Gemela equivocada, amor correcto -
Capítulo 39
Capítulo 39:
Madison pudo ver en la mirada vidriosa de Simón que él quería despedirse, imagino mil cosas que decirle ante de que se fuera para siempre.
Cuando el pistolero levantó su arma para rematarlo Madison intentó levantarse para lanzarse encima de su esposo y cubrir su cuerpo con el suyo, tenía que evitar que ese hombre le hiciera más daño, pero él la apuntó con su arma.
Madison tuvo que elegir entre salvar a su hija o a su esposo, gritó con desesperación porque sabía que debía proteger a ese ser inocente que crecía dentro de su cuerpo, era lo que Simón querría.
Al ver que ella desistió el delincuente apuntó de nuevo a Simón, antes de que pudiera disparar la puerta se abrió con un estruendo y el jefe de seguridad disparó a la cabeza del secuestrador matándolo en el acto.
Más gritos salieron de la boca de Madison, ella no se atrevió a moverse por miedo a quedar atrapada en un intercambio. Cuando el jefe de seguridad confirmó la muerte del antiguo guardaespaldas, ella saltó sobre el cadáver del hombre y se arrodilló al lado de su esposo.
“Simón, Simón”, llamó con desesperación al ver que sus ojos se cerraban.
El jefe de seguridad le tomó los signos vitales a Simón para ver si aún vivía.
“Está vivo, traeré ayuda”, afirmo corriendo a la puerta, se asomó a la puerta y gritó que todo estaba despejado, para que entraran a los paramédicos.
El personal sanitario entró portando una camilla y un maletín. Madison se echó para atrás llorando, sabía que debía dejarlos trabajar.
“Maddy”, gritó Johnny desde afuera.
También escuchó como Henry la llamaba con desesperación, de repente su amigo asomó la cabeza en el baño. Un policía le impidió la entrada.
“Aquí está, la encontré, Johnny”, gritó Henry a su novio.
“Déjenlos pasar, ellos vienen con nosotros”, dijo el jefe de seguridad.
Johnny se arrodilló al lado de Madison.
“¿Estás lastimada?”, preguntó Johnny con suavidad.
“Ella está embarazada, por favor, que alguien la atienda”, pidió Henry.
“No, Simón necesita ayuda”, respondió Madison viendo como los paramédicos intentaban detener las hemorragias de Simón y estabilizarlo para poder llevarlo al hospital.
Otro grupo de paramédicos entró y una doctora se arrodilló al lado de Madison, trató de hablar con ella, pero Madison solo podía mirar como trataban de salvar a Simón. Fueron Johnny y Henry los que respondieron las preguntas de la doctora.
“Hablaré con usted cuando sepa que mi esposo vivirá”, dijo ella abrazándose a sí misma.
“Madison, estás embarazada, permite que te examine y me asegure de que tu bebé está bien, si estás lastimada la atención a tiempo puede ser la diferencia entre que tu bebé viva o muera”, dijo la doctora con estudiada dureza.
Madison la miró por primera vez, a pesar de sus palabras en sus ojos vio genuina preocupación y comprensión, por lo que asintió, respondió sus preguntas y se dejó examinar sin quitar la mirada de lo que ocurría con Simón.
“Al parecer todo está bien con el embarazo, pero debemos llevarla al hospital para hacerle unos estudios”.
“Iré con Simón, no molestaré”, replicó al ver como levantaban la camilla para llevarse a su esposo.
“Está bien, solo permite que te acompañe”, dijo la doctora.
Johnny la ayudó a levantarse y a pesar de sus protestas la cargó hasta la ambulancia donde habían subido a Simón, la doctora que la acompañaba subió detrás de ella, las puertas se cerraron y la ambulancia arrancó a toda velocidad con la sirena puesta.
“¿El hospital queda cerca?”, preguntó Madison mirando como los paramédicos no se despegaban de Simón.
La herida del pecho era la que más le preocupaba a pesar de que era la de la cabeza la que más sangraba.
“Sí, llegaremos en cinco minutos”.
El monitor de las constantes vitales sonó con la temida línea de la muerte.
“Paro cardiaco”, dijo uno de ellos.
La doctora contuvo a Madison para que no saltara sobre Simón.
“Déjalos atenderlo”, le dijo con suavidad.
Madison asintió con lágrimas en los ojos, sus manos fuertemente apretadas y rezando en silencio.
‘Por favor, Simón, no te vayas, no me dejes sola’, suplicó en silencio.
Los paramédicos saltaron, mientras uno le inyectaba algo en el pecho a Simón, el otro preparaba el desfibrilador.
“¡Despejen!”, dijo el paramédico que tenía las paletas en las manos.
Aplicó la descarga, al retirar las paletas el segundo paramédico comenzó con las comprensiones en el pecho. Al llegar a treinta exclamó:
“¡No reacciona!”.
“Vamos con la segunda descarga. ¡Despejen!”.
El paramédico retiró las manos y Simón recibió la segunda descarga, enseguida comenzaron de nuevo con las comprensiones.
Un par de segundos después, el corazón comenzó a latir de nuevo y Madison sollozó de alivio, la ambulancia frenó frente a la emergencia del hospital, las puertas de la ambulancia se abrieron y nuevos médicos se llevaron a Simón. Los paramédicos caminaron con ellos informando del estado de Simón.
Otro grupo de médicos ayudaron a bajar a Madison y la sentaron en una silla de ruedas, mientras caminaban la doctora les iba informando sobre el estado de su paciente.
“Por favor, llévenme con mi esposo”, pidió Madison con lágrimas en los ojos, aún estaba temblando por el paro cardiaco que Simón tuvo en la ambulancia.
“No podemos, él está en sala de traumas y lo están evaluando”, le explicó el doctor que la llevaba.
“Iremos a evaluarla a usted y la mantendremos informada”.
“¡No! Entonces llévenme a la sala de espera”.
En ese momento, Henry y Johnny entraron a la sala de emergencia, al verla corrieron detrás de ella.
“¡Madison!”, gritó Henry al verla.
“¿Son familiares?”, preguntó el doctor.
“Sí, lo somos”, dijo Johnny sin titubear.
“La llevaremos a hacerle un estudio…”.
“Quiero ir con Simón”, protestó Madison temblando.
“No podrás entrar”, dijo la doctora que la acompañó en la ambulancia.
“Yo entraré y te mantendré informada”.
Madison asintió a regañadientes.
El médico estaba por comenzar con el ecograma cuando la doctora entró con un formulario.
“Madison, se requiere tu autorización para operar a tu esposo, por el momento está estable, pero necesitan abrir y controlar la hemorragia interna que tiene”.
“Hagan lo que tengan que hacer para salvarlo. ¿Dónde firmo?”, respondió ella sentándose en la camilla.
La doctora le entregó el formulario y corrió a informar que ella había autorizado la operación. Una vez que firmó se recostó en la camilla para que el médico le hiciera el examen.
“El embarazo sigue su curso, no se aprecia desprendimiento de placenta, ni ninguna de las patologías asociadas con un traumatismo, sin embargo…”.
Madison comenzó a limpiarse el gel y se sentó en la camilla.
“… me gustaría dejarla al menos veinticuatro horas en observación”.
La joven madre se bajó de la camilla y caminó hasta la puerta.
“No se preocupe doctor, me quedaré en el hospital, en la puerta del quirófano si es posible”, dijo antes de salir.
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