Gemela equivocada, amor correcto -
Capítulo 42
Capítulo 42:
“Lo que estoy es sorprendido y agradecido de que estemos vivos”, dijo con voz ronca.
“Siéntate a mi lado”, pidió el palmeando un lado de su cama.
Madison se sentó con cuidado para no lastimarlo y enseguida la mano de Simón fue directo a su barriga.
“¿Cómo está mi bebé?”.
“Ella está bien, me revisaron al llegar. ¡Oh, Simón! Estoy tan feliz de que estés mejor, creí que te había perdido”.
“No, tenemos una nueva oportunidad y esta vez me aseguraré de nunca más puedan llegar a ti, te lo prometo, Madison”.
“Ambos tendremos más cuidado, además, la policía está investigando, esperemos que encuentren a los culpables y los metan a la cárcel de por vida”.
‘No, la policía logrará poco, yo me encargaré de ellos’, pensó Simón, pero no le hablaría de sus planes a su esposa, no quería asustarla y preocuparla, bastante había sufrido el día del atentado contra sus vidas.
“Cuando salgas puedes pedirle a Peter y Patrick que entren, necesito hablar con ellos”.
“Sí, por supuesto, ellos han pasado casi todo su tiempo en esa sala de espera”.
Mientras Madison le contaba todo lo que había pasado desde que llegaron al hospital los ojos de Simón luchaban por estar despierto, se sentía cansado.
“Cierra los ojos y descansa, lo necesitas”, dijo Madison dándole un sueve beso en la frente.
“¿Y cuándo descansarás tú? Un pajarito me dijo que no te has marchado del hospital desde que llegamos”, preguntó él con los ojos cerrados y el ceño fruncido.
“Tengo una habitación en este mismo piso, no sé quien logró eso, pero estoy muy agradecida y te prometo que de aquí me iré a descansar”.
Sí, dormiría un rato, necesitaba tener la suficiente energía para hablar con sus hermanos sobre el plan para acabar con Los Zetas.
Lo que Madison no sabía era que sus cuñados, además de ganaderos y cuidar del rancho que heredaron de su padre, habían pertenecido a los Marines, Peter se alistó para huir de su padre, y años más tarde Patrick lo hizo por seguir a su hermano.
Cuando pidieron la renuncia de ese cuerpo, hicieron la promesa de ya no podían seguir haciendo esas cosas, ya no hacían ese tipo de trabajos, pero aun así mantenían sus contactos y conocían a muchos soldados que por el precio adecuado podía eliminar del mundo de los Zetas.
Esto para fortuna de Simón, quien no dejaría que nadie pudiera atentar de nuevo contra la vida de su familia.
La Navidad llegó cuando Simón estaba hospitalizado, y como al día siguiente de que lo pasaran a la habitación el médico había quitado las restricciones a las visitas, el hospital les permitió hacer una pequeña celebración en la habitación del paciente.
Solo estuvieron presentes, Lucía, Meredith, los hermanos de Simón y Madison, porque Marga prefirió quedarse en el hotel, por nada del mundo quería volver a enfrentarse a su hermana, más aún cuando se enteró de que Maddy estaba embarazada.
Se sentía muy dolida de que Madison la hubiese sacado de su vida.
Johnny y Henry se habían marchado a Amarillo cuando supieron qué Simón sobreviviría, tenían un restaurante que atender. Se llevaron de regreso el Volvo ya que sabían que Madison no lo necesitaría.
Los regalos fueron comprados en una tiendita que había dentro del hospital, cosas insignificantes y sin mucho valor económico, pero que les recordaron que estaban en Navidad. Que estaban juntos y vivos, lo cual de por sí constituía un milagro.
Simón le regaló a Madison un conjunto de ropa de bebé recién nacido en color rosa. La primera pieza de la canastilla de su hija.
Ella le compró un pijama y unas pantuflas para usar en el hospital.
Después de cinco días hospitalizado en San Angelo los doctores autorizaron que Simón fuera trasladado en una ambulancia aérea hasta un hospital en Houston, donde sería evaluado y dado de alta varios días después.
En esos días en San Angelo, cada vez que Madison estaba ausente, Simón y sus hermanos hacían sus planes para acabar con los Zetas, los mercenarios habían sido contratados y el dinero había sido pagado, poco a poco irían desapareciendo.
Hasta dar con los jefes de la organización, entonces irían por ellos.
Madison volvió a su casa en Houston solamente con Lucía, hasta que Simón fue dado de alta en el hospital, le esperaba una larga recuperación en casa.
Meredith y Marga volvieron a la Mansión Fulton en Corpus Christy, aunque Simón les mantuvo la protección por precaución, Madison no volvió a ver a su hermana porque esta no volvió al hospital.
La prensa se volvió loca con el embarazo de Madison porque un día la vieron sin barriga y al siguiente estaba embarazada, hubo mucha especulación sobre lo que había ocurrido para que la hermana gemela de Madison la suplantara, pero nadie pudo descubrir la razón, con el pasar de los días otros escándalos salieron a la luz y la prensa se olvidó un poco de los Barton.
“Estoy a punto de volverme loco de aburrimiento, no estoy hecho para el descanso y el reposo médico”, le dijo Simón a Madison varios días después de haber llegado a la casa.
“Pues no volverás a la oficina hasta que el médico lo autorice”, replicó Madison.
“Entonces tendrás que entretenerme”, dijo Simón metiendo la mano por debajo de su vestido materno.
“¡Simón! Quédate tranquilo, no creo que esas actividades estén incluidas en tu reposo médico”.
“Le pregunte a mi doctor si podía tener se%o y me dijo que sí”.
“Dudo mucho que tu doctor te haya dado permiso con una herida en el pecho, creo más bien que la bala te afectó el cerebro”.
“No, te juro que le pregunté”, replicó Simón.
“Y solo me dijo que tuviera cuidado y no fuera tan enérgico, incluso llamé a tu nueva doctora para preguntar si podíamos tener relaciones y me dijo que sí”.
“¿Cuándo preguntaste eso?”, cuestionó ella con sospecha.
“Los llamé esta mañana, así que ven esposa que seis meses y medio son mucho tiempo sin ti”.
Madison lo miró con dudas.
“Tengo casi siete meses de embarazo, Simón, mi cuerpo ha cambiado mucho con el embarazo”, respondió ella con una repentina timidez.
“Y yo estoy loco por descubrir todos esos cambios”.
Simón se sentó en la cama y le pidió a Madison que se ubicara entre sus piernas, su esposa se acercó y lo abrazó mientras él apoyaba la cabeza en su voluminoso vientre, un minuto después, unas pataditas lo sorprendieron golpeándolo en la cara.
“Vamos, Miranda, comparte a tu mami un ratico conmigo”, Simón le susurró a su hija a través de la barriga.
Madison rio con su ocurrencia, aunque estaba nerviosa de descubrirle su cuerpo estaba feliz de escucharlo hablar con la bebé.
Simón se levantó de la cama y comenzó a quitarle la ropa, cuando la tuvo en ropa interior repartió besos por toda la barriga, donde Madison veía estrías él solo veía a su mujer en el esplendor de la maternidad.
El resto de la ropa de Madison siguió el camino hasta el piso, Simón beso cada pesado seno, deslizó su boca por cada rincón del cuerpo de su esposa hasta tenerla temblando y tumbada en la cama con un solo pensamiento en mente: tenerla a como diera lugar.
Él se levantó y mirándola a los ojos se fue desvistiendo, la cicatriz que rompía la perfección de su cuerpo la hizo recordar que casi lo pierde en ese día nefasto, por lo que Madison se incorporó para besar con suavidad toda el área alrededor de la herida. Finalmente, ella lo ayudó a quitase hasta la última prenda.
“¡Dios como te extrañado!”, susurró ella cuando él se situó a su espalda para abrazarla.
Simón quería pasar sus manos por cada centímetro de su cuerpo, los labios masculinos buscaron ese punto entre el cuello y la oreja que la volvía una masa temblorosa de deseo.
Un g$mido explotó de la garganta femenina cuando la boca de su esposo encontró el punto exacto, sin poder contenerse, Madison echó sus manos hacia atrás para buscar la masculinidad de su esposo.
Al encontrarla comenzó a acariciarla en un lento vaivén que aumentó hasta el infinito las ganas de Simón de hundirse en su cuerpo.
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