Gemela equivocada, amor correcto -
Capítulo 48
Capítulo 48:
“¿Entonces la enfermera es tu prima o la prima de Viviana?”.
“¡Mía! Ella piensa que Viviana es mi nombre artístico”.
Madison tocó el celular y con cuidado apretó el botón de emergencia, rogó haberlo hecho bien, su mano rodeó el aparato y lo apretó de nuevo.
“Entonces esa vez tuviste suerte ¿Por qué arriesgarte a que te atrapen? ¿Por un hombre? Te aseguro que afuera de este hospital hay otros millonarios que desean tenerte, que estarán felices de estar contigo”.
“No, no los hay, desde que salió el video ese donde tu hermana me abofeteó soy el hazmerreír del mundo del modelaje, estoy harta del acoso de las redes, de la prensa, no puedo ir a ningún lugar sin que algún imbécil me haga una broma sobre eso”.
“Eso no es culpa de mi hermana, ella no distribuyó el video, Madison solo se defendió de tu agresión. ¿Crees que por eso debe morir y dejar a su hija huérfana?”.
“Yo seré su madre, conquistaré de nuevo a Simón, él se casará conmigo y me hará la madre de la niña”.
‘¡Maldita sea! Esta mujer en verdad está loca’, pensó Margaret con desesperación.
‘Oh, no, m%ldita bruja, nunca pondrás las manos sobre mi hija’, se juró Madison.
“Eso nunca ocurrirá, Simón te desprecia, ¿Acaso no fuiste testigo de que no le importó donar sus diamantes solo porque a Madison le molestó que tú los hubieras usado primero que ella?”.
‘No vayas por allí, Marga, se pondrá furiosa por eso’.
Pensó Madison con preocupación.
“Sí y por eso tu hermana pagará”, respondió Viviana girándose de nuevo hacía Madison.
Sacó una jeringa del bolsillo, estaba preparada con una sobredosis de droga.
Margaret arrancó la lampara de la mesa de noche y se la lanzó a Viviana con todas sus fuerzas impactándola en el pecho.
La mujer cayó de culo, la jeringa se le cayó de la mano y fue a parar debajo de la cama de Madison.
“¡Perr$!”, gritó Viviana, de rodillas trató de alcanzar la jeringa.
Marga se movió con rapidez y le lanzó la papelera a la cabeza, Viviana intentó pararse, pero Marga ya la estaba golpeando con una silla.
Marga le quitó la manta a Madison y se la tiró encima cegándola momentáneamente por lo que volvió a golpearla con la silla, mientras Viviana intentaba levantarse del piso.
Madison se levantó cama con torpeza para ver como ayudaba a su hermana.
La puerta de la habitación se abrió con fuerza, rebotando contra la pared, ambas mujeres miraron esperanzadas y el alivió las inundó cuando vieron a Peter Barton en la puerta con una pistola en la mano.
Viviana había logrado agarrar la jeringa cuando la puerta de la habitación se abrió con un estrepito, se quitó la manta de la cabeza y se levantó con rapidez solo para encontrarse al hermano de Simón apuntándola con un arma.
Detrás de él otro guardaespaldas también estaba con el arma levantada apuntando en su dirección, la rabia se apoderó de ella al ver sus planes destruidos, si solo lograba llegar a Madison se daría por satisfecha, así que se giró y se lanzó sobre su objetivo.
Estaba segura de que ellos no dispararían por temor a herir a alguna de las gemelas.
Madison se echó hacía atrás asustada al ver que Viviana iba por ella, Marga levantó la silla y le dio de nuevo con esta haciéndola caer al tiempo que un disparo resonaba en la habitación.
“Maldición, Marga, déjame rescatarlas”, gruñó Peter caminando hacia donde Viviana estaba en el piso intentando agarrar la jeringa que de nuevo había caído de su mano.
Molestó la pateó fuera del alcance, la jeringa salió volando hasta el otro extremo de la habitación. Sacó de los bolsillos unas esposas para ponérselas a Viviana, pero la mujer comenzó a luchar con él e intentar morderlo.
“¿Quieres que te ayude, vaquero?”, se burló Marga sin soltar su arma letal.
Peter gruñó una negativa al tiempo que finalmente cerraba las esposas en las manos de Viviana.
La puerta se abrió de nuevo con un estruendo y la policía entró con las armas en alto, detrás de ellos entró Simón desesperado por saber de su esposa.
“¡No disparen es mi hermano!”, les gritó Simón a los policías.
Su mirada buscó con desesperación a Madison, al ver sus ojos adormilados corrió hacia ella.
“¡Madison!”, exclamó desesperado encerrándola entre sus brazos.
“Estoy bien, Simón, Marga me salvó”.
Peter soltó un bufido.
“Sí, yo y mi silla mágica porque el vaquero estaba un poco lento”, se burló Madison.
“¡Simón! Diles que me suelten”, gritó Viviana con ojos desquiciados.
“Saquen a esa mujer de aquí”, dijo a los policías con los ojos más fríos que Maddy le había visto alguna vez.
“Y no la vayan a soltar, no es la verdadera Viviana, confesó que la había matado años atrás y tomado su identidad para cobrar una herencia”, contó Marga a la policía.
“Y la enfermera que está dormida afuera es su prima y fue su cómplice”, agregó Maddy.
“Así que estabas despierta y escuchaste todo, tenía la esperanza de que así fuera porque sé que tomaste solo un poco del jugo”.
Un médico entró en ese momento y se acercó a ellos.
“Simón, Max está drogado afuera, debería verlo un médico porque se tomó el jugo de Marga y parte del mío, ¿El doctor podría revisarlo de nuevo?”.
Pidió Maddy.
“Ya lo están revisando, uno de los médicos de guardia está con él”, explicó el doctor.
“Vamos a revisarla a usted, Señora Barton”.
Madison se sentó en la cama, Simón se quedó a su lado mientras el médico la examinaba.
“Vamos afuera, señorita silla mágica, salgamos para darles un poco de privacidad mientras examinan a Madison”, ordenó Peter a Marga.
“Al menos mi silla y yo fuimos más eficientes para detener a la bruja”, replicó Marga saliendo de la habitación.
Caminaron por el pasillo en silencio, Marga iba sumida en sus pensamientos, se habían salvado por un milagro porque Viviana iba dispuesta a matarlas a ambas.
El descenso en la adrenalina hizo que se diera cuenta de la realidad, además en ese momento, sus piernas comenzaron a temblar, y unas ganas inmensas de llorar se apoderaron de ella.
Se recostó en una pared esperando que Peter no se diera cuenta de lo que le ocurría, no quería que la viera en un momento de debilidad.
Peter esperaba una reacción a lo sucedido por parte de Marga, sabía que lo que la mantenía serena era la adrenalina por lo que cuando ella se quedó atrás se devolvió para ir con ella.
Marga rehuyó sus ojos.
“¿Estás bien?”, pregunto devolviéndose para encararla.
Al ver la cara roja de Marga y sus manos temblorosas, se respondió a sí mismo.
“No, no lo estás”, dijo acercándose a ella.
Los ojos de Marga brillaban con las lágrimas no derramadas por lo que él la tomó en brazos y la cargó hasta el sofá donde antes estuvo Max. Se sentó con ella en sus piernas.
A esas alturas ya las lágrimas brotaban libremente por la cara de Marga.
“Ellas lo planearon muy bien, si hubiésemos tomado ese jugo ahora estaríamos muertas”, sollozó en su cuello.
Peter la dejó llorar hasta que sintió que su llanto disminuyó.
“Mi instinto me decía que algo no iba bien, estaba por venir a ver qué ocurría cuando recibí la llamada de Simón”.
“¿Estabas cerca?”, preguntó ella extrañada.
“Llegaste muy pronto”.
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