, y tengo miedo de esto se vuelva un ciclo interminable de violencia y venganza. ¿Qué pasa si hay personas inocentes involucradas en todo esto? Personas que perdieron la vida por un error”.

“Madison, comprendo tus preocupaciones, pero teníamos que tomar medidas drásticas para protegernos. Se hizo una labor de investigación y no se realizó un ataque hasta estar seguros de quienes eran los culpables”.

“Entiendo que querías mantenemos a salvo, pero ¿No te preocupa que esto pueda empeorar las cosas? ¿Y si Los Zetas deciden vengarse y atacan con más fuerza?”.

“Patrick me aseguro de que habían desmantelado la organización. Los Zetas eran extremadamente peligrosos, y después de lo que intentaron hacer, no podíamos quedarnos de brazos cruzados”.

“Solo quiero estar segura de que hemos hecho lo correcto”.

“Comprendo tus preocupaciones, mi amor. Pero también tenemos la responsabilidad de protegernos a nosotros mismos y a aquellos que amamos. Estoy convencido de que esta era la mejor opción para mantenernos seguros y poner fin a la amenaza que Los Zetas representaban para nosotros”.

“Solo espero que no nos arrepintamos de esta decisión, Simón. Quiero creer que estamos haciendo lo correcto, pero todavía tengo dudas en mi corazón”.

“Entiendo tus dudas, Madison. Pero debemos confiar en nosotros mismos y en nuestras acciones. Juntos, superaremos esto y encontraremos una manera de seguir adelante. Estoy aquí para protegerte, siempre”.

Madison asintió lentamente, todavía con un nudo en su estómago. Aunque las preocupaciones persistían en su mente, sabía que Simón estaba haciendo todo lo posible para mantenerlos a salvo. Solo el tiempo diría si sus decisiones los llevarían a un resultado positivo o a consecuencias inesperadas.

Unos días después Marga se marchó a su apartamento, su madre volvió a Corpus Christy a atender su posada por lo que los nuevos padres se quedaron solo con la ayuda de Lucía para cuidar de la bebé.

La abuela pasaba parte del día con la niña, para que Madison pudiera descansar porque en las noches, era el momento en el que Miranda decidía que era hora de estar despierta. Y de llorar.

Cuando después de una noche especialmente tormentosa, Simón anunció que debía ir a la oficina, Madison lo compadeció porque desde que hicieron las pases él se trasnochaba tanto como ella para ayudar con el cuidado de su hija.

“¿Qué ha ocurrido?”, preguntó ella acomodada en la cama y acurrucada en su almohada.

“Jane renunció y Williams está resfriado así que la oficina es un caos, tengo una nueva asistente que mi CEO contrató y debo ir a poner orden”.

“Te compadezco, yo como solo soy mamá y tengo una abuela maravillosa me voy a dormir”.

Simón llegó a su oficina y se encontró con que su nueva asistente era una atractiva mujer de unos treinta años tenía todo en orden y listo para que él lo revisara.

Sin embargo, él no le prestó atención a que era atractiva, solo esperaba que fuera eficiente y trabajadora.

“Buenos días, Señor Barton, soy Katherine”, dijo la joven con una inclinación de cabeza cuando Simón entró a su despacho.

La chica le hizo una señal a Susan la recepcionista y cerró la puerta detrás de ellos.

“Mucho gusto, Katherine, Simón Barton. ¿Me dejó Williams los informes de mercadeo?”, preguntó ansioso por volver a trabajar.

“Sí, Señor Barton, aquí están, quisiera comentarle que hay una tendencia a la baja en los mercados internacionales”.

En ese momento, Susan entró con el café que le gustaba a Simón.

“Señor Barton, le traje su café, parece que lo necesita”.

“No sabes cuanto, Susan, muchas gracias”.

“¿Está Miranda dando guerra por la noche?”, preguntó la recepcionista.

Simón le sonrió, la mujer tenía varios años trabajando para él, desde que inició la compañía y ninguno de los dos estaba seguro de que hacer. En ese momento era madre de dos niños que gracias a Madison estaban en la guardería de la empresa, por lo que Susan quería mucho a la esposa de Simón.

“Es nocturna, y como creo que ocurre con todos los padres primerizos, Madison y yo somos sus devotos esclavos”, dijo él con una sonrisa.

“Quisiera decirle que mejora con el tiempo, pero estaría mintiendo con descaro, dele mis saludos a la Señora Barton”, dijo la recepcionista a Simón antes de salir.

“Es usted bastante cercano con sus empleados, Señor Barton”.

“Casi todos los que están en este piso comenzaron conmigo cuando fundé la compañía, aprecio a mis empleados y creo que ellos me aprecian a mí”.

El día de trabajo fue largo, Simón no veía la hora de irse a casa, estaba cansado y todo lo que quería era dormir, gracias a la buena gestión de Katherine logró terminar un poco más temprano.

“Volveré mañana, Williams no está resfriado, tiene una neumonía y está en el hospital”.

“Lamento mucho escuchar eso, el Señor Montgomery ha sido un buen jefe”.

“¿Te hace llamarlo Señor Montgomery?”, preguntó Simón conociendo el carácter de su CEO.

“No, pero me parece lo más apropiado, Señor Barton. Creo que la excesiva confianza con los jefes ocasiona problemas laborales”, respondió la mujer con seriedad.

Su respuesta agradó a Simón, odiaba a las empleadas que se le insinuaban, tenía por regla general alejarse de ese tipo de mujer y en ese momento siendo un hombre casado mucho más.

“Vete a casa, Katherine, ha sido un día largo y has hecho un buen trabajo”.

“Gracias, Señor Barton, me quedaré un rato más revisando unas cifras”.

Simón salió de la oficina, estaba loco por poner la cabeza en la almohada.

Llegó a casa y subió directo a la habitación de Miranda, allí se encontró con Madison dándole el pecho a la bebé. Lucía estaba en la segunda mecedora hablando con su esposa.

“Mis tres mujeres favoritas en un solo lugar”, dijo él a modo saludo y procedió a repartir besos entre ellas.

“Te ves cansado, ¿Por qué no vas a dormir un rato? Te despierto más tarde”, le propuso Madison.

“Gracias, eso haré”.

Simón se desvistió con rapidez al llegar a su habitación y se tumbó en la cama, cinco minutos después estaba dormido, estaba tan cansado que se perdió la cena, despertó a las once de la noche, hambriento y con ganas de ducharse.

Cuando terminó con el baño y la comida, fue hasta la habitación de Miranda y se encontró con Madison dándole el pecho a la bebé. Pareciera que su hija siempre tenía hambre.

Le dio un beso a su esposa y se sentó en el sofá cama a mirarlas.

“Cuando termines, ve a dormir un rato, yo me quedaré, dormí unas horas y me siento descansado”.

“Tiene dos biberones con leche materna en el refrigerador”, explicó Madison señalando el pequeño aparato que habían instalado en la habitación de la niña.

Esa noche Simón volvió a trasnocharse y al día siguiente parecía un zombi. Su eficiente asistente hizo un buen trabajo, por lo que él pensó que había sido muy idea de Williams contratarla.

Simón llego una tarde a su casa y se encontró con que Marga estaba de visita, su gran sonrisa era símbolo de que algo bueno había pasado.

“¡Me voy a Nueva York a la semana de la moda!”, informó Marga dando saltitos de alegría.

“¡Felicidades! Sé cuánto deseabas esto”, dijo Simón con un abrazo fraternal.

“Debo darte las gracias, mi agente piensa que toda esa publicidad como tu cuñada hizo que se fijaran en mí”.

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