Capítulo 49:

“En el hotel que está en la otra esquina”, respondió Peter.

“Después del atentado que sufrieron Simón y Madison siempre hay uno de nosotros cerca”.

“¿Y dónde está tu otro hermano?”.

“Ocupado, atendiendo algunas cosas”.

Peter vio que el médico salió de la habitación de Madison, pensó que por nada del mundo su hermano dejaría sola a su mujer, a pesar de que por el pasillo estaban varios de sus guardaespaldas.

“¿Quieres irte conmigo al hotel?”.

“¿Qué? No, no me acostaré contigo solo porque viniste a rescatarnos”.

“¿Quién habló de acostarnos? Te estoy ofreciendo una cama para dormir porque estoy seguro de que Simón se quedará el resto de la noche con Madison. Ya el médico salió y él sigue adentro, no creo que quieras hacer un mal tercio”.

“No, no quiero interrumpirlos, le pasaré un mensaje a Maddy para que no se preocupe”.

[Me voy con Peter para dejarlos solos, regreso en la mañana, te quiero, Maddy].

[Espera, ¿Estás bien?], preguntó su hermana en otro mensaje.

[Sí, solo muy cansada].

[Está bien, descansa, te quiero, Marga, gracias por salvarme].

[Fuimos un equipo, descansa tú también].

Peter le puso su abrigo antes de que salieran a la calle, después le abrió la puerta de la camioneta para que subiera, hacía mucho frío y Marga se preguntó cómo podía andar solo con la camisa puesta.

Madison se abrazó a Simón, le agradecía a Marga que los hubiese dejado solos, necesitaba estar junto a su esposo para sentirse tranquila después de lo ocurrido. Había llorado a mares cuando el médico se fue.

Estuvo a punto de morir y dejar sola a su hija en este mundo, a merced de una loca.

Simón roncaba con suavidad en su oído, con cuidado se levantó y fue al baño, necesitaba con urgencia vaciar su vejiga. Cuando iba a regresar a la cama, el teléfono de Simón se iluminó, sus ojos se dirigieron a la pantalla del aparato y vio el nombre de Patrick.

Su hermano le había enviado un mensaje.

Seguramente Peter le había contado lo ocurrido, tomó el aparato para escribirle a su cuñado, sin embargo, el mensaje de Patrick la dejó helada.

[Misión cumplida. El último Z partió, tu pueblo es seguro de nuevo].

“¡Dios mío! Simón ¿Qué has hecho?”, murmuró Madison horrorizada.

Madison salió del hospital con Miranda en brazos, sintiendo la calidez del sol acariciar su rostro. Observó a su pequeña hija, admirando su delicada belleza mientras caminaban hacia el automóvil. Sin embargo, su alegría se vio eclipsada por la tormenta que se había desatado en su interior.

Cuando el coche arrancó para llevarlos a casa, las lágrimas comenzaron a empañar sus ojos mientras luchaba con la verdad que había descubierto.

¿En qué estaba pensando Simón cuando contrató a mercenarios para acabar con Los Zetas? No lo solo era el hecho de que hubiese tomado la decisión a espaldas de ella, era que lo que había hecho Simón iba en contra de todos sus ideales de respeto a la vida y justicia.

Sentía que eso creaba una brecha entre ambos. ¿Qué debía hacer? ¿Decirle lo que había descubierto? ¿Dejarlo pasar y fingir que todo marchaba bien?

“¿Estas bien, Madison? Estás muy callada”.

Simón estaba preocupado, después del ataque que sufrieron la noche anterior Madison llorado mucho, cuando ella se quedó dormida, él también se durmió.

Cuando despertó esa mañana se dio cuenta de que ella rehuía su mirada y las ojeras que tenía debajo de sus ojos eran de color púrpura como si no hubiese dormido nada.

“Estoy bien, solo que ayer fue un día difícil”.

Fue su respuesta.

Él la miró en silencio, sentía su pecho apretado en un nudo, no sabía que pasaba, pero algo estaba muy mal, sentía que ella se había aislado dentro de sí misma.

Al llegar a la casa, Simón descendió y la ayudó a bajarse del coche buscando sus ojos, sin embargo, ella no lo miró, se inclinó a acariciar los gatos que se acercaron corriendo al verlos.

Resignado el sacó a Miranda con todo y portabebés, los gatos se volvieron locos maullando y Madison sonrió.

La sonrisa contrastaba sus ojos tristes y cansados.

“Creo que quieren conocer a la nueva de la manada”.

Simón puso el portabebés en el piso y los gatos se acercaron a mirar a la bebé.

“Espero que no sea alérgica a los gatos”, dijo Simón.

La puerta de la casa se abrió y las abuelas asomaron su cabeza.

“Simón, no dejes que los gatos se acerquen a la bebé, está muy pequeña”, lo regañó Lucía.

Simón levantó el portabebés y subió las escalinatas hasta la puerta, Madison lo siguió resignada.

“Bienvenida a casa, Pequeña Miranda”, dijo Meredith.

Después volviéndose a su hija la abrazó.

“¿Estás bien? Margaret llegó más temprano y nos contó lo sucedido”.

“Sí, mamá, estoy bien, gracias a Marga y Peter”.

“¡Gracias a Dios! Esa mujer está loca, hijita”, aseguró Lucía.

“Tienes cara de no haber dormido en toda la noche. ¿Por qué no vas a descansar y nosotras nos ocupamos de Miranda? Cuando despierte te la llevamos para que le des el pecho”.

“Gracias, mamá, eso haré ¿Dónde está Marga?”.

“Se dio una ducha y se acostó, creo que también pasó mala noche”.

“Simón, iré a dormir un rato”, dijo Madison girando sobre sus talones y dando vueltas para marcharse.

‘No hubo una mirada, ni un beso, ni nada’, pensó él con tristeza.

“¿La depresión posparto comienza rápido?”, preguntó Simón a su abuela y a su suegra.

“Madison ayer estaba bien y hoy es la personificación de la tristeza”.

“No lo sé, yo estaba muy triste cuando ellas nacieron porque había perdido a mi prometido, así que no sabría decirte”, respondió Meredith.

“No, no comienza tan rápido, hijito, pero ayer alguien intentó matarla y hace unos meses sufrieron un atentado que casi te cuesta la vida. ¿Por qué no llamas al médico y le preguntas?”.

“Eso haré, abuela, estaré en mi despacho, así dejo descansar a Maddy”.

Simón se recostó en el sofá en vez de sentarse en su silla, tomó su teléfono y se disponía a buscar el número de teléfono del médico de Madison cuándo un mensaje de Patrick llegó a su teléfono.

[Estoy en el rancho, llegué hace un rato, hablé con Peter y me contó lo sucedido, espero que no tengamos que eliminar más amenazas, la última fue difícil].

[No, esta amenaza ya fue eliminada. No sabía que el trabajo estaba terminado], escribió Simón.

[Te escribí esta madrugada, pensé que lo habías visto, ya no tienes de qué preocuparte], respondió su hermano.

Simón se puso pálido, reviso sus mensajes anteriores y había uno de Patrick que había sido abierto.

[Misión cumplida. El último Z partió, tu pueblo es seguro de nuevo], leyó Simón.

Madison había visto el mensaje, por eso se rehusaba a mirarlo, sabía lo que había hecho.

[Acabo de verlo, gracias, hermano], le escribió a Patrick.

Simón se levantó de sofá, no podía dejar de pensar en que Madison se había enterado de lo que había hecho.

Y no era que pensaba ocultárselo por siempre, pero no quería contárselo mientras estaba embarazada y mucho menos cuando acababa de tener a su hija. Sin embargo, si ella sabía la verdad, era hora de encararla y contarle lo que había hecho.

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